Estamos un poco más encerrados que antes, tratando de gravitar para que la llegada de todas las tardes no se conviertan en una verdadera tragedia al reconocer los números de nuevos contagiados y muertos. Estamos en días cruciales. En una semana en la que tal vez se defina en forma definitiva la tragedia del Covid-19. Que no persista esta angustiante opresión y podamos sobrevolar sobre una cierta esperanza, entre las millones de vacunas que llegan y un accionar inevitable para cuidarnos mejor, aunque haya tanto mequetrefe que se empeñe en obstruirlo.
Son días en los que se debe realizar un tributo a los hombres y mujeres que más nos cuidan, verdaderos héroes de estos tiempos. Como héroes fueron algunos de aquellos de Mayo de 1810. Ese recuerdo nos lleva a aquel 24, un día como este lunes, en que Manuel Belgrano juraba ante la patria y ante sus compañeros que si al otro día, el 25, el virrey Cisneros no hubiera renunciado, “lo arrojaremos por las ventanas de la fortaleza”. Una metáfora potente, fundacional.
“Las clases serán presenciales o no serán nada”, afirmó Larreta.
Los gestos heroicos de los héroes de entonces se asemejan en la distancia simbólica con los de hoy. De igual modo, contrastan de manera visceral con los procederes de muchos personajes de hoy que cometen afrentas a la vida y a la democracia que, a pesar del vértigo de estos tiempos, no deberíamos olvidar. Justamente en estos días signados por los vientos éticos de las gestas de aquel Mayo, se advierten a gente que cae en las politiquerías más abyectas. Más lejos de la bravura de Belgrado no pueden estar.
Complicidades y justicia
No olvidemos. No descartemos algunas informaciones que nos permiten reforzar la necesaria toma de conciencia. Como una nota del periodista Gustavo Sarmiento que alude a que Horacio Larreta, en su conferencia del jueves, reiteró, sin pudor, ante la magnitud de la tragedia, que “las clases serán presenciales o no serán nada”. Se trata de una cruzada con tintes electoralistas despojada de inversiones en la educación virtual. No fue un tema banal, ni gratuito: hay 11.700 contagios y más de 3.200 burbujas pinchadas (más del 10 % del total). Aunque el dato más espeluznante, en realidad, sea que ya son 16 los muertos en el ámbito de la educación de la CABA en estos últimos meses de pandemia. Es dolorosísimo hurgar y ver los rostros de cada uno de ellos.
Son muertes que se podrían haber evitado.
La Corte Suprema ha cometido una de las mayores afrentas al derecho que se conozcan en la historia.
Son temas que nos lo recuerdan juristas importantes, como Raúl Zaffaroni, Lucía Larrandart y Eduardo Barcesat, quienes van a encabezar un pedido de juicio político sobre la Corte Suprema, el grupo presidido por Carlos Rosenkrantz, que ha cometido una de las mayores afrentas al derecho que se conozcan en la historia, un disparate con una intencionalidad política que posiblemente sea factible mencionar como prevaricato. Y avalada en esos poderes fácticos, es que la Ciudad juega su contradicción, diciéndole a sus seguidores que total son tres días, que no nos cuesta nada hacer como que obedecemos. Naturalmente les da muchas ínfulas lo que ha producido la Corte Suprema. Lo del juicio político es pertinente. No puede ser gratis. Lo derivado de una mafia política llega al llano de una forma escandalosa.
Esos mamarrachos jurídicos, no obstante, avalaron la desobediencia a las normativas del gobierno. Larreta lo ha hecho en CABA como Juan Schiaretti en Córdoba, como Omar Perotti en Santa Fe, entre otros.
La derecha se puede permitir ir contra el orden establecido. Una especie de Golpe de Estado que significa no llevar el apunte a lo que rige una República, a su gobierno central, sus leyes. Se presentan como inmunes –valga la palabra- de lo que significa tener que respetar las decisiones de ese poder central.
Lo que deriva en cosas sumamente injustas: el gobierno debe hacerse cargo de lo que pudo haber hecho mal pero también de lo que por culpa de otros, le ocurre al país. Córdoba tiene ahora todos sus accesos restringidos. Como la CABA, epicentro fundamental de este desastre, que pudo evitarse. Pero desobedecieron. Entonces el gobierno debe terminar por hacerse cargo. Supongamos que en algunas cosas falló, seguro que así ocurrió. Pero también debe cargar con lo hecho por esos patanes de la política, desembozados jugadores del establishment. En una cuestión de vida o muerte.
La derecha se puede permitir ir contra el orden establecido. Una especie de Golpe de Estado.
A cuántas muertes arrojaron los diarios, esa oposición, cuando armaban las marchas el año pasado; cuántos por los picnics que se hacían de horas y horas por los bares y cervecerías, cuántas vidas se arruinaron, se desvanecieron, se truncaron por esa criminal postura de defensa de la presencialidad en las escuelas.
También hay que hacerse cargo de eso. Fueron en contra de lo que les decía el gobierno central, le dieron vuelta la cara. No olvidemos. No perdonemos.
Medios sin cuidado
Mientras los medios, emperrados en la caída del gobierno, como esos traidores y cipayos, como la gente de Cisneros en aquellos días de Mayo, de 1810. Ahora serían críticos de Belgrano: dirían ahora salió a decir que hay que tirar a Cisneros por la ventana… O qué barbaridad, Belgrano agredió la figura del virrey…
No dicen cuántas vacunas llegan, pero sí que la vacuna era veneno y juegan con la falta de vacunas. No reflejan lo que señala The Guardian sobre la “actitud de la oposición de no acompañar las medidas de Alberto Fernández en el peor momento de la segunda ola” y de que “coalición opositora de centro derecha (me permito discrepar con eso de centro… que ya de centro no le queda nada)”. Así dicen: “La gente se muere en menos de una semana. La ola de Covid agarra a la Argentina con la guardia baja”. Y mencionan como “desestabilizador fundamental a Rodríguez Larreta, el alcalde de Buenos Aires quien espera ganar la nominación de la coalición para la presidencia de 2023, que luchó con particular dureza contra el cierre de escuelas”.
Tampoco reparan que en esa nota, se refiere a un informe que analizó los niveles de compensación laboral, programas de seguridad social, sistemas de salud pública de 124 países y 37 estados de los EEUU y que concluye que los trabajadores de la Argentina han sido los mejores cuidados del mundo. Los cinco primeros países son Argentina, Suiza, Suecia, Francia y España. El país ha estado absolutamente en la vanguardia de lo que es la protección de su gente.
De eso no se habla.
El diario inglés The Guardian califica a Larreta como “desestabilizador fundamental” de la campaña sanitaria del gobierno argentino.
Si, en cambio, se escuchan cosas por televisión, que inevitablemente, por contraposición ética, hacen recordar las palabras de Belgrano. “El presidente le agradece a Xi Jinping, le agradece a Putin, le agradece a López Obrador. Presidente, nos tiene que agradecer todos nosotros, a los argentinos que no vayamos a prender fuego la casa de gobierno”, fue la escandalosa afirmación de una presunta comunicadora.
Durante el gobierno de Macri algunas personas hicieron críticas por whattsap y terminaron presas. Estas sandeces de hoy deberían ser analizadas como desestabilizadoras, con tizne de apología del delito, de violencia, de intento de quebrar el orden constitucional. Dirán que se debe permitir que todo el mundo se exprese. ¿No hay ahora ningún fiscal que advierta que se trata de ir contra la democracia?
Se lo permite porque hay todo un ámbito generado, política, periodística, mediáticamente, para que las cosas funcionen así. Cualquiera puede decir cualquier frase despectiva sobre el gobierno, sobre un funcionario y no lo paga. “Hay motivos para ir a prender fuego la casa de gobierno“, no importa quien lo dice, cuál será el móvil. No hay nada que ponga un cierto freno. Es el estado cultural que se ha generado.
La forma de vida permite que cualquier cacatúa no sueñe con la pinta de Carlos Gardel sino que sueñe con el mayor disparate al que se pueda animar a decir. Como compitiendo entre ellos en el mundo del desprecio, del odio.
Cuidarnos en pandemia es una actitud monumental, ciclópea para el gobierno. Más aún con la actitud criminal de la oposición y sus cómplices, los políticos más infames e envilecidos o los peores comunicadores sin sentido estético ni ético de la vida, adláteres del ‘mentime que me gusta’. Hay que tomar nota de todo ello. Es un problema grave de la Argentina que se digan esas cosas, que se provoquen semejantes tragedias, que se hagan tales tropelías.
Es un pulpo con muchos tentáculos. La legitimación de la desobediencia es violencia. Así tenemos luego los resultados de contagios y muertes de cada tardecita.
No debemos olvidar ni perdonar.