El macrista presidente de la Corte quedó en soledad en el Máximo Tribunal tras su fallida jugada en favor los jueces Bruglia y Bertuzzi. El cortesano designado a dedo por Macri fue espiado, al menos, por dos estructuras de inteligencia ilegal del gobernó de Cambiemos. Sus viajes a Panamá, la relación con el operador judicial Pro “Pepín” Rodríguez Simón y el rol de la siempre dispuesta Pato Bullrich.
Los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, oportunamente llevados a dedo por el ex presidente Mauricio Macri a la Cámara Federal porteña, con sede en el castillo jurídico de Comodoro Py, deberán volver a los tribunales de los que vinieron cuando sus reemplazantes sean elegidos por concurso con la debida intervención del Poder Ejecutivo (que seleccionará una terna) y el acuerdo del Senado, tal como lo establece el protocolo constitucional. Así lo dispuso una reciente sentencia de la Corte Suprema aprobada por cuatro de sus integrantes (Ricardo Lorenzetti, Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda y Helena Highton de Nolasco). Pero el cabecilla del máximo tribunal, Carlos Rosenkrantz, votó en disidencia por considerar que esas designaciones eran definitivas. También quedó en soledad al expedirse con idéntico criterio en el caso del magistrado Germán Castellí, ya que el resto se pronunció por su permanencia transitoria en el Tribunal Oral Federal 7, otro coto de Comodoro Py, hasta que el planteo sea resuelto por un juzgado de primera instancia.
Rosenkrantz profesa una obediencia casi perruna hacia Macri, a pesar de haber sido espiado por el gobierno de Cambiemos.
Lo cierto es que perder por 4 a 1 en todos los fallos de ese cuerpo ya es una amarga tradición que este abogado de 62 años cultiva a su pesar, en virtud de la obediencia casi perruna que profesa hacia quien impulsó su tardío pero fulminante salto desde la actividad privada a la Corte sin escalas intermedias. Al principio, como garante del ímpetu persecutorio de su mentor; ahora, como paraguas ante la lluvia penal que se precipita sobre él. Sin embargo, lo notable es que cumple con tal función aún a sabiendas de haber sido parte del lote de espiados por el gobierno de la alianza Cambiemos. Una gran metáfora de la ética macrista que bien vale no pasar por alto.
El prefecto imperfecto
Durante la mañana del 30 de octubre de 2018, el entonces presidente Macri y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, acudieron a la base de la Prefectura Naval en Bahía Blanca. Ambos lucían radiantes, y así fueron captados por los fotógrafos presentes.

El día anterior, efectivos de esa fuerza, acompañados por funcionarios ministeriales, habían protagonizado una hazaña: el secuestro de cocaína –casi un kilo en varios envoltorios–, dos ladrillos de cocaína, balanzas de precisión, algunas armas y varias pilas de dólares. Tamaña cosecha fue mostrada en una enorme mesa a los ilustres visitantes.
La gacetilla oficial del evento –subida sin demora a la página web de la Casa Rosada– consigna que en tales circunstancias el jefe de Estado “mantuvo un encuentro con el prefecto Franco Pini, jefe de la Delegación de Inteligencia Criminal de la Zona Mar Argentino Norte”.
Resultó –según testigos– una escena emotiva. La ministra, quien parecía conocer al uniformado de antemano, hizo la presentación correspondiente.
Y Macri, de muy buen talante, le dijo:
– Te quiero felicitar. Patricia me estuvo hablando mucho de vos.
Y el tal Pini se sonrojó.
¿Qué diablos le habría dicho Bullrich de él?
El prefecto que Patricia Bullrich había elogiado ante Macri finalmente fue procesado por espiar a Carlos Ronsenkrantz.
Tal interrogante adquiere una embarazosa relevancia: el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, acaba de procesar al prefecto Pini por espionaje ilegal nada menos que sobre el doctor Rosenkrantz. La medida es en el marco de la causa que investiga las trapisondas de la banda encabezada por el agente polimorfo Marcelo D’Alessio. Entre otros fisgoneados por él se destaca un ex socio del cortesano, el abogado Gabriel Bouzat, el ex director de la Aduana, Juan José Gómez Centurión –denunciado falsamente por Bullrich– y la actual vicegobernadora bonaerense Verónica Magario. Vueltas de la vida.
En este punto es necesario retroceder al 10 de diciembre de 2015.
Exactamente a las cero hora de aquel jueves, Fabián Rodríguez Simón (a) “Pepín” –acompañado por el futuro jefe de asesores presidenciales, José Torello, y el futuro secretario Legal y Técnico, Pablo Clusellas– avanzaba con pasos firmes hacia la Casa Rosada y, frenado en el portón por un guardia, no vaciló en esgrimir de manera imperativa: “¡Autoridades entrantes!”. Así fue como aquel sujeto se convirtió en el primer macrista que puso un pie en aquel edificio. Todavía nadie suponía su influencia como operador judicial sobre el nuevo mandatario. Pero ya le había soplado un apellido al oído: Rosenkrantz.
Para atenuar el impacto negativo del perfil de Rosenkrantz, Pepín aconsejó a Macri designar también a Rosatti.
Ese tipo era rector de la Universidad de San Andrés y titular del bufete Bouzat, Rosenkrantz & Asociados, uno de los estudios jurídicos más caros del país, entre cuyos clientes resaltaban los grupos Clarín, Pegasus y De Narváez.
Para atenuar el impacto negativo de su perfil, Pepín aconsejó a Macri designar también a Rosatti.
De manera que, cuatro días después de ocupar el sillón de Rivadavia, el primogénito de don Franco firmó un DNU para sumar ambos personajes a la Corte “en comisión”. Pero la debilidad constitucional de esa iniciativa situó a los beneficiados en una espera que se extendería hasta el 22 de agosto, tras las audiencias públicas en el Senado que derivaron en la confirmación final de sus nombramientos por las dos cámaras legislativas.

No está de más evocar el jubileo de ese lunes: inmediatamente después de jurar “por la patria y el honor”, Rosenkrantz –un individuo extremadamente parco y apocado– quebró el clima solemne de la ceremonia al alzar primero un brazo, y después el otro, para agitarlos con la euforia de quien festeja un gol, mientras el público lo aplaudía a rabiar. Y ya al filo del ágape, dispuso echar a los periodistas. Toda una declaración de principios.
Seguramente ignoraba que el ojo avizor del régimen macrista lo tenía en la mira, por lo menos desde el 25 de julio.
Porque aquel día –exactamente a cuatro semanas de asumir– el prefecto Pini ingresó con su clave personal a la base de datos de la Dirección Nacional de Migraciones para revisar sus entradas y salidas del país –y también las del socio Bouzat–, haciéndolo con distintos criterios de búsqueda, y unas cuatro veces por persona espiada. Se supone que dicho monitoreo tuvo el propósito de detectar empresas o cuentas off shore a nombre de ellos, por lo que conocer sus viajes al exterior resultaba muy útil a tal fin. Por lo pronto, en las copias de aquellas planillas migratorias se habían resaltado en color rojo los viajes a Panamá y en amarillo las visitas a Paraguay.
Rosenkrantz era titular del bufete Bouzat, Rosenkrantz & Asociados, uno de los estudios jurídicos más caros del país, entre cuyos clientes resaltaba el Grupo Clarín,
Así fueron halladas el 6 de diciembre de 2019, cuando Ramos Padilla allanó el country donde vivía D’Alessio.
A su vez, el espía de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Rolando Barreiro –otro cómplice de D’Alessio–, había declarado en su indagatoria que el falso abogado, al monitorear los viajes de Rosenkrantz, le comentó: “Va haber un quilombo bárbaro; al tipo le va costar explicar tanto viaje a Panamá”.
Los servicios de Pini a D’Alessio perduran hasta por lo menos el otoño de 2018, cuando le entregó información sobre el intendente de Merlo, Gustavo Adolfo Menéndez, según los fundamentos del procesamiento de Pini.
De incógnito
Fue durante 1º de octubre de 2018 cuando Rosenkrantz asumió la presidencia de la Corte en reemplazo de Lorenzetti, quien durante 11 años se mantuvo en ese sitial. No se trató de un enroque signado por la transparencia; de hecho, la entronización del nuevo jefe de los cortesanos no mereció un acto protocolar ni discurso inaugural. Y en fuentes tribunalicias el cambio fue leído como una rebelión de Rosatti, Maqueda y Highton de Nolasco hacia el jerarca saliente. Claro que el asunto fue atizado desde la sombra por Pepín.

Pero su buena estrella había comenzado a oscurecerse pocos días antes, al ser publicada en El Cohete a la Luna, el portal de Horacio Verbitsky, una fotografía tomada a hurtadillas donde se lo ve en el bar Biblos, de Libertad y Santa Fe, con el camarista Martín Irurzun. A partir de entonces sus constantes injerencias en el universo tribunalicio dejaron de ser un secreto de Estado.
Para colmo Rodríguez Simón no fue ajeno a que –involuntariamente– Rosenkrantz volviera a estar nuevamente bajo el radar del fisgoneo macrista, aunque esta vez de la gavilla “Super Mario Bros”, comandada por Alan Ruíz.
Durante meses los muchachos de la AFI vigilaron a sol y sombra la dupla formada por Pepín y Rosenkrantz, un lazo que debía ser mantenido bajo reserva.
Ya se sabe que es la rama de la AFI investigada por el Juzgado Federal de Lomas de Zamora a cargo del doctor Juan Pablo Augé.
Ese mismo mes, Pepín increpó en la confitería Farinelli, situada en la calle Bulnes al 2700, de Palermo, a una persona que lo filmaba en compañía de un contertulio. Una imagen de aquella cinta circuló en la prensa, y exhibía a su extraño acompañante, quien lucía gafas negras y gorrita que tapaban hasta sus orejas. Un atuendo que, sin embargo, no ocultaba su gran semejanza con el rostro de Rosenkrantz. Eso habría inquietado a Macri de sobremanera, por lo que ordenó al jefe de la AFI, Gustavo Arribas, que sus hombres identificaran al “paparazzi”, además de confirmar la presencia del cortesano en ese salón.
Aquellas cuestiones jamás fueron esclarecidas. Pero durante meses los muchachos de la AFI vigilaron a sol y sombra la dupla formada por Pepín y Rosenkrantz, un lazo que debía ser mantenido bajo reserva.

Así, a los tumbos, llegó para ellos el turbulento 2019. Por lo pronto, el presidente de la Corte había inaugurado el año judicial con un discurso algo tremendista: “Se empieza a generalizar la desconfianza de que servimos a intereses distintos al derecho”. Así arrancó.
Tres meses después, Rosenkrantz fue sorprendido en la boda de la hija del inefable Pepín. Departía en una mesa con el entonces presidente de YPF, Miguel Gutiérrez, también estaba el procurador del Tesoro, Bernardo Saravia Frías, el asesor presidencial José Torello y la denunciadora Mariana Zuvic.
Allí no estaba ni el prefecto Pini ni Alan Ruiz sino un simple fotógrafo de sociales. La discreción está sujeta a una encarnizada lucha contra el azar, en un mundo donde es cada vez más difícil pasar desapercibido.