Venimos arrastrando muchos años de mentira. Este lunes fue un nuevo aniversario del suicidio de Alberto Nisman. Han aflojado. ¿Se acuerdan que en los primeros tiempos hubo marchas a las que iban miles de personas? Bueno, terminaron en un bar. No exagero: algún estimado colega que estaba en esa movida terminó con seis o siete amigos. No alcanzaban ni para un truco en la última marcha que hicieron porque ya se daban cuenta de que era ridículo lo que estaban haciendo.
Los diarios que alimentaban esas mentiras todavía algo dicen. Aunque se les ha desinflado todo. En este aniversario, en la tapa de Clarín no pusieron nada. Nada. Les debe dar un poquitín de vergüenza aunque estos tipos no suelen tenerla. Nos han entregado indecorosamente tanto durante este tiempo que algún día deberían sentirlo. Ellos, que se permitieron tomar a una persona que se había suicidado en el baño de su casa y le inventaron mil locuras y hasta contaron con una pericia bochornosa de Gendarmería por afuera de todos los protocolos… Fueron los que “entraron” a un iraní con un venezolano, siempre eligiendo personajes claves en estas cuestiones. Eso sí: estaban entrenados por Fidel Castro, y entraron al baño de Nisman, lo pusieron de pie al hombre que se había suicidado y ahí no más le dieron un tiro. Un colosal absurdo.
En el departamento no había el mínimo síntoma de violencia, no había sensación de nada que hubiera mostrado a Nisman, al menos defendiéndose de las personas que entraban para matarlo… No había ni una cobija dada vuelta: todo totalmente ordenado. Pero además, la puerta del baño quedó abierta un poquitito así, tal como lo dijo la madre del propio fiscal muerto, quien fue la primera en ingresar al departamento, y que para ver qué sucedía en el baño debió usar un espejo. ¿Cómo hicieron esos dos asesinos para salir del baño y luego del departamento y dejarlo cerrado por dentro, para irse por los ascensores o las escaleras con todas las cámaras que había? ¿Y cómo salieron del edificio de Puerto Madero sin que una sola cámara los captase? Ese mismo día contó Elisa Carrió que un Buquebús lleno de iraníes venía a constatar que un compatriota había matado a Nisman. Un dislate tras otro.

El cúmulo de disparates no se ha detenido nunca. Se acuerdan que inventaron un chino: que había un pasadizo secreto, que alguien podía meterse en el departamento por ese pasadizo y matarlo. Y él asumiendo que venían a matarlo. Eso sí, lo hicieron con la pistola que Nisman había pedido para suicidarse a su asistente Lagormarsino, quien ha pagado muy caro el simple hecho de haber estado cerca del fiscal.
Es de locos. Las mentiras fueron cuantiosas, permanentes, totales para justificar esa insólita idea de que Nisman fue asesinado. Y que lo fue por la entonces presidenta de la República.
Esa historia que fabricaron les permitió burlarse de la democracia. Instalar un gobierno neoliberal que les dio todo a ellos, que les permitió robarse todo durante cuatro años, hasta abusarse en forma increíble porque tenían el poder real más el poder político. No le dieron nada a la gente, la mataron de hambre. Los pobres cayeron en la indigencia. Tuvimos que pasar por algo que nos cayó por la cabeza, como la pandemia, para tomar conocimiento que once millones de personas comen gracias a que el Estado, ahora, tiene un brazo generoso, una mano abierta para aquellos que sufren. Porque el actual no es un Estado neoliberal, sino totalmente lo contrario.
Por eso vale la pena tener memoria. No olvidar lo que nos hicieron.

Vamos a revisar algunas de las mentiras increíbles que dijeron. Muchas de ellas fueron sustentadas por Sandra Arroyo Salgado, la ex esposa del fiscal. Lo único comprensible es que ella no quería ser, frente a su familia, una de las responsables de la decisión que adoptó Nisman. Pero claro que lo fue. Seguramente con su desprecio, fue parte de haber precipitado la decisión de Nisman de quitarse la vida, tratado de la peor manera. Como lo fue el haber sido ignorado por los espías que le habían dado letra y lo habían usado hasta poco antes, con la obligación de concurrir al Congreso para dar explicaciones. Ese hombre estaba desesperado y se pegó un tiro.
Pero apareció su ex mujer con una sarta de mentiras en complicidad con los medios del poder. Una de las que dijo ella fue que no había pólvora en las manos de Nisman y adujo que se habían hecho dos pericias. Sí, se habían hecho pero ella tergiversó el resultado. En el expediente figuraba que había 64 partículas de pólvora en su mano derecha y 19 en la mano izquierda. ¿Nisman recurrió a fuegos artificiales, acaso? Fue una de las formas, sólo una de las cuestiones con las que quisieron engañar a la gente.
Otra de las cosas que dijo esa señora y que por supuesto repetían con eco Clarín y La Nación fue que el balazo que se dio Nisman había sido por detrás de la oreja, en un lugar en donde ningún suicida elige pegarse un tiro. Tampoco fue real. No: verdaderamente fue en la sien.

Era mentira como la acusación a Lagomarsino. Me siento muchas veces cerca de él, sin conocerlo salvo en algún reportaje, porque no se pueden recibir más ataques injustos, más rechazo de un sector de la sociedad que creía que, efectivamente, había sido el asesino. Lagomarsino se fue a las 20:35:02. Se fue a la noche. Y mal que les pese, una periodista de TN fue quien confesó que había hablado con Nisman bastante después, a las 21:17. Es decir, aún estaba vivo. Lagomarsino era un hombre al que Nisman le quitaba la mitad de su sueldo, 40 mil pesos. Pero como al fiscal no le alcanzaba con el dinero que le robaba al Estado, se quedaba con 20… Fíjense la ruindad del personaje al que quieren convertir en un héroe. Y todo para inculpar a Cristina Fernández.
Otra de las mentiras. Las recreaban permanentemente. De pronto dijeron que Nisman había recibido el balazo desde una distancia de 15 centímetros. Y cuando eso había sido desmentido por la fiscal Viviana Fein, una señora en un almuerzo televisivo lo repitió y tuvo la complicidad de quienes estaban en su mesa, la periodista de TN que había disparado esa noticia vergonzosa. Fue la fiscal Fein quien confirmó que el arma prácticamente la tenía apoyada en el parietal… A ella sólo le faltó la audacia de confirmar que había sido un suicidio. Nunca usó esa palabra. Pero como era una mujer seria, una mujer decente y trabajadora, los medios siempre estuvieron en su contra, despiadadamente.
Recordemos que todas estas mentiras fueron para una operatoria que iba a opacar la democracia en el 2015. ¿Quién podría votar a una presidenta que era capaz de asesinar a un fiscal? ¿Y cómo no iba a ser ella, si lo mataron después de que él la denunciara? No dejaron margen para pensar que, si lo hubieran matado, podría haber sido quien quería perjudicar a Cristina. Pero no estaba ni siquiera mencionado como posibilidad. Todas las certezas que tenían era un cúmulo de disparates: una denuncia que ya había perdido contra todos los jueces que la habían estudiado; que se caía por lo que había dicho la interpol; una denuncia que motivaba que Nisman no se animara a ir al Congreso, porque le prometieron que no iba a haber nadie, pero él se desesperó cuando supo que iba a estar la gente del gobierno que lo iba a destruir, que lo iban a mostrar como un verdadero farsante, un truhán, un mentiroso, una persona que para evitar que lo echaran del cargo, después de todos los desastres que había hecho, presentaba esa denuncia mal escrita, un mamarracho como nunca se había visto desde el punto de vista jurídico. La denuncia estaba caída: ¿Qué le podría preocupar entonces a Cristina Fernández?

¿Qué le preocupa ahora cuando otro fiscal todo terreno al servicio de la maldad jurídica, Eduardo Taiano, fue quien impulsó nuevamente la causa? Ya no sirve para nada. Va a caer en el olvido y en el desprecio jurídico.
Quieren reiterar el procedimiento basado en falsedades pero cada vez les cuesta más, por lo obvia que resulta la verdad.
No lo quiso hacer ni el más ingenioso libretista de Hollywood, porque no hubiera tenido manera de salir del atolladero que significa decir algo tan disparatado de sostener. Aunque hasta hace pocas horas Clarín haya vuelto a insistir en su tapa: ahora son los cruces telefónicos de los espías el día que mataron a Nisman. Todo lo que pueden decir al cabo de tantos años es que los espías, ese día, hablaron mucho entre ellos.
Otro de los mamarrachos que presentaron. En esa misma tapa en que hicieron un escándalo ante la protesta por la cárcel infinita de Milagro Sala, y adujeron que sus seguidores “dejaron un basural en los tribunales”. Pero de Gerardo Morales que la somete desde hace cinco años a la más injusta de las detenciones, ni una palabra.
Son unos verdaderos miserables.