A propósito del medio siglo de la emblemática canción del catalán Joan Manuel Serrat.
Su luz y su olor ingresan por el ventanal amplio del edificio pequeño, de cara a las barcazas enclavadas en la arena donde siempre guardó amor, juegos y penas. Los mil tonos turquesas del mar se escapan hasta el horizonte. El silencio se corta sólo con el rumor de las olas que se acercan y se van, después de besar la aldea. El verano regala inigualables atardeceres rojos a los que se acostumbraron mis ojos. Allí, colgado de un barranco, como el Pueblo Blanco, Calella de Palafrugell es uno de los cien que los que el mar han vertido el llanto eterno.
El trovador jamás aclaró si Arta, la flautista canadiense de la que se estaba despidiendo, era esa mujer perfumadita de brea…
El catalán transcurre esos calurosos días del verano europeo, pergeñando poesía en la comarca del Bajo Ampurdán, de la provincia catalana de Gerona, a poco más de 120 km de su natal Poble-Sec. Viejas familias de pescadores, algún hotelucho minúsculo, escaso runrún, costa rocosa. Confesaría luego que la cuestión rebotaba en sus pensamientos desde chiquilín, que empezó a tomar forma de canción el verano anterior y que la concretó en esos días de 1971. También reconocería que el tema decantó el invierno anterior cuando participó de una reclusión en el Monasterio de Montserrat, en las montañas de Barcelona, junto a un grupo de artistas e intelectuales, en señal de protesta por el llamado Proceso de Burgos.

Qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo. El arreglo musical superlativo fue de Juan Carlos Calderón. En el tiempo, reconocería la influencia del jazzistico Take Five de Dave Brubeck, mezclado con una pizca de bossa nova. Una pieza sencilla pero perfecta, de extraordinario impacto que atravesó fronteras.
Joan Manuel Serrat iba por los 27. Ya había abrevado de las nociones anarquistas de su padre José y la abnegación de su madre campesina, Ángeles Teresa. De acervo catalán y de las historias de la guerra civil española transcurrida en la década anterior a su nacimiento. La primera guitarra, regalada como premio por sus estudios de agronomía; el influjo de Aznavour, Brassens y Bécaud, o de Machado y Hernández. Las primeras militancias; la intervención en el programa Radio-Scope de Salvador Escamilla, por Radio Barcelona; su primer concierto en el teatro L’Avenç. La discográfica Edigsa. La Nova Cançó catalana y el grupo Els Setze Jutges. Su actuación en un film de Francesc Rovira Beleta. La dictadura franquista, siempre la dictadura.
Ya había cantado “La paloma”, su primer tema en español. El conflicto con Eurovisión y el Festival Internacional da Canção Popular de Río, sus primeros pasos en la Argentina y su intervención en los Sábados Circulares de Mancera. Ya había publicado el single “Una guitarra” (1965) y el LP en catalán “Ara que tinc vint anys” (Ahora que tengo veinte años). También “La paloma” (1969), “Dedicado a Antonio Machado, poeta” (1969) y “Mi niñez” (1970).
Llegaba “Mediterráneo”. Considerado por muchos de sus seguidores como su obra maestra, capaz de marcar a varias generaciones.

Unos vetustos y económicos estudios, los Fonit-Cetra Spa, en la Via Meda 45 de Milán, fueron rentados por la compañía discográfica Zafiro. Pudieron utilizarlos por pocos días porque el presupuesto no daba para más. Había que grabar a contrarreloj, siempre con la atenta supervisión de los ingenieros de sonido Plinio Chiesa y Gian Carlo Jametti. Juan Carlos Calderón, Gian Piero Reverberi y Antoni Ros-Marbà participaron de los arreglos.
Fueron 10. Un poco más de media hora de canciones que agrupadas de este modo surcarían por décadas el alma de millones en el mundo. La selección y el orden fue dispuesta por el propio Serrat, que hasta último momento dudó sobre la integración del listado temático.
Pista 1. “Mediterráneo”, inaugura el álbum, con sus 3:25.
Pista 2. Esos segundos que el surco trascurre entre tema y tema de los originales vinilos permite apaciguar la sensación para ingresar en una canción tierna, mínima, evocativa: “Aquellas pequeñas cosas” (1:48) son las que nos hacen llorar cuando nadie nos ve.

Pista 3. Una declaración de principios amorosos significa esa letra que habla de la fruta jogosa que madura feliz, dulce y vanidosa. Conquistó a toda una generación con “La mujer que yo quiero” (3:48).
Pista 4. Para llegar a una pintura lacerante, intensa, propia de un sobresaliente paisajista de época, que descifra un lugar tristemente olvidado, donde nacer o morir es indiferente: “Pueblo blanco” (4:50).
Pista 5. También es un especialista en retratar personajes de la España que caminan entre el bien y el mal. El Nano escribió y cantó “Tío Alberto” (3:20) quien tiene de un niño la ternura, y de un poeta la locura, y aún cree en el amor.
Pista 6. Otro ícono setentista, manojo de requiebre y libertad dirigida al padre de esa hija a la que en el alma y la piel, se le borraron las pecas, y su mundo de muñecas. Inspirada en “She’s leaving home” de Los Beatles, “Qué va a ser de ti” (4:36).
Pista 7. “Lucía” (3:03) es otra confesión pública de amor, desgarrante, nostálgica, conmovedora, sublime: Si alguna vez fui bello y fui bueno, fue enredado en tu cuello y tus senos. La pone en un altar, porque fue la más bella historia de amor que tuve y tendré.
Pista 8. Serrat regresa al sendero libertario, apasionado (Harto ya de estar harto, ya me cansé) para confesar que va a “Vagabundear” (2:36), como un cometa de caña y de papel, y que se irá tras una nube pa’ serle fiel.
Pista 9. En ese ir y venir emocional, rítmico, “Barquito de papel” (3:00), se trata a la vez de una balada tranquila. Una metáfora que tuvo sus interpretación de protesta política o, por el contrario, de una alegoría infantil, porque añora en qué extraño arenal habrán parado tu sonrisa y mi pasado, vestidos de colegial.
Pista 10. Para cerrar, “Vencidos” (3:20), el tan bello como doloroso poema de León Felipe, publicado en Versos y oraciones de caminante. Es una estampa simbólica de la decadencia española, el sentimiento de la derrota y su contradictoria postura avasallante: hazme un sitio en tu montura, caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura que yo también voy cargado de amargura y no puedo batallar…
Medio siglo después
“Lo escribí en un tiempo en que estaban ocurriendo cosas fundamentales como el Mayo de 1968 en Francia, la imagen del hombre nuevo en América Latina y la revolución de Praga; todas cosas que tienen mucho que ver entre ellas y que cambian la concepción del tiempo”, describiría el propio Nano. El voto popular eligió en 2004 a “Mediterráneo”, como la mejor canción de la historia de la música española.

Hace un lustro, al cumplirse 45 años de la grabación, el propio Serrat aseguró que el Mar Mediterráneo se “ha convertido en un sarcófago para la gente huyendo de sus territorios que lo encuentran como una barrera que se los engulle y que se los traga”. Organizó por entonces, un concierto “Nuestra Casa, Vuestra Casa“, en favor de los refugiados. Fue en el Palau Sant Jordi de Barcelona, del que surgió una versión tal vez demasiado eléctrica para los nostálgicos, en las que intervinieron Els Amics de les Arts, Pablo López, Gossos, Marina Rossell, Elèctrica Dharma, Judit Neddermann, Joana Serrat, Sidonie, Santi Balmes, Jofre Bardagí, Gemma Humet y Manu Guix.
Así como Luis García Gil escribió una biografía del cantautor que hace epicentro en Mediterráneo, y se contaron una y mil veces esas historias, esa letra tuvo decenas de entonaciones en las voces de Miryam Latrece, Andrea Motis, Estopa, el Grupo X Gusto, Bocacalle, Allison Tucker, Tachenko, Alba Reches, la Coral Sant Jaume, Gino Paoli, Manuel Gas y tantos otros, como la interpretación de Daniel Jordán y su arpa, o la más reciente, la de Jorge Drexler.
Aunque tal vez la más conmovedora haya sido una de las primeras, en los 90, interpretada por Paloma San Basilio. O aquella de Lolita con la guitarra de Paco de Lucía. O la versión con Santiago Feliú en 1998 en el teatro Karl Marx de La Habana.
Claro, ninguna comparable con la original con su voz temblorosa. Aquella, limpia y joven del siglo pasado, o la reciente, gastada por tanta vida. Hay quien sostiene que sólo una eventual versión de Mercedes Sosa podría haber sacudido del mismo modo, pero La Negra eligió impactar con otro emblema, otro himno, con “Aquellas pequeñas cosas…”

Pocos meses antes de la explosión de la pandemia, a fines de 2019, iba por la carretera de Madrid a Vigo escuchando Discópolis, junto al músico y compositor Amaro Ferreiro. Pasaron “Mediterráneo”, sin cortes. Eso los motivó a pergeñar el álbum “Hijos del Mediterráneo”, algo así como un epílogo musical de la gira “Mediterráneo da capo”, que el trovador catalán había realizado en ese último año, incluso con una enésima presentación en el Gran Rex, en octubre de 2018. Los elegidos fueron Drexler (Mediterráneo), Eva Amaral (Aquellas pequeñas cosas); Xoel López (La mujer que yo quiero); Jairo Zabala Depedro (Pueblo Blanco) Iván Ferreiro (Tío Alberto), Andrés Calamaro (Lucía), Miren Iza (Qué va a ser de ti), Santi Balmes (Vagabundear), Silvia Pérez Cruz (Barquito de papel) y Josele Santiago (Vencidos).
Y por estos días, la filial española de la discográfica Sony Music anunció la reedición de un vinilo para homenajear aquel disco que cumple 50 años. Hoy el Nano anda por los 78 y mantiene esa inigualable sonrisa de seductor empedernido, ahora entrado en años, en canas y en kilos. El que enamoró a multitudes; el que derretía escenarios cada vez que le daba un piquito a Ana Belén, después de recitar juntos Paraules d´amor; el que mantiene su relación desde hace 43 años con Candela Tiffón.
Ese mismo tipo, a la vez tan catalán y tan porteño, que para muchos de nosotros sigue siendo un primo mayor por adopción. El que alguna vez supo decir: “Desde mi debut en la música no he dejado de escribir canciones, grabar discos y hacer giras por el mundo en los más variados formatos (…) Y todavía no he descubierto una manera mejor de pasar la vida que haciendo giras y cantando para la gente”.