Esta es la sensación tras un mes internado en terapia intensiva.
Es desesperante. Supera lo imaginable. No se puede creer lo que han hecho. Le están diciendo a la gente dónde están los campos minados, para que se metan. Para que haya más contagios, para que haya más muertes. Para pasarle la factura al gobierno y a la democracia.
Todo lo que pasa son temas para que nosotros los discutamos, pero no nos damos cuenta que el tema es la democracia. Parece mentira lo que nos está pasando. Hay que luchar contra eso.
Los días de abril
Me preguntan si en este mes que llevo internado sentí miedos y, si los hubo, cuáles fueron. Al ir a una de las tomografías computadas, hubo un momento en que me pregunté algunas cosas, aunque nunca tuve una plenísima conciencia de lo mal que estaba. Nunca supe tanto de mí hasta que hubo una situación un poco más controlada. Acá se entra en otra dimensión, hay otro orden. Por eso me importa trasladar la idea de lo grave que es esto. Porque te lleva por delante, te lleva puesto.
“Lo que ha sucedido con mi cuerpo, con mi energía espiritual y mental, es durísimo”.
Ahora es muy probable que pueda empezar un camino de recuperación. Pero de todas maneras, estoy devastado. Lo que ha sucedido con mi cuerpo, con mi energía espiritual, mental, es durísimo.
Cada una de las víctimas que no han podido sobrepasar el Covid, simplemente padeciendo un dolor de cabeza o una tos, o se muere o lo paga muy caro. Hay una división muy caprichosa de la vida que ha costado 60 mil personas en la Argentina, arrojadas a la muerte por la actitud que han tenido los medios y los sectores políticos manejados por esos medios. Lo que nos han hecho, lo que han provocado en la gente, el dolor de las familias, es demasiado grande.
Ves eso y ves el deterioro de tu cuerpo, ves la impotencia de no poder ir al baño y la dependencia a esa maravilla que se llaman enfermeras, médicos, kinesiólogos, los que limpian, los auxiliares, que con todos esos cuidados, componen un conglomerado tan admirable, tan respetable y generoso…
Todo esto representa también un aprendizaje maravilloso. Emociona mucho, les debo mucho. Me han llevado de la mano en todo este tramo tan dificultoso, tan raro, con tanta impotencia física. Me he sentido protegido, acariciado, como cada una de las personas que han estado internadas. Es muy tremendo, doloroso, el trabajo que tienen. Una batalla, minuto por minuto, con las demandas. Y después te enterás que los enfermeros no tienen un rango profesional en la CABA, personas que tienen una capacitación asombrosa, que saben de todos y cada uno de los temas…
Mi admiración nunca cederá un palmo hacia ellos.

El personal sanitario es tu amigo, el que te escucha, te consuela, te calma y te cuida. La familia tarda mucho en llegar a tener un contacto cuando estás en esta situación. El aprendizaje es humano. La cuestión todo el tiempo refiere al humano. Es pensando en ello que me conmuevo cuando pienso en estos incalificables, como el Jefe de Gobierno porteño lanzado a una patraña política insostenible desde lo político, lo humano, lo moral, lo sanitario.
Son muchas las sensaciones íntimas. Me hablan de la soledad y de la mirada que uno tiene ante las consecuencias del Covid. Me hablan de la voz. Desde el primer momento cuando sentís que algo te está pasando con la voz, empezás a desesperarte. Ha sido una de mis sensaciones más cotidianas tratar de impostar la voz. Y no te sale y te desesperas. Pero es parte del deterioro. De la voz, vivimos, los tipos como yo. Pero también se deterioran los músculos: lo que envejeció mi cuerpo en un mes… Mis brazos, el tamaño de mis piernas. Todo es muy grave. Por eso reitero: qué crueles han sido. No les ha importado nada.
Mientras, se advierte que la saturación sanitaria ya existe, o es inminente. No hay camas. La situación es límite. El 80 % de los habitantes de la CABA se atienden por prepagas que han tenido que hacer un esfuerzo muy especial. La situación –también la humana- es tremenda y estos días son fundamentales para ver si los números que tanto nos alarman, bajan. Para ver si tenemos menos contagiados. No hay que olvidarse: el que se contagia, muchas veces sale silbando para sus casas, para sus trabajos. Pero otros vamos a parar a estos lugares. Y muchísimos se mueren. Ya son 60 mil en la Argentina. Y miles, como yo, pagarán por mucho tiempo las consecuencias, de toda índole: hay algo que el Covid-19 deja para siempre. Es un monstruo devorador, devastador, contra eso jugamos. Y lo hacemos con la complicidad de ese monstruo que son aquellos a los que no les sirve la democracia.
“El Jefe de Gobierno porteño se ha lanzado a una patraña política insostenible desde lo político, lo humano, lo moral, lo sanitario”.
Esto, en tiempos en que Larreta manda la gente a la calle: total no va a ser el que tiene que decidir quién va a tener una cama y cuándo la va a disponer. Y quiénes lo van a atender. Es muy doloso pensar que esto pudo haberse evitado: cuando lanzan gente a la calle, los riesgos de contagio aumentan. ¿De qué estamos hablando, qué hay que explicar? Cuando aumentan los contagios, aumentan las muertes. Siento una inmensa pena, una enorme impotencia ante esta criminalidad mediática. Ahora tenemos a Macri metiendo miles de millones de pesos para que periodistas y canales hagan su agosto. Te dominan por todos lados, con la infamia de siempre. Lo que le hicieron a Kicillof en el último discurso, cuando explicaba pormenorizadamente dónde estábamos situados: ellos huyeron de la información, a Pilar, a Olivos, a incentivar a esas cien personas que interrumpían el paso. A obstruir la democracia, la libertad.
Por eso, ahora que estoy empezando a salir de esta oscuridad me animo a decir estas cosas y a contarles lo que transité en este mes de gran aprendizaje interior. Que, permítanme decir, fue cero en el aspecto tecnológico y aunque tuve a disposición un celular y una computadora, no mejoré mi limitación en ese aspecto, aunque me tuve que arreglar solo. Y en tren de confesiones, entre las cosas que anhelo para cuando pueda salir de aquí es la de comer asado. Asado de costilla, de esa que la carne está alrededor del hueso. Necesito el olor de la carne. Una de las cosas que me pasó fue quedarme sin olfato. Ahora que huelo el alcohol otra vez, me lo pongo en la nariz, con la mano abierta y lo respiro hasta que toca la nuca. Es muy desesperante el tema del olfato. Al recuperarlo, me subió una obsesión por el olor a carne, que quiero comer casi maleducadamente. Como tomándome una pequeña revancha de este tiempo.
“Larreta manda la gente a la calle: total no va a ser el que tiene que decidir quién va a tener una cama y cuándo la va a disponer”.
Claro, también tengo ganas de caminar el repecho empedrado de la calle Venezuela, el empedrado que lleva a la radio. Y sentarnos en un bar como “El de Néstor”. Y que levantemos alguna copa ahí. Y escuchar una canción: “Quién me ha robado el mes de abril”. Porque sí, porque me gusta el título, porque se nos fue una parte de estos días…
Es la democracia, estúpidos
Así nos ponemos en marcha en medio de la patraña armada por la Ciudad de Buenos Aires, con estos fallos increíbles de la propia Justicia porteña en favor del gobierno de Larreta. Alberto Fernández habló de “estrago jurídico”; el ministro de Justicia, Martín Soria, de “mamarracho jurídico”. Todas las expresiones sirven, porque es algo que no se puede dimensionar en cuanto a la capacidad de engaño que le quieren tirar a la gente.
No puedo dejar de pensar en los padecimientos del Covid, pero sobre todo en aquellos que pudieron ser evitables. ¿Cuántos jóvenes mataron padres en este tiempo con actitudes como las que está llevando el gobierno de Larreta? ¿A cuántos le quitó el periodismo criminal de Clarín, de La Nación, de sus seguidores? ¿Nunca se harán cargo? Tenemos que hacerlos cargo nosotros, recordándoselo todas las veces que sea necesario.
“Todo les viene bien para atacar y sacar a esta democracia que les da la espalda”.
Pensemos en esta guerra brutal de los medios, pero el odio es a la democracia que los destronó. De eso se trata. El problema no es que Larreta sea, simplemente, un tonto ambicioso que dirige una ciudad. Si hay clases presenciales o no, no es lo que importa. El asunto es acabar con el gobierno nacional. Y encima, algo peor: terminar si es posible con la democracia porque no les sirve.
Todo les viene bien para atacar y sacar a esta democracia que les da la espalda.

Hoy es Larreta devenido en adalid de la educación. ¡Larreta! Hace pocos días, Clarín usaba la mentira sobre las vacunas chinas. Y en la propia tapa de la basura que redacta cada día eran capaces de arrojar eso. Junto a 20, 30, 40 tontos vendidos al sistema. “China admite que la vacuna no es buena”. Ese era el latiguillo. Clarín, en realidad, hablaba de la otra vacuna: la Sinopharm es buenísima, pero ellos la atacaban sin nombrarla.
El objetivo es otro. La compra de vacunas, no. La Sinopharm, no. La presencialidad, no. Lo que importa es destruir, mucho más que al gobierno, a la democracia.
El gobierno cree que el enemigo es la infeliz de Bullrich; la alucinada Carrió; la inútil de Ocaña; el descabellado Pichetto; el inmenso ladrón de Macri. Se equivoca. El enemigo es el brutal poder de los empresarios que abominan de la democracia, si no ganan. Esos empresarios como Magnetto, como Caputto, se niegan a pagar el impuesto a la riqueza por una sola vez. Después de todo lo que se robaron en los años macristas. No seamos tontos. Hay que dar la pelea en los lugares que corresponda. A la mafia, decirles mafia. Y a los candidatos de la oposición, decirles que son sólo los candidatos de esa oposición mediática.
“Estamos frente a verdaderos delincuentes, que le dicen a la gente que la salvación está en la presencialidad: es invitarlos a morir”.
Una prensa corrupta, mercenaria como la de Clarín genera lectores y seguidores que carecen de la ética más elemental. Más imbéciles, más contagio, más muerte. Total, la factura se la pasan al gobierno nacional. Porque nunca aceptaron el resultado de la última elección. Clarín, La Nación, la derecha, los empresarios. No entienden que perdieron democráticamente y proyectan un odio que destruye los valores democráticos.
Estamos frente a verdaderos delincuentes, que le dicen a la gente que la salvación está en la presencialidad: es invitarlos a morir.
El tema no son las clases presenciales, ni la vacuna china, no es que no puedan comprar vacunas. El drama es ir contra la democracia. Es no poder aceptar que les tocó perder una elección. Parece mentira lo que nos está pasando. Hay que luchar contra eso.