Pequeña semblanza para Rodolfo García
Se lo podía ver caminando entre la gente en cualquier lado. En las marchas, en la muchedumbre, los 24 de marzo o en las manifestaciones contra el macrismo. Se mezclaba sin ánimo de resaltar. Y así lo describían sus amigos: como alguien que era generoso y no buscaba sobresalir, sino que más bien hacía un culto de la amistad, el compañerismo y la camaradería.
Comenzó a batir los parches en Los Larkins, esa banda juvenil de principios de los 60 que, como todas las agrupaciones de ese momento, hacía rock pero cantado en inglés. Rodolfo era el líder y el mayor de todos los integrantes, entre los que se contaba a Luis Alberto Spinetta. Con él, luego de varias idas y vueltas, formaría una de las bandas seminales del rock en la Argentina, Almendra, cuando ya ellos dos y algunos otros músicos batallaban por imponer la necesidad de cantar en castellano. Así, Rodolfo integró una de las agrupaciones que conformaron la trilogía inaugural del rock nacional.
Pero ese periplo duró poco. Cuando Almendra se separó y dio lugar a otras bandas, Rodolfo sentenció: “No nos dividimos, nos multiplicamos”. Efectivamente, Pescado Rabioso, Color Humano y Aquelarre, del que él formó parte, animaron el primer tramo de los años 70, cuando los tiempos se ponían difíciles y todavía era un delito ser joven y hacer rock en castellano.

Luego, puso su música al servicio de Tantor, en medio de la dictadura (1978) y hasta el regreso de la democracia. Con esta agrupación, pasó por el B.A.Rock de 1983 y quedó inmortalizado en el registro fílmico cuando la banda entró al escenario con un elefante. Más tarde, acompaño con su –a esa altura– legendaria batería a muchos músicos solistas, entre ellos, Víctor Heredia y Alejandro Del Prado. A fines de los 80, formó La Barraca y también Posporteño. En 1996, volvió a estar al lado del “Flaco” Spinetta en su MTV Unplugged, calzándose un acordeón. Luis Alberto lo presentó como “un padre musical que siempre me va a acompañar”.
El pasado 4 de mayo, la fecha en que nos dejó físicamente, todavía era parte de una de las tantas vueltas de Posporteño y La Barraca.
Cuando empezó en la música, en los tiempos de Los Larkins y Almendra, iba a un colegio público y trabajaba en un taller mecánico. Seguramente, ese origen proletario fue el que no lo abandonó nunca y por eso, en estos días de su despedida, se multiplicaron las voces que resaltaron su humildad, generosidad y compañerismo.
Se nos fue Rodolfo García, un pionero del rock nacional, un tipo entrañable para todos, para quienes lo conocían en persona y quienes no, como el que esto escribe. Pero, según dicen los mexicanos, alguien se muere solo si le llega el olvido y Rodolfo no va a poder ser olvidado.
* Sociólogo, docente e investigador (UBA/UNSAM), becario post doctoral Conicet.