La ciencia del psicoanálisis, por lo menos desde una de sus escuelas, ha aportado mucho en cuanto a la interpretación de los sueños, pero aquí sólo quiero establecer como punto de partida de esta nota y del diálogo que ella genere, algo que, en materia de sueños, seguramente hemos vivido en ocasiones casi todos: el soñar que, en un momento de desesperación, angustia o miedo, queremos gritar sin que salga sonido alguno.
En el sueño hacemos enormes esfuerzos por decir algo importante y no podemos expresar absolutamente nada. La sensación de impotencia es altamente frustrante.
Este ejemplo, con alguna chance de tener que reconocer un porcentaje de exageración, me es de mucha utilidad a la hora de transmitir a los lectores, particularmente a los que han tenido la prudencia de no estudiar derecho ni seguir la carrera de abogacía, aquello que ocasionalmente en general, y con mucha asiduidad particularmente entre los años 2015 y 2019, hemos sentido los juristas.
En verdad, aquello que voy a describir lo hemos vivido los profesores de derecho y los abogados que nos hemos dedicado al derecho penal, a la hora de advertir con claridad, en el día a día de nuestro trabajo profesional, de qué modo todos los principios fundamentales que rigen la administración de justicia penal y que aseguran que ella se desarrolle en el marco del estado de derecho y de un sistema republicano, han sido, uno a uno, sistemáticamente ninguneados.
“Fueron años en los cuales iban sucumbiendo el principio de inocencia, el juicio previo, la garantía de derecho de defensa en juicio”.
Estos principios, fueron destrozados, banalizados, reconducidos a la nada misma y reinterpretados con una ignorancia maliciosa por Jueces y fiscales que han optado por el directo desprecio al sistema regional e internacional de protección de los derechos humanos.
Frente a ello, como en el ejemplo del sueño, día tras día, decenas de abogados, por uno u otro camino argumental, en casos de mayor o menor gravedad, reclamábamos, en un lamentable modo “mute”, en escritos, o en prudentes visitas en las mesas de entradas, o en audiencias orales en el marco de distintas instancias, en jornadas universitarias, o en entrevistas periodísticas, sin que nada de lo que hiciéramos mereciera ni la más mínima respuesta.
Como si nadie escuchara.
Rechazos in límine (casi sin leerlos), respuestas formales negativas e, incluso, en algunos supuestos, ninguna respuesta.
Fueron años en los cuales, para desesperación del mundo jurídico, iban sucumbiendo indefectiblemente: el principio de inocencia, el juicio previo, la garantía de derecho de defensa en juicio, el principio de proporcionalidad de las penas, etc., etc.
“Todos los principios fundamentales que rigen la administración de justicia penal han sido, uno a uno, sistemáticamente ninguneados”.
Lo que hoy llamamos Lawfare es la combinación de lo que se hizo y contra quien se hizo.
Para algunos desprevenidos (o que prefieren hacerse los tontos) haremos un esfuerzo por contarles lo que ha pasado. Primero, ¿qué se hizo?
Pues bien: se usó indiscriminadamente la prisión preventiva, se clonaron hasta el infinito procesos penales que se referían a lo mismo pero que se reproducían en busca del juez permeable a los intereses del poder político, se negó toda posibilidad en el acusado de generar medidas de prueba a su favor, se multiplicaron los querellantes dominados por el interés circunstancial de quien fuera el Presidente de la República (UIF, AFIP, Oficina Anticorrupción) y se estableció un funcionamiento de una selectividad absoluta en quienes eran querellantes estatales (la caricatura de este fenómeno fue la no abogada Laura Alonso).
Por otro lado, en los procesos que se siguieron contra ex funcionarios se incumplió una exigencia esencial del sistema de enjuiciamiento penal como es la definición del hecho de manera precisa y circunstanciada, también se incumplió el deber de indicarle a los imputados cuál era la prueba de cargo en la cual se apoyaba el fiscal para sostener semejante acusación.
“Se estableció un funcionamiento de una selectividad absoluta en quienes eran querellantes estatales (la caricatura de este fenómeno fue la no abogada Laura Alonso)”.
Se instrumentó un modelo espeluznante de disciplinamiento de Jueces y se desarrolló un complejo sistema de generación artificial de causas integrado por estos jueces disciplinados, algunos periodistas preocupados por la inteligencia interna, algunos agentes apretadores orgánicos o inorgánicos y una AFI (agencia fraudulenta de intrigas) sólo destinada al montaje de persecuciones e influencias judiciales.
Algunos periodistas desprovistos de información lícita, pero también de escrúpulos, se ocuparon de publicar oportunamente la información que un Estado inmoral conseguía en los sótanos de la democracia y que por ello mismo no podían judicializar en forma directa. Dicha información se originaba en claras violaciones de garantías, de la intimidad, gambeteando los requisitos constitucionales y de protección de la dignidad de la persona.
Sin ningún tipo de certificación de la información los medios de comunicación masiva no dudaron en reproducir esa información, insisto, originada en una violación de la protección constitucional de la privacidad. Esa información le llegaba al periodista de modo siempre anónimo, según sus propios relatos en ocasiones risibles.
A su vez, esos “datos” no tardaban en generar una causa penal a través de la denuncia de algún fiscal mucho más activo antes (para la denuncia de delitos de acción pública), que ahora.
“Algunos periodistas desprovistos de información lícita se ocuparon de publicar la información que un Estado inmoral conseguía en los sótanos de la democracia”.
Luego el Juez, felizmente seleccionado, citaba, por iniciática del inquieto fiscal, al periodista que publicó la nota, quien, obviamente, se escudaba en el derecho a proteger la identidad de la fuente.
Algo muy parecido al proceso de legitimación de capitales de origen ilícito para darles apariencia de legalidad. Aquí lo que era ilícito desde el comienzo fue la prueba que debía ser blanqueada por esa asociación de jueces, fiscales y zombis nocturnos que operan en las bambalinas de las instituciones.
Se ha hecho un uso ignorante, ilegal, arbitrario, manipulador, inconstitucionalmente retroactivo y clandestino (incluso violando los roles de quienes deben defender desde una institución pública) de la ya de por sí polémica figura del arrepentido.
A efectos de lograr el manipuleo absoluto de los procesos, se ha roto la idea de identidad procesal, acumulando o dividiendo procesos sin ninguna razón de ser, sólo para asegurar la intervención del Juez amigo.
Los ex funcionarios del gobierno anterior no sólo eran siempre encarcelados, normalmente sin razón procesal que lo justifique, y en ocasiones generando fraudulenta y artificialmente una situación de peligro de fuga o de obstaculización de la investigación con la complicidad de quien en ese momento manejaba a su antojo el Ministerio de seguridad, sino que, para peor, se montaba para los traslados a las unidades penitenciarias un show digno de películas de acción, con disfraz de “preso peligroso” incluido.
“Se ha hecho un uso ignorante, ilegal, arbitrario, manipulador de la ya de por sí polémica figura del arrepentido”.
Se montaban “simultáneas” de indagatorias para quebrar el ánimo de quienes declaraban, violando todas, sin excepción, las normas que regulan ese acto de tanta trascendencia para el imputado y su defensa.
Desde el organismo de inteligencia se llegó incluso a infiltrar a un sujeto como defensor de la familia de un importante empresario de la construcción, que estaba sufriendo una injusta prisión preventiva, sólo para intentar perjudicar la situación de la Ex Presidenta.
A muchas personas con “aparente” riesgo de ser imputadas en la famosa causa de los cuadernos se las amenazaba con las cien plagas de Egipto si es que no aceptaban ser arrepentidos y desde ese lugar dirigir la investigación para perjudicar a las más altas autoridades del gobierno que ocupó el poder hasta el año 2014. En el caso que aceptaran, automáticamente se les obligaba a cambiar al abogado particular y poner en su reemplazo a un Defensor Oficial que justamente hoy está sospechado de haber violado sus deberes más esenciales.
Hoy sabemos que se instrumentó un sistema de escuchas de las conversaciones de los sometidos a prisión preventiva con sus abogados defensores. Llegando al colmo de las afectaciones constitucionales.Se manejaba de modo antojadizo los aportes de los peritos técnicos incluso en causas de la máxima trascendencia. Los peritos oficiales debían decir aquello que servía para condenar al acusado, ni más ni menos.
Se manejaba de modo antojadizo los aportes de los peritos técnicos incluso en causas de la máxima trascendencia. Los peritos oficiales debían decir aquello que servía para condenar al acusado, ni más ni menos.
“Se instrumentó un sistema de escuchas de las conversaciones de los sometidos a prisión preventiva con sus abogados defensores”.
En su desesperación algunos peritos que no podían sustentar esos dislates desde su ciencia, copiaban textos de algún sitio de internet o afirmaban cosas sin más sustento que el más tendencioso de los prejuicios. Hoy estos señores se encuentran afrontando denuncias penales por sus vergonzosas actuaciones.
Para espanto del lector podría seguir mucho más. Pero con esto alcanza.
Por lo menos quiero pensar que este relato es suficiente para atraer al distraído, prevenir al desprevenido, sensibilizar al insensible y activar al sedentario.
Cuando todo este camino de desgracias, que hicieron sangrar a la República, que fueron cortando los tendones para poner nuestra dignidad de pie, tiene por único objetivo destruir una propuesta política e ideológica, eso es el Lawfare.
En lo que va del mes de junio sucedieron dos cosas: se cumplieron 6 meses del gobierno de Alberto Fernández y mi hijo Mateo cumplió 18 años.
Uno de los regalos que le hice a Mateo fue el leer juntos un poema que mi padre me leyó a mis 18 años: El poema “Si…” de Rudyard Kipling, escrito posiblemente entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX (¿1895?, ¿1910?): un ejemplo de reglas de vida dirigidas a su hijo. Vale la pena, releerlo en estas épocas.
Si…
Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor
la pierden y te culpan a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también aceptas que tengan dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.
Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.
Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones,
a cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados,
y así resistir cuando ya no te queda nada
salvo la Voluntad, que les dice: «¡Resistid!».
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que, es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!
El camino que nos indica Kipling está lleno de luces que sirven a la inspiración para guiar una nueva etapa en el camino de la vida de una persona. Pero, quizá no se trata sólo de eso. Posiblemente también haya aquí un camino indicado para quienes tienen la difícil tarea de conducir este hermoso país a un lugar mejor, a un lugar de igualdad de oportunidades, para quienes nos convocan a luchar codo a codo (nunca mejor dicho) por nuestra supervivencia, por nuestra mejora cultural, y por la transparencia de nuestras instituciones.
Pero lo que no podemos es olvidar que esos Jueces y Fiscales, que han armado ese desastre y las consecuencias procesales de sus actos, siguen vigentes, como también está vigente el injusto encierro que siguen sufriendo muchos ex funcionarios en el marco de procesos que no han respetado el mínimo ético que debemos pedir al Estado. No nos olvidemos que el demonio siempre está en el Estado que se excede: del otro lado sólo hay acciones que deben investigarse sin dañar la dignidad del funcionario investigado. Esa es una lección que ya aprendimos todos los argentinos.
Publicado en Identidad colectiva.