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Rakümtuku Yem: sentipensar la comunidad política mapuche

Por Verónica Azpiroz Cleñan
Rakümtuku Yem: sentipensar la comunidad política mapuche

Argentina es uno de los países en Latinoamérica – junto a México – que desentona con la oleada de la derecha, o el canto neoliberal, que ciertamente molesta al norte global desde la asunción del gobierno actual.

Algún que otro pavo real a nivel nacional muestra sus plumas agitando las alas de la sacralidad de la propiedad privada. Sea desde la presidencia de la Cámara de Diputados de la Nación, sea desde las redes sociales o los medios digitales. En otros tiempos, el pavo real fue el senador Miguel Ángel Pichetto. Así, le fue.

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Los exabruptos dichos en torno a la sacralidad de la propiedad privada no obedecen más que al miedo a perder autoridad.

Hay un cambio de época que empuja hacia otra noción del cuidado de la casa común, del wajontu mapu o de la pachamama. El cuidado de los bienes comunes tiene que ver con la visión del mundo de los pueblos, sean originarios o no. El agua es un bien común y un bien sagrado.

La propiedad privada es donde pivotea el liberalismo político instituyendo el pacto social. El Leviathan perdura hasta hoy. Este año ha sido disruptivo en el vínculo de la naturaleza con la noción de lo humano. Nosotrxs diríamos: ixofil mogen xipay zugu. La biodiversidad ha entregado su palabra.  

¿Por qué no sería interpelada la noción de propiedad privada durante una pandemia? El caso de Vicentin tuvo la intención de dar un giro hacia un cambio de status de la propiedad privada. Quedó en estado de coitus interruptus dado que la expropiación fue interrumpida por la (in) justicia republicana. Lo privado no pudo ser público, ni de propiedad mixta pública (cooperativo) – privado.

Las empresas recuperadas en la década anterior intentaron virar el status de propiedad privada del (patrón) a propiedad colectiva de los trabajadores, y también quedó en modo interruptus.

La mayoría de “los buenos vecinos” de Villa Mascardi no son nacidos en el territorio.

Durante la década anterior se realizó la Reforma del Código Civil y Comercial en Argentina, en el cual el movimiento indígena participó activamente. Se aprobó un artículo por el cual los pueblos originarios tenemos un status especial en cuanto al reconocimiento de la propiedad. El nuevo Código expresa en el artículo 18 el derecho de las comunidades indígenas – reconocidas por el Estado – a la posesión y la propiedad comunitaria de las tierras que actualmente ocupan y de aquellas otras aptas y suficientes para el desarrollo humano, según el reconocimiento de  la Constitución Nacional en su art. 75.

En los cajones de alguna comisión de la Cámara de Diputados de la Nación descansan los proyectos (3) de ley de Propiedad Comunitaria Indígena  – otro interruptus –  para operativizar el Código Civil y Comercial. Dicen desde 2013 que por alguna razón presupuestaria  – o no – no se puede realizar el proceso de consulta, libre, previa e informada para lograr el consenso suficiente dentro del movimiento indígena  para  avanzar en el texto definitivo y aprobarla.

Los hechos mencionados – Vicentin, fábricas recuperadas, ley de propiedad comunitaria indígena – muestran lo oxidado del pensamiento político argentino para imaginar, construir o desear otro modo de propiedad que no sea la privada.

Los exabruptos dichos en torno a la sacralidad de la propiedad privada no obedecen más que al miedo a perder autoridad. Al perder la autoridad, indefectiblemente se usa la fuerza bruta como mecanismo de reemplazo.

La gestión macrista reprimió a los nacidos y criados en el territorio mapuche en nombre de la propiedad privada.

Los argumentos de la bonita vecindad de Villa Mascardi en el cual aparecen nombres de vecinos que son dueños de empresas inmobiliarias tienen un talón de Aquiles: la nacionalidad de los propietarios. La mayoría de “los buenos vecinos” no son nacidos en el territorio, sino que su nacionalidad está cruzando el mar.

En la gestión macrista se ejerció la represión sobre los nacidos y criados en este territorio (mapuche) en nombre de la propiedad privada. En la gestión actual, ¿a quién le estaríamos dando seguridad jurídica? ¿La soberanía política nacional alcanza para abordar el tema? ¿O ¿estaríamos en presencia de una oportunidad para repensar la soberanía política nacional calificandola de soberanía política plurinacional para desencadenar un proceso instituyente?

A la sociedad mapuche le está costando construir diálogos políticos internos. La sociedad no mapuche está colaborando en el enfrentamiento interno, también hay que decirlo. En la parroquia rionegrina hay varias pavas que no son mapuche y están dispuestas a disputarse el pavo (lxs mapuche).

Tenemos una oportunidad bisagra como pueblo-nación mapuche para mostrarle al mundo wigka, cómo se negociaba políticamente entre lxs logko (autoridad política mapuche) y cómo se resolvían los problemas territoriales antiguamente. Con un palin (juego tradicional), con paga de animales o a través de casamientos acordados. La figura de lxs ragñiñelwe (mediadores) son importantes en esta tarea, así lo aprendimos de los abuelos. Esa es la diplomacia de los pueblos. La de ayer y la de hoy. Suponer la destrucción del oponente es occidente.

Kimün raküm – pensamiento mapuche es convivir con lo diverso. Así nos fue dado el kuyfi kimün, el conocimiento antiguo.

La gestión actual del gobierno nacional está en condiciones de salir del interruptus y aprobar la ley de propiedad comunitaria indígena, como en estos días aprobó una ley de apoyo al turismo nacional. Economía, política y cultura se reconfiguran durante la pandemia.

Matria sí. ¡Colonia no!

Héctor Painen Huenufil Reñkeñkuruwenxu (Ülkantufe)
Verónica Azpiroz Cleñan (Politóloga Mapuche)
Lof Epu Lafken – Los Toldos.

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Tags: Héctor Painen Huenufil ReñkeñkuruwenxuLago MascardiLof Epu Lafkenmapuchespropiedad comunitaria indígenapropiedad privadaVerónica Azpiroz Cleñan
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