Hace unos días, unos amigos me enviaron una proclama respecto del 25 de Mayo para evaluar si quería firmarla. No dudé cuando leí que se trataba de pedirle al gobierno que negocie fuertemente contra el Fondo Monetario Internacional. Cosa por la que abogo cada día.
El FMI cometió un atropello inadmisible cuando le prestó a Mauricio Macri, más de 50 mil millones de dólares para que ganara las elecciones. Fue tan inútil, tan espantoso su gobierno, que dio motivos para que la clase media lo abandonara. Esa misma que lo había votado llevada de las narices por un periodismo que había mentido durante años sobre el gobierno progresista. Y que todo lo sucedido a partir del 2019 haya venido a cambiar aún más sus ecuaciones y acentuara este estado de locura que vive hoy el periodismo.
Ese fue el objetivo que tenía la propuesta de la proclama. Cuando la leí me pareció valiosa. Que debía jugar allí. Esa proclama fue tomada por Clarín para poner en tapa a determinados nombres, entre ellos el mío, aun cuando compartir ese listado con algunas personas es halagüeño.
Hace más de 30 años que confronto con un cuchillo de madera contra los tanques de guerra de semejante mafioso.
Me ponen en primerísimo lugar. Lo hacen porque llamándome “periodista K”, me estigmatizan y le quitan fuerza a lo que pueda decir de cómo roban, de cómo se quedan con millones de pesos de los usuarios de Cablevisión, de cómo se llevan todo por delante con sus jueces comprados o extorsionados y tener las cautelares con las que hacen cualquier cosa con Telecom.
Para mitigar el modesto efecto que pueden tener mis palabras, me endilgan la condición de K.
Yo le quiero decir al extraordinario mafioso nacional Héctor Magnetto, que mucho antes de que existiese el kirchnerismo, yo ya tenía mil denuncias realizadas justamente porque siempre entendí que era una mafia extorsiva, violenta, que se llevaba todo por delante. Se encuentran reportajes desde 1986 en los que hablo de los multimedios. Hace más de 30 años que confronto con un cuchillo de madera contra los tanques de guerra de semejante mafioso.
Le quiero decir: lo K pasa por los ideales que tengo. Pero cuando no pasan por ahí, se termina. Mantengo amplios márgenes de independencia de criterios. La prueba está en que la única vez que hablé con el presidente de la república, Alberto Fernández, fue un llamado que nos hizo por la muy fuerte crítica que estábamos haciendo por el tema Venezuela. Antes hubo críticas cuando hablamos de los medios de comunicación. Y podrá haberlas por otras discrepancias.
Magnetto, enorme ladrón nacional: devuelva los 10 mil millones de pesos cobrados de más, que le reclama el ENACOM.
Pero si el gobierno se muestra progresista en ayudar a los trabajadores, en evitar el desempleo, si se inclina por los más débiles y les extiende una cobija que los proteja del frío del invierno y del hambre, por supuesto que estaré allí: pasa por mi vida y por mis ilusiones más importantes. Si no, se termina el romance. Esto está muy claro. Efectivamente soy un hombre que se siente de la izquierda, del progresismo. Que siente que el mundo es inhabitable así como está y que la Argentina padece una enorme injusticia. Que eso hay que cambiarlo. Lo dejé sentado en un libro que se llama “Un grito en el desierto”, que escribí en 1996.
Pero los lacayos de Magnetto muestran la hilacha de la misma manera que ocurrió cuando la dictadura del Uruguay confeccionó ciertos archivos sobre sobre mí, en los que se puede leer lo que me acusaban de ser un hombre vinculado a la política, por supuesto, del lado del Frente Amplio.
Cuando me llegó la proclama del 25 de Mayo me pareció que sería muy valioso hablar del FMI para pedirle al gobierno que sea muy firme, que sea muy duro ante esos delincuentes financieros internacionales. Hay que pelear duramente desde la mejor condición de soberanía que se puede permitir el país.
Pero ahí estoy en la tapa de Clarín, que alienta la posibilidad de estigmatizar cualquier cosa que diga.
Magnetto, enorme ladrón nacional: devuelva los 10 mil millones de pesos cobrados de más, que le reclama el ENACOM. Devuelva ese dinero.
Para mitigar el modesto efecto que pueden tener mis palabras, Clarín me endilga la condición de K.
No, en cambio lo que provoca es hacerle creer a la gente que realizamos nuestras críticas desde un lugar político, y no como hombres libres con ideas que se pueden parecer a las de un partido político. Y que cuando no las tenemos, no hay nada que nos ligue y que nos impida seguir diciendo todo lo que nuestro corazón tiene, en el deseo de que el mundo sea un poco más habitable. Sin ladrones mediáticos. Con gente que haga periodismo de verdad y no con quienes usan el periodismo para extorsionar y quedarse con todas las empresas que les apetecen, para luego, desde esas empresas extorsionar todavía más.
Así, una vez más, buscando la vuelta de tuerca necesaria, me ubican en el primerísimo lugar en el deseo de que no valga lo que uno dice.
La mafia de Clarín me ubica presionando al presidente. No hay presión. El presidente va a hacer lo que considere, lo que haya que hacer, lo que se pueda hacer. Otra cosa son nuestros deseos.
La mafia de Clarín me ubica presionando al presidente. No hay presión. El presidente va a hacer lo que considere.
Lo que uno dice tiene relación con algo que, por ejemplo, Axel Kicillof manejó de una manera extraordinaria en estos días. No me pesa para nada elogiar a alguien de tanto mérito, de tanto nivel intelectual, de tanto valor en todo sentido, cuando dice una verdad como ésta: “El FMI va a hacer una inversión inmensa: más de 50 mil millones de dólares en el mundo para ayudar a países por la pandemia. No puedo más que decir que eso es menos de lo que el mismo FMI le prestó a Macri para que se los patinara en su campaña”.
Los del FMI fueron unos delincuentes. No basta que hayan cambiado de personas, porque lo hacen para poder cambiar ciertas políticas, para acomodarse de ciertas maneras. Este FMI sabe lo que hizo ese otro FMI dándole a la pobre Argentina esos 56 mil millones de dólares para que Macri ganara las elecciones. Y como el mundo era un desastre -ya antes de la pandemia y muchísimo peor ahora-, es que el gobierno tiene una oportunidad de negociar con plena dignidad. Tenemos fe que así será. Así acompañamos el pedido enfático de todos los que le quieran decirle a Alberto Fernández, a Martín Guzmán, que la conversación con el FMI debe ser de las más dignas de todos los tiempos. Esa es la oportunidad que no se puede desperdiciar.