Su alegato histórico. Entre el lawfare, el honestismo y el paliativismo en un país desigual.
De no ser por Cristina Kirchner, la democracia argentina no estaría hablando del “lawfare” (guerra jurídica) y su impacto en la vida republicana, sino sobre los valores nutritivos de la Supersopa del matrimonio Duhalde, aquel dudoso brebaje producido con los desechos vegetales recogidos en los fondos del Mercado Central durante la crisis del 2000.
Tomando como válido el experimento de Duncan MacDugall que descubrió el peso del alma humana, cada vez que la ahora vicepresidenta levanta la voz para señalar las zonas erróneas del sistema, como sucedió el jueves 4 en el marco de la causa “dólar futuro”, los debates sobre los asuntos del poder en nuestro país recuperan los 21 gramos que le dan sentido a las palabras y las cosas.
Cristina Kirchner le recuerda cada tanto a sus pares que una de las tareas esenciales de la política es discutir los mecanismos de acumulación y distribución de la riqueza.
Más que acatar la idea de que la pobreza es el resultado de un cataclismo ineludible a tratar creativamente con paliativos, Cristina Kirchner le recuerda cada tanto a sus pares que una de las tareas esenciales de la política es discutir los mecanismos de acumulación y distribución de la riqueza en una sociedad, misión que depara algunas enemistades tan poderosas como inevitables.
Arrancar de su zona de confort a la dirigencia seducida por el papel de “gran Cáritas” en la crisis que el modelo neoliberal de las periferias les reserva, es quizá el objetivo más ambicioso que se propuso la vicepresidenta en su doble condición de conductora del mayor número de adherentes de la coalición gubernamental y, en simultáneo, principal objetivo del “lawfare” a escala local y regional.

Nadie del espacio oficial explicó, al menos con el didactismo del que ella hizo gala durante la audiencia, cómo la guerra jurídica y mediática contra el funcionario o la funcionaria insumisa tiene, además de un objetivo político, un resultado económico nítido que, así como apuntala la concentración en los sectores habituales del privilegio, también planifica los alcances de la miseria.
Es legítimo indagarse, a esta altura, si el “paliativismo”, entendido como la decisión de repartir curitas para evitar el infarto, no es la alternativa que encontró cierta dirigencia ante el temor a ser represaliada por los factores de poder tradicionales, como ocurrió y sigue pasando con figuras políticas y sociales referenciadas en Cristina Kirchner, algunas con procesos abiertos, otras directamente presas, cuando se trata corregir desde el Estado la distribución desigual del ingreso.
De toda su exposición, los párrafos donde logra insertar el “lawfare” sobre su persona en un escenario de afectación general, son su principal aporte a una verdad poco transitada: el incremento de la pobreza no es un fenómeno meteorológico, sino la consecuencia de decisiones humanas. Ciertas decisiones hacen que baje el índice, otras lo lanzan al infinito.
Es legítimo indagarse si el “paliativismo”, entendido como la decisión de repartir curitas para evitar el infarto, no es la alternativa que encontró cierta dirigencia ante el temor a ser represaliada por los factores de poder tradicionales.
Dijo Cristina Kirchner en su alegato: “Mucha gente cuando escucha hablar del lawfare y demás piensa que son cosas alejadas de los políticos y los jueces (…) Pero las decisiones que toma el Poder Judicial impactan luego directamente en la vida y en el patrimonio de las personas (…) Porque sabemos el impacto brutal, terrible que tiene la devaluación en la vida de la gente. Nada de eso le importó (al gobierno de Cambiemos). Habían venido a eso, a devaluar, lo hicieron y dijeron: no, no importa la devaluación total el precio de la economía, de los bienes, de los servicios está al precio del dólar blue. ¡Minga al precio del dólar blue! El precio del dólar blue era 9,74 pesos cuando yo dejé la presidencia y los bienes y servicios de la República Argentina estaban con un dólar a 9,74 pesos. Cuando el genio de las finanzas, (Alfonso) Prat Gay dijo que no, que estaba todo a 15 o 16 pesos que era el precio del dólar blue: todo a los demonios. Hicieron una devaluación, no me acuerdo si era del 40 o el 60 por ciento, catastrófica. Vinieron para eso, y ustedes, el Poder Judicial contribuyeron a que ese gobierno ganara las elecciones e hiciera lo que hizo después. Ustedes también son responsables de lo que pasó y de lo que está pasando en la República Argentina. Y realmente me da mucha bronca porque la que sufre es la gente (…) No podemos aumentarle a los jubilados porque estamos endeudados hasta acá (…). Al Fondo Monetario Internacional lo trajeron de vuelta. Néstor lo había sacado del país y lo volvieron a traer con 44 mil millones de dólares para ayudar a la campaña presidencial de Macri y ni así pudieron. Hoy los argentinos debemos 44 mil millones de dólares más y ustedes también son responsables. No miren para otro lado. Porque ustedes causan también, junto a los medios de comunicación, climas en la República Argentina que finalmente impactan en los agentes económicos y en la economía y así estamos”.

Las lecturas que reducen las palabras de la vicepresidenta a la supuesta búsqueda de su propia impunidad generalmente están ancladas en el más rancio antipoliticismo, a veces revestido de “honestismo”, a veces de “paliativismo”, y a veces de las dos cosas juntas. Buscan y encuentran en la comunicación concentrada soluciones fáciles a problemas complejos que, como se sabe, lejos de resolverlos, generalmente los vuelven doble o triplemente más complicados de lo que eran en sus orígenes.
Fue durante el alegato por el “dólar futuro” que Cristina Kichner pudo explicar qué cosas ella ve de la realidad que otros ni siquiera sospechan o directamente ignoran o no se toman en serio.
Tratándose de la verdadera estratega del movimiento que pudo echar a Macri del gobierno (aunque no del poder) convendría que aquellos “que se las saben todas”, tanto la fórmula de la Coca Cola como la de la Supersopa, sepan también escuchar lo que la dueña de los votos tiene para decirles.
No sea cosa que sin sus 21 gramos, caigan en una política desalmada. Una que no quiera transformar nada, sino administrar con cierta eficiencia la crónica desigualdad.