Vivimos tiempos raros en los que se mezclan las imágenes alentadoras de los aviones que llegan con vacunas y las noticias de números desgarradores, luctuosos. Tiempos en que regreso a mi casa tras casi dos meses de internación y lo celebro, porque este rato que me deja la vida lo quiero aprovechar más en la pelea, en la lucha de aportar más.
Vivimos tiempos de un presente penoso, luctuoso, en el que sembraron la duda de tal forma que mucha gente quedó atrapada.
Robert Proctor es un historiador y profesor de la Universidad de Strangford (EE.UU.) que creó la llamada “agnotología”, una disciplina que investiga cómo se esparce la ignorancia. Sin mencionarlo de esa manera, lo refería hace escasos días el presidente Alberto Fernández cuando se señalaba que hay un “arte de la manufactura de la ignorancia”.
Proctor ha sido el más grande luchador contra la industria tabacalera. En su libro “Holocausto dorado” da cuenta cómo el tabaco ha matado a cientos de millones de personas. De más está aclarar que las corporaciones combaten a este reconocido historiador, y lo hacen con la técnica de sembrar la duda sobre todo lo que plantea. Hicieron lo imposible para que el libro no tomara contacto con el público, pero el hombre fue varias veces a los juicios a testimoniar y a enfrentarse, muchas veces con sus propios colegas. Como sucede con el periodismo, algunos profesores de ciencia estaban allí para refutarlo, para sembrar la duda y para generar situaciones que, trasladadas a nuestro tiempo, le arrancaron esta frase al presidente de la Argentina: “¿Cuántos de los que no se han inscripto (para la vacunación), no lo hacen contaminados por una prédica disolvente, que en realidad condena a muchos argentinos y argentinas?”

Clarísimo. Es alarmante la habilidad con que los medios de la Argentina esparcen la ignorancia y llevan adelante un periodismo criminal. Porque no olvidemos que esa prédica ha costado vidas. Desalentaron el distanciamiento social, la cuarentena y después la vacuna.
Así como a Proctor lo hostigaban, no desmintiéndolo sino instalando la duda, ahora está comprobado que la industria tabacalera fue responsable de una de las peores matanzas de la comunidad. Pero ellos daban argumentos falaces. Esparcían la duda. Lo mismo que hoy hacen con el calentamiento global, entre muchas cosas. Saben que al mundo le están haciendo un desastre, nos lo estamos haciendo, pero establecen esas discusiones y dudas… y así aparecen personajes como Trump, sin ir más lejos.
Igual que los voceros de los medios argentinos, los empleados del establishment, hacen su trabajo contra la verdad. “¿Hoy la vacuna rusa no es confiable?”, dijeron. “¿Por qué compramos una vacuna que todavía no está aprobada por el mundo?”, cuestionaron. Elisa Carrió llegó a afirmar: “Esto es un negocio y una desesperación de Cristina”, o bien que “en lugar de la vacuna, yo le estaría dando a todos un compuesto de vitamina D”.

“Hoy he leído dos encuestas en las que dicen que el sesenta y pico por cierto estaba dispuesta a aplicarse la vacuna, y eso ha bajado al 30 %: eso significa desconfianza”, trataba de editorializar Mario Negri. “¿Le estuvieron dando agua a algunas personas?, se planteaba por ahí. O era Lanata el que preguntaba: “¿Los argentinos seremos conejillos de indias detrás de un negocio K”. Nelson Castro lanzaba sin sonrojarse: “La inteligencia rusa está directamente ligada a Cristina: no se pongan la vacuna rusa. Es una vacuna que se sabe muy bien cómo completó la fase 1 y la fase 2”.
Así lo hacen. Ese es el bombardeo permanente. Proctor plantea que cuando el debate es político pero recurren a una permanente degradación por medio de la retórica de la desinformación, hacen que el debate no sea con datos reales y niegan la credibilidad de las fuentes. En la Argentina, el efecto es brutal. La producción intencionada de ignorancia necesita de políticos, de publicistas, de medios, de periodistas. Le ponen su firma a la convocatoria al desastre y no importa si son comprados o voluntarios.
Así llegan a la posverdad. Son personajes con los que hay que lidiar todos los días. Tienen un gran desparpajo para afrontar lo que ellos saben que son mentiras.
Verdad y consecuencia
Hace unos días un amigo me escribió, deseoso de salir de este momento de espanto. Me hablaba de la pena que le daba esta derecha ramplona, provocadora y vandálica, que en instancias como las que le toca vivir al mundo, se permita omitir que hay personas que entregan su vida para salvar las de otros, que no puedan atenuar su voracidad.

Ahí lo tenemos a La Nación +, el canal que Mauricio Macri regó con 2 mil millones de dólares, plata que no es para los periodistas tradicionales, que siguen cobrando sueldos de hambre y los siguen echando, mientras se niegan a pagar el impuesto a los ricos. Ahí se permitieron criticar por largo rato a Alberto Fernández, en una foto en la que aparecía con los pilotos de un avión. Cinco personas ahí apretujadas en la cabina, para la selfie, ¡sin barbijo! Pero la foto usada por el canal de los Saguier y Macri no era del domingo, como el periodista le decía a la pobre gente, entre los que hay fanáticos idiotas, pero también de los que por casualidad se prenden en el zapping. La foto era de antes de la pandemia, de la primera gira del presidente. Jamás lo rectificaron ¿Por qué rebajarse a algo tan bajo, tan bastardo, tan espurio? Se han perdido el respeto a ellos mismos.
No es problema pensar distinto. Es maravilloso. Pero hagámoslo con argumentos. Hay gente que tiene capacidad para hacerlo.
Como ocurre con el lobby por la Pfizer. Porque el negocio es vender esa vacuna para hacerle el gusto a la embajada de Estados Unidos, que está permanentemente detrás de ellos por un contrato o por lo que sea. Todo lo que están haciendo por la guita loca que lo hagan, pero no mintiéndole a la gente. Como lo hizo Morales Solá en reciente una nota sobre las negociaciones de la deuda.
El propósito es ir contra la democracia. Todo lo que han hecho en este tiempo da un inmenso dolor. Por el periodismo. Por el país. Por los que han muerto y por los que siguen muriendo.

Tenemos que lidiar con personajes insólitos, que tienen un gran desparpajo para emitir sus posiciones a sabiendas que trascienden a la opinión pública. Carrió ahora habla abiertamente de que ella no habló del envenenamiento. “No, entendieron muy mal…”, se defiende ahora. A lo que se suma la noticia que el fiscal Marijuan pidió desestimar la denuncia de Carrió contra Alberto Fernández por envenenamiento. Al parecer, para el fiscal hay inexistencia de delitos, por lo que pidió el archivo del caso.
Otro ejemplo es Patricia Bullrich. Todos sabemos cómo hablo de Mauricio Macri en los tiempos del Correo, siendo ella funcionaria. “Aquí se habla mucho del Estado inteligente. Un Estado inteligente le debe cobrar el canon a las empresas. Con los 260 millones de pesos que debe, levantamos dos veces las casas que se necesitan para la villa 31. Dos veces”, alardeaba. Pero ahora, la ex ministra tuitea lo siguiente: “El kirchnerismo lleva 18 años con el concurso del Correo Argentino. Ahora los accionistas ofrecen pagar el 100 % de lo que resuelva la justicia y los acreedores están de acuerdo. Pero (Carlos) Zannini sigue hostigando a la jueza. ¡Doctora Cirulli, usted no debe ceder!”. Un desplante de impunidad. Es espeluznante. Demencial. Ella sabe qué es lo que dijo además de saber qué representa Macri en el tema del correo.

Juegan con la ignorancia porque la derecha se lleva muy bien con la mentira. Digamos esto como tirándole un salvavidas a Macri. Todos ellos mienten para situarse en el lugar del que es atacado. Podemos encontrar mil casos más. Pero finalmente nos detenemos en el ex presidente por la mentira de haber dicho que no se iba a vacunar hasta que el último de los argentinos lo haya hecho. Y de inmediato va a los Estados Unidos y lo hace…
¿Para qué esa mentira? Conviven con eso. Con desparpajo. Es parte de su personalidad. De llevarse todo por delante. Todo el tiempo, fake, fake, fake… Todo el tiempo.
A veces pensamos que son ignorantes. Que hablan en función de su ignorancia. No, lo hacen de perversos, no más.
En cambio, para otros una mentira es una cosa muy grave. Hay una cuestión ética. Se puede cometer un error. Pero no mentir aviesamente. Desde esa vereda de enfrente debemos luchar a brazo partido contra la ignorancia. Es nuestra principal herramienta.