Cuando la vicepresidenta propuso que el FMI se cobre primero de los dólares que ayudó a fugar violando su propio estatuto, le encontró una vuelta política y económicamente sustentable al proyecto oficial de cara al 2023, rescatándolo del fiscalismo posibilista.
Sin importar la belleza de sus consignas, cualquier proyecto político que no logre estabilizar la economía, tarde o temprano está destinado a fracasar.
Igualmente pasa con un modelo económico: si no puede asegurar el bienestar prometido, se va deshilachando política y socialmente, hasta volverse inviable.
Y aunque la política y la economía sean dos de los temas que apasionan a la sociedad argentina, justamente el arte de armonizar una cosa con la otra, haciéndolas jugar el mismo partido, sigue siendo un talento escaso en el país.
Es por eso que los temas menores, palaciegos, inundan la agenda de los programas de TV y sus panelistas se dedican a hacer con esos temas lo que saben hacer de memoria: hablar sin saber demasiado pero cumpliendo con la consigna de hacerlo a los gritos.
Cristina ataca los que considera son los problemas estructurales que hacen de un país rico, como la Argentina, uno con índices de pobreza inconcebibles.
Mientras los licenciatarios embolsan millones de pauta publicitaria estatal criticando lo caro que nos sale el Estado, estas baratas modulaciones altisonantes y descomprometidas de una TV decadente, ocupan horas de debate insólito en las pantallas.
¿Están peleados de verdad Alberto y Cristina? ¿Quién tiene la lapicera? ¿Y la tinta? ¿Es Parker? ¿Cristina es mala? ¿Qué tan mala es Cristina? ¿Ella lo dirige a él? ¿Y qué dice Fabiola? ¿Qué Fabiola? ¿La de la cena en Olivos? ¿Qué cena, la que organizó Cristina?
¿Es cierto que la CGT quiere que Alberto rompa ya mismo con “La señora”? ¿Se fue la mitad de la Plaza el 10 de diciembre cuando el presidente comenzó a hablar, igual que pasó con los Montoneros y Perón en los ’70? ¿Dónde está Isabelita? ¿Y el Rodrigazo?
¿Y Berni? ¿Qué opina el FMI de Sergio Berni? ¿Y de lo mala que es Cristina?
Este bochinche es como un subgénero de la política local, ecosistema donde proliferan charlatanes diversos y operadores entrenados en lanzar cuestiones triviales al espacio de los asuntos de Estado, y tratar con desdén -sin contexto, sin proceso y sin historia- los temas que realmente son medulares para superar la crisis.

Las complejas negociaciones con el FMI por la deuda que contrajo Mauricio Macri, en representación del Estado argentino, son resumidas a una justa deportiva entre los que postulan el “déficit cero” o el “no pago”, como si detrás de esas decisiones no hubiera enormes costos sociales, humanos en definitiva.
En el abanico de posibilidades, ninguna aparece como ideal. Todas plantean dilemas. Pero lo peor de todo sería no preguntarse qué cosa se hizo mal, o pésimo, para llegar de vuelta acá, después de un desendeudamiento histórico reconocido por la administración macrista en su paper para inversores “Argentina: land of opportunities”.
Folleto que destacaba el desempleo de “menos del 6 por ciento”, la “infraestructura bien desarrollada”, “el desarrollo de capital humano” en un país con “98 por ciento de alfabetismo”, “110 mil graduados de educación universitaria por año”, “la desigualdad más baja de la región” y una “baja relación deuda/PBI, del 13 por ciento”.
Desde el escenario ante una Plaza de Mayo colmada, Cristina reclamó que el acuerdo con el FMI contemple la posibilidad de que el organismo se cobre, antes que nada, de esos dólares que ayudó a fugar al exterior, incumpliendo con su reglamento.
¿Podría la situación de quebranto económico y social que atravesamos ayudarnos a repensar qué fue el gobierno macrista, cuáles sus objetivos o por qué el FMI invirtió una millonada -el crédito más grande desde su creación como parte de los acuerdos de Bretton Woods- para que reeligiera de presidente, violando incluso los propios estatutos internos que prohíben financiar la fuga de los países con deuda del organismo?
¿Está prohibido hablar de geopolítica cuando se habla de deuda externa o de la recurrente “formación de activos externos”, que casualmente eligen las guaridas fiscales protegidos por los países del G7 para radicarse?
¿Podría, al menos, servir para abrir un debate sobre los mecanismos que hacen posible que un PBI completo medido en dólares esté fuera de las fronteras nacionales, al mismo tiempo que las reservas del Banco Central se ven licuadas por sucesivas corridas motorizadas por los grupos privados que fugaron divisas al exterior y ahora exigen dólares oficiales para pagar sus deudas en vez de usar los de sus casa matrices?

Son preguntas que Cristina formula, tratando de conmover a sus pares de la política, tanto en sus cartas como desde la tribuna.
A veces, lo logra. A veces, más o menos.
La vice ataca los que considera son los problemas estructurales que hacen de un país rico, como la Argentina, uno con índices de pobreza inconcebibles.
Evasión fiscal y endeudamiento cíclico para financiar “la formación de activos externos” de particulares y empresas que pasan a ser los capitalistas de cualquier reactivación que exigirán ser seducidos de diversas maneras para retornar algunos de sus dólares al país.
Puede ser una amnistía fiscal (blanqueo), una devaluación salvaje (transferencia automática de riqueza de los más pobres a los más ricos) y hasta la sanción de leyes a la carta.
Para volver a acumular y fugar a la espera de que ocurra otro cambio de ciclo, que les permitirá imponer nuevas exigencias para volver a invertir algo de lo mucho que atesoran off shore.
Cristina le encontró al laberinto de la deuda algo que asemeja a una salida por arriba, que nadie estaba encontrando.
Lo más terrible es que parte de los bonistas privados, a los que ya se le reestructuró la deuda, es decir, se le reconoció y se le dio garantía de cobro, son muchos de los mismos que se la llevaron en pala al exterior y la pusieron en fondos de inversión a jugar a la ruleta rusa con economías irresueltas, entre ellas, una que conocen bien, la nuestra.
Así es que ganan cuando evaden, borran rastros cuando fugan y blanquean cuando compran deuda soberana de países en problemas, precisamente, como consecuencia de su timba financiera.
Estas prácticas nocivas no las va a resolver un gobierno débil. El empeño en debilitarlo, entonces, es parte de una estrategia de acumulación de poder y dinero de personas físicas y jurídicas identificables. Hace un año y medio atrás, El Cohete a la Luna, el portal de Horacio Verbitsky, publicó los listados, que se reproducen aparte, citando la fuente. Quizá sirvan para ir cruzando alguna información.
Cristina los apuntó cuando exigió desde el escenario ante una Plaza de Mayo colmada que el acuerdo con el FMI contemple la posibilidad de que el organismo se cobre, antes que nada, de esos dólares que ayudó a fugar al exterior, incumpliendo con su reglamento.

Ella planteó una tercera posición entre el “déficit cero”, entendido como el ajuste del gasto donde cierran los números del Excell pero la sustentabilidad política del gobierno se descompone hasta disolverlo en el aire, como les pasó a los dos gobiernos radicales, el de Alfonsín y el de De la Rúa; y el “no pago”, equivalente a una ruptura con el sistema financiero global, de consecuencias inciertas, idea que ejerce atracción sobre un sector (las Madres de Hebe llenaron una Plaza de Mayo bajo esa consigna, la izquierda trotskista también) cuya gravitación viene creciendo.
Lo interesante de la propuesta de Cristina, como ocurrió antes con el “Aporte Solidario de las Grandes Fortunas” de Máximo Kirchner, es que avanza por un terreno habitualmente poco transitado por cierta dirigencia, que suele retraerse cuando de enfrentar a las corporaciones se trata, al interior incluso del Frente de Todos.
No es que propone un aumento del IVA, o la quita de la jubilación a los que recibieron el beneficio sin aportar, o sacrificar una generación de nuevos estudiantes universitarios despojándolos del Progresar. No.
Se concentra en los poderosos beneficiarios de una situación que no es de orden meteorológico, sino la consecuencia de un mecanismo dispuesto para acumular riqueza en un sector mientras empobrece a otro, en este caso, la gran mayoría.
Con vacunación completa y reactivación de casi todos los rubros de la economía, quizá haya que replantearse la estrategia, para que no se la vuelvan a llevar en pala los cuatro vivos de siempre.
Claro, también es conflicto. Cuestión que incomoda y pone en tensión a la coalición oficial, donde cohabitan corrientes que no piensan lo mismo en todo. A veces, ni en parte, y otras… en muy poquito.
Cuando Cristina, con la voz quebrada sobre el escenario del 10 de diciembre, se dirigió a Alberto Fernández para exponer su idea, había leído previamente un documento que trataba sobre la deuda de empresas privadas con otras de su mismo grupo, cuyo pago hoy está financiando un Banco Central en situación declinante de divisas.
El monto de esa deuda es de u$s 33.400 millones. Es el 75 por ciento, comparativamente, de la deuda que el país tiene con el FMI. Nadie sabe cómo está compuesta exactamente, aunque se la dio por legítima. En 22 meses del gobierno del Frente de Todos, se pagaron 11 mil millones de dólares financiados por el Banco Central a dólar valor oficial para pagar deuda y la mitad son pagos de origen privado de empresas que podrían pagar con sus propios dólares.
Según el periodista económico Raúl Dellatorre, “la gestión Macri-Federico Sturzennegger-Luis Caputo decidió ocultar la información” sobre las deudas privadas. Sin embargo, “la actual gestión del BCRA, que encabeza Miguel Pesce, reanudó su publicación. Así, nos enteramos de otro dato clave. De los 80.200 millones de dólares de deuda de empresas privadas argentinas con el exterior, en más de 33.400 millones el acreedor es una empresa del exterior del mismo grupo económico, la mayor parte de las veces, su casa matriz. ¿Es tendencioso llamar a esto un ‘autopréstamo’? Es decir, se trata de un pago de intereses ‘intragrupo’, de la filial local a la casa matriz, u otra sucursal de la misma, en el exterior”.

Y sigue: “Volvemos a las comparaciones: son 33.400 millones de dólares contra los 45.000 millones de la escandalosa deuda con el Fondo. Dada la magnitud de la cifra y la vinculación entre deudores y acreedores: ¿no justificaría una investigación acerca de si no se trata de otra maniobra de fuga de divisas encubierta? (…) Son integrantes de una cúpula empresaria que incide y presiona sobre el gobierno y sus políticas públicas”.
Para concluir: “Cuando faltan divisas y se enfrentan desequilibrios en los que muchos se escudan para reclamar una devaluación, ¿nadie mira para este sector privado, con puerta de salida al exterior sin llave?”.
Parece que Cristina Kirchner estuvo mirando en la misma dirección que sugiere Dellatorre y le encontró al laberinto de la deuda algo que asemeja a una salida por arriba, que nadie estaba encontrando.
La pregunta es si el gobierno no sabía, o es que algún sector decidió no mirar mucho para garantizar una tregua con algún sector del establishment en medio de la tormenta de las dos pandemias.
Con vacunación completa y reactivación de casi todos los rubros de la economía, quizá haya que replantearse la estrategia, para que no se la vuelvan a llevar en pala los cuatro vivos de siempre.
Hay 2023 si los números cierran con la gente adentro. Es lo que viene diciendo Cristina.
Por otro lado, sería un error ir a buscar sustentabilidad política al FMI. Ni el megacanje, ni el blindaje, ni los elogios de la nomenclatura fondomonetarista de entonces hicieron más fuerte al gobierno de De la Rúa, que cayó hace 20 años, exactamente.
Un error todavía más grande sería buscar estabilidad económica en las recetas de ajuste, como pide la cúpula empresaria y financiera, que no ignora que el déficit se puede bajar solamente de dos maneras: recortando la inversión social o aumentando la recaudación.
Para lo primero, no hay margen: la mitad de la población es pobre. Para lo segundo, hay una pequeña hendija: cobrarle más impuestos a los que pueden pagarlos, como se demostró con el “Aporte Solidario”.

O revisando el concepto mismo de “restricción externa”, que para un país que tiene fuera de sus fronteras, en moneda dura, lo que es capaz de producir en un año calendario, a esta altura parece un mito.
Desfinanciar la economía del país no puede ser algo gratis. Si el gobierno tiene claro con quién es la principal deuda a pagar y quiénes son aquellos que ahora están obligados a poner el hombro en la crisis, es probable que la Argentina finalmente se ponga de pie tras el neoliberalismo y el Covid.
Hay 2023 si los números cierran con la gente adentro.
Es lo que viene diciendo Cristina.
Hace dos años.
Hay 2023, si la escuchan.
*Artículo publicado en el número 55 de Contraeditorial