Cristina Fernández varias veces diferenció el poder respeto del gobierno. Ella, que llegó dos veces a esa cumbre por el voto popular. “Es una parte del poder, muy chiquita frente a los poderes de la economía, los poderes globales, los medios hegemónicos, de todo lo que hoy es el mundo”, dijo una vez ante Chiche Gelblung, quien le preguntó: “¿Un presidente se siente débil ante un empresario?”. La ex presidenta respondió: “No ante ellos, sí ante los poderes que no se ven”.
El poder político es inmensamente menos poderoso que el poder real. Por eso, la visión del ciudadano y su compromiso son vitales para que se pueda dar la lucha, para tener un lugarcito donde, en medio de la niebla, aparezca un rayo de sol. De otra manera, no se podría vivir. Porque todos los días hay historias de gente que aprieta, que hostiga, que roba.
Son múltiples los ejemplos. Empecemos por Brasil. Lo de Lula es verdaderamente indignante. Ahora está libre de todo porque nada de lo que se hizo, vale. Ese hombre que sufrió cárcel; al que se le murió un nieto y no pudo salir para entregar su dolor; que fue perseguido día y noche por O’Globo (tan poderoso en Brasil como la mafia de Clarín en la Argentina), inventándole un caso de corrupción que es una risa. Parece mentira: a través de Sergio Moro (una ensalada de Bonadío, Ercolini, Irurzun y Lorenzetti) le privaron a Brasil de Lula y pusieron en su lugar a Bolsonaro, un demente, un loco desatado que está matando a su población. Eso hacen con las democracias de América Latina: las traicionan, las opacan, para que las urnas no arrojen el resultado que ellos no quieren.
El escándalo llegó a su punto más alto luego de que se revelara un audio en el cual el fiscal Deltan Dallagnol, quien participó de la operación Lava Jato, presionó a la jueza sucesora de Moro para que condenara en tiempo récord a Lula. Así funcionan. Van por el lado de la mentira. En la Argentina un gran colaborador de ese lawfare se llama Gustavo Hornos, un hombre que integra, bochornosamente, la Cámara de Casación. Un remedo de Stornelli y Bonadío. Hornos es quien iba a visitar a Macri y a las pocas horas imputaba a Cristina Kirchner. Sin pudor. Sin vergüenza.
Lawfare al desnudo
Veamos otro ejemplo. Hace unas horas comenzó el juicio oral a una persona que ayudó a mandar gente a la cárcel injustamente. Un personaje siniestro: Maestro D’Alessio (acusado de extorsión contra el empresario Gabriel Traficante, en un tema vinculado a containers del puerto), asociado al Grupo Clarín y a otros grupos televisivos que le abrían la puerta como si fuera un gran señor y que le brindaban elogios del estilo “especialista en seguridad”. O que también lo trataban como “una persona muy valiosa (…) un maestro”, como alguna vez lo definió Alejandro Fantino. O un “experto en narcotráfico y terrorismo internacional”, como lo llamó el espía o periodista, o algo parecido, Daniel Santoro, quien al poco tiempo le soltó la mano y lo calificó de “extorsionador salido de un cuento de Dostoievski”, frente a otro obsecuente periodista de su mismo grupo.
Es un modus operandi. Un hombre que firmaba notas en ese matutino, mimado, protegido, exaltado, mientras cometía todo tipo de delitos. En realidad era un delincuente que les servía para condenar personas. Para hostigar, para llevarle personajes a Bonadío y a Stornelli, inventar causas y generar un estado bochornoso de suspensión del derecho.
Ah, también era conferencista de FOPEA, ese foro de periodismo que es una verdadera traición a la profesión, que está al servicio de la embajada de Estados Unidos y los diarios hegemónicos, esa mafia que factura de todos esos lugares para luego luchar contra el actual gobierno argentino. Así viven de sus mentiras.
El miedo mata
Todo cierra. Son los poderes que no se ven. Mentirosos, mafiosos, son el poder real que se lleva todo por delante. Y se manejan con impunidad.
Como lo hace Cablevisión con la complicidad del silencio. ¿Por qué tanto miedo ante una empresa que por tercera vez en tres meses de este 2021 le roba impunemente a cuatro millones de abonados? Es la única empresa de telecomunicaciones que sigue en rebeldía. Los demás ya les devolvieron la plata a sus suscriptores. Es la realidad: el Estado puede aplicar una multa máxima de 77 millones de pesos, cuando esa mafia de Magnetto y compañía, sólo con los intereses recaudan mucho más de lo que han robado a la gente y deberían devolver. Todo en medio de cierta indiferencia del periodismo cómplice, y también de parte del resto que no veo por qué no cuentan sobre esta escandalosa estafa.
Sólo se animan cuando ven peligrar seriamente sus propios negocios. Como se animaron ahora a denunciar que Macri había comprado, vaya a saber en representación de quién o de qué poder oculto, el canal LN+. Acusan, ahora sí, la falta de ética. “No es un proyecto periodístico, es un proyecto político, con un montón de amigos: Techint, el señor Capurro, el señor Mercado Libre, los mismos de siempre…”, llegó a decir Daniel Vila en un diálogo patético con Jorge Fontevecchia, en el cual ambos simulan rasgarse las vestiduras. Ahora están heridos y vociferan. Pero son los mismos que se hicieron los ciegos, sordos y mudos cuando el gobierno anterior ejerció una sangrienta persecución sobre el Grupo Indalo, que ha pasado por todo: es probable que buena parte de lo que es hoy la existencia del grupo se refiera a lo que los empleados hicieron para superar todas las vicisitudes imaginables.
Hace unas horas se denunció cómo se observaba la vida de los dueños De Souza y Cristóbal López. Esas persecuciones, esos hostigamientos que se dieron como en los tiempos de la dictadura, se llevaron adelante con la complicidad de los medios hegemónicos y del poder real. Acá se persiguió y se hostigó con los métodos más viles, aunque se viviera en democracia. Es difícil de concebir, de aceptar.
Aunque sí, se entiende: el miedo mata.
Y el miedo ante el poder real, el que no se ve, es muy difícil de superar.
A diario se ven sus mortificantes acciones. Recién ahora se advierte la contundente suba de confianza de la vacuna contra el coronavirus, que llegó al 85%. De esto también tenemos que aprender. Ese es otro ejemplo del poder oculto, inmenso, destructivo, envenenador de la vida de la gente. No nos olvidemos. Lo hacen en muchos temas, pero este fue el récord. Es como para decirle a Magnetto: “Jefe, acá tiene el pergamino. Usted es el tipo más dañino que pueda haber. Lo felicitamos. Si quiere decir un discurso sobre la maldad…Porque haber conseguido que la gente tenga una vacuna a mano para salvar su vida o para recuperar su calidad de vida, o para recuperar esa economía con la que ustedes dan manija y manija, y así y todo consiguieron hacer creer que la vida no importaba. Lo felicito, usted sí que es malo de verdad, usted y la gente que lo acompaña y le pone voz al desastre que le tira encima a la Argentina”.
Es un genio del mal. Todos los días lo advertimos. Ahora logró decidir qué juez será el que ocupe el lugar de Canicoba Corral y de Bonadío. Será un empleado suyo: Adrián Ventura integrará el consejo evaluador que decidirá sobre esa designación clave, un lugar al que accedió debido a que una de las integrantes del jurado, Alejandra Lázzaro, casualmente, decidió renunciar por motivos personales. “Salí sorteado como profesor de derecho constitucional”, explicó Ventura.
Claro que ese señor es el mismo periodista de TN, también hombre de La Nación. Un operador notable. Un andador de pasillos, un lobista. Es el mismo que dijo ante las cámaras, con énfasis, sin empacho, que Máximo Kirchner tenía 80 millones de dólares en las Islas Caimán, o que el juez Zaffaroni quería nombrar una corte de amigos, de 12 o 15 jueces; u otra serie enorme de barbaridades siempre en contra del kirchnerismo.
Pero vayamos al infame mayor. Para qué dar vuelta en los sofistas.
Los que hacen el daño y los que se la llevan son otros.
Los del poder que no se ve.
Un genio del mal, señor Magnetto.