Quiénes dirigen la cerealera intervenida. De Clinton a Vargas Llosa, la historia detrás del principal aportante de Macri.
No se entiende bien cuál sería el mérito de Gustavo Nardelli, CEO de Vicentin, para que el presidente de la Nación, el gobernador de Santa Fe, el ministro de Desarrollo Productivo, el de Agricultura, el secretario general de la Presidencia y la secretaria de Legal y Técnica, lo hayan recibido en la intimidad de la Quinta de Olivos.
¿Habrá querido el gobierno evitar así, extremando su perfil dialoguista, la remake de 125 que los diarios del Foro de la Convergencia Empresarial y la oposición política, cacerolazo mediante, pretendieron instalar la noche anterior? Quizá.

Sólo alguna razón tan políticamente inquietante como esa puede explicar una noche de pandemia dedicada por tan alta plana a un empresario que, aún con el modelo Disney para el agronegocio que impuso Mauricio Macri bajo su mandato, endeudó a su empresa en 100 mil millones de pesos, la mandó a concurso y está sospechado de un vaciamiento que afecta a tres bancos públicos nacionales, tres bancos internacionales, cinco mil empleados y casi tres mil productores proveedores de materia prima.
Fue la Unidad de Información Financiera la que denunció a Vicentin por haber llevado a cabo “complejas maniobras de lavado de activos” que podrían representar “una posible y cuantiosa defraudación al Banco de la Nación Argentina” en el marco de decisiones que involucran, entre otros, a Nardelli y al ex presidente Macri.
Quizá la reunión en Olivos sea una prueba más de la vocación pedagógica que demuestra Alberto Fernández con los dueños del poder para explicarles “que la Argentina de los vivos se acabó”.
De mínima, los antecedentes empresarios, políticos y legales de Nardelli invitarían a no tener demasiado roce con él. Hombre de manejos económicos tan turbios como dispendiosos y una fenomenología de espíritu más bien alegre, reflejada en la colección de vinos que lanzó bajo etiquetas como “El Maldito”, “El Bribón”, “El Canalla”, “El Contrabandista”, “El Renegado” y “El Prisionero”. Tampoco coopera para comprender la escena en Olivos que su empresa haya sido la principal aportante a la campaña por la reelección de Macri, de quien dependía Javier González Fraga, precisamente el presidente de la entidad pública que le prestó 18.500 millones de pesos que el propio Nardelli -ahora- dice no poder devolver. ¿Acaso pensaba lanzar un vino llamado “Pagadiós”?
Quizá la reunión en Olivos sea una prueba más de la incansable vocación pedagógica que demuestra Alberto Fernández con los dueños del poder y del dinero para explicarles “que la Argentina de los vivos se acabó”, que de alguna influencia remanente de aquel poder macrista que en su momento encumbró a los Nardelli en el mundo de los negocios, hasta estrellarlos.

Sergio Nardelli, el otro de los directores de Vicentín, apadrinado por Guillermo Dietrich y la Fundación Libertad, la de José María Aznar y Mario Vargas Llosa, llegó a ser pre-candidato a gobernador de Santa Fe por el PRO, esperanza que el radicalismo provincial se encargó en su momento de arrebatarle. Sin embargo, a juzgar por sus promotores políticos, los Nardelli no jugaban, ni juegan en ligas menores.
Su socio global es nada menos que Glencore, una empresa suiza a la que se le atribuye un talento muy codiciado en la etapa de valorización financiera del mundo capitalista como es la de hacer circular dinero por distintos paraísos fiscales, cada vez más lejos de las pretensiones impositivas de los gobiernos. Producto de tales prácticas, su fundador, Marc Rich, llegó a estar entre los diez hombres más buscados por el FBI, hasta que Bill Clinton lo indultó. Eso es poder de verdad.
Para el poder local, el verdadero fantasma es que el gobierno intervenga con más energía en la economía para entrar en una fase más distributiva post-pandemia.
También es poder de verdad hacer ver el salvataje estatal o mixto a una empresa quebrada, que incluye un eventual proyecto de expropiación que sería debatido en el Parlamento, como la avanzada del sanguinario poder soviético sobre la virginal propiedad privada. La expropiación es un instrumento legal que está en la Constitución liberal argentina desde 1853.
No es el fantasma del comunismo, de todos modos, el que vendría a explicar los últimos movimientos en el tablero del poder local.
El fantasma es otro. Es que el gobierno decida intervenir con mayor energía en la economía luego de arreglar con los acreedores, entrando así en una fase más distributiva post-pandemia.
A eso le llaman “comunismo” los que confunden la socialización de los medios de producción con la aplicación de un nuevo orden tributario un poquito más progresivo. Más capitalista no se consigue.

Nardelli, detenido dos veces por violar la cuarentena, llegó y se fue de Olivos sin problemas. Cualquier otra actitud, en un país al revés como el nuestro, donde cuatro de cada diez personas siguieron votando a Macri después de sus espantosos cuatro años de gobierno, lo hubiera convertido en un mártir de las libertades conculcadas por el autoritarismo K.
Será por eso que el presidente decidió hace tiempo no ahorrarse ningún gesto que sirva para ahuyentar los fantasmas de gente tan susceptible. Absolutamente, ninguno. Lo que importa, al fin de cuentas, es el fondo. En todo sentido.