Los temas económicos nos envuelven por estos tiempos. Suele ocurrir, nos pasó tantas veces en todos estos años. Pero en la actualidad, la pelea mortificante del pueblo es no sólo la de llegar a fin de mes lo más dignamente posible, sino la de aferrarse a la realidad que todos los días, a cada minuto es tergiversada con saña por los medios hegemónicos que representan a los grandes señores del poder real y a sus lacayos de la política.
Uno de esos temas es la deuda. Es criminal pero hay que pagarla. Martín Guzmán ha dicho que lo peor de todo, para el país, sería un mal acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Que el FMI le financió la campaña electoral a Mauricio Macri y que todo el pueblo argentino lo está pagando con menos oportunidades de empleo, con más inflación. El préstamo fue político, y que si bien el Fondo no lo va a reconocer, hay directores ejecutivos que se sentaron en la silla de EE UU en el momento de la aprobación, que admitieron que había sido un préstamo de apoyo al gobierno.
Habló este fin de semana el joven ministro de Economía. Es importante tomar nota de lo que dice. “Siempre se puede decir que no. Lo peor de todo es un mal acuerdo”. Humildemente le digo: Guzmán, metalé por ese camino. ¿Qué es un mal acuerdo? Uno que en lugar de definirse en base a una alianza con el pueblo, vaya por el camino que buscan empujar otros que defienden intereses distintos. A eso hay que decir que no. Es perfecto el enunciado: “El conflicto estructural de intereses que existe en la Argentina hace que haya unos que están de un lado y otros que estamos del otro. En el Frente de Todos, todas las partes entendemos que la razón principal de la unidad es que estamos todos de un lado de este conflicto de intereses: del lado de gobernar para la gente. Nuestra alianza es con la gente, con el pueblo argentino. Se ve en la construcción de nuestro gobierno. Nadie responde a intereses económicos”.
Pero reflexionó: “Miren quiénes apuran el acuerdo con el Fondo. Y miren si apuran al gobierno o si apuran al Fondo. A quién tendrían que estar apurando es al FMI, para que baje los sobrecargos, que acepte el programa nuestro que ya hemos presentado”. No se le puede discutir esto al gobierno. Lo que dice Martín Guzmán es verdad. “Lo que debemos lograr es que el FMI deje de ser una carga desestabilizante en la balanza de pagos. Es lo que estamos buscando. Un acuerdo sobre la base de lo que es nuestra programación económica, para tranquilizar a la economía argentina”, remarca el ministro.
“Estamos todos de un lado de este conflicto de intereses: del lado de gobernar para la gente. Nuestra alianza es con la gente, con el pueblo argentino. Se ve en la construcción de nuestro gobierno. Nadie responde a intereses económicos” (Martín Guzmán)
El todo un tema cómo enfrentar al FMI. Uno puede patear el tablero y decir: “Afuera el Fondo”. Pero lo que hay que entender es que el rival también juega. Y que tiene sus defensores cipayos en el país, en los principales estamentos del poder. Estamos hablando de la relación de un Estado con uno de los grandes poderes económicos del mundo. ¿Duele tener que aceptar que hay que acordar de algún modo? Sí, por supuesto. Pero no podemos andar diciendo a cada rato el disparate “no paguemos la deuda por que es una deuda criminal”. Sí, es criminal, es verdad, pero no hay más remedio. ¿Se acuerdan cuando la Argentina no pagó el 7 % después del brillante arreglo de los gobiernos de los Kirchner en 2005 y 2010? Cómo enloquecieron al país, los fondos buitres, por ese 7 % que no había arreglado. Lo que le hicieron a la Argentina, lo que impidieron gobernar. Las publicidades que hacían en el mundo. Era insostenible. Era imposible de aguantar. Cristina Fernández lo aguantó, pero con un padecimiento que finalmente obró para que, entre otros motivos, le costara el gobierno, aunque ella no haya sido la candidata.
El costo político sería enorme. No hay manera de no pagar. Entendamos que la deuda del padre, que el hijo debe afrontar, es una deuda que lamentablemente no se le puede decir al acreedor: “Vos le prestaste a mi viejo cuando estaba borracho y desesperado”. Te responderá: “Bueno, lo lamento mucho. Yo le presté la plata. La quiero ahora”. Tristísimo. Injusto por donde se le mire. Pero no hay vuelta. Debemos tener un poco de seriedad. Incluso haciendo todas las críticas que haya que hacer.
Guzmán asegura: “Estamos tratando de refinanciarla en cuotas que no eviten el desarrollo de nuestro tiempo”. Es creíble. Lo mismo que cuando dice que no habrá devaluación aunque ahora muchos baten el parche de que sí la habrá después de las elecciones. “El año pasado decían lo mismo. Dijimos no. Y fue no. No pasó. Ahora decimos lo mismo. No va a haber devaluación. El Banco Central está acumulado reservas y tenemos superávit comercial. Y las exportaciones siguen creciendo. Es decir: tenemos más resiliencia y no menos en el frente externo”.
¿Qué es un mal acuerdo? Uno que en lugar de definirse en base a una alianza con el pueblo, vaya por el camino que buscan empujar otros que defienden intereses distintos. A eso hay que decir que no.
Ojalá estas declaraciones pudieran llegar a cada habitante de la República Argentina. Hagamos el acto de fe de que efectivamente cada palabra será refrendada en el acuerdo con el FMI. Porque la deuda es bochornosa. Y avalaremos al gobierno si alguna vez se planta y dice que no pagará con el hambre de la gente. Hambre ya hay, pobreza ya la tenemos. En el 2015 la Argentina había duplicado la clase media, reconocido por el propio Banco Mundial. Pero eso cambió radicalmente: es tremendo cómo aumentó el hambre en el gobierno liberal de Clarín. Macri, dejó tierra arrasada. Y encima llegó la pandemia.
Si algo no es envidiable es el rol que tienen los que gobiernan ante el poder real. Y vivir continuamente con el dolor de cabeza que produce la mentira, enfrentando a todos eses personajes de cuarta que están muy al servicio del establishment. ¿Qué quiere la derecha? ¿Que el país quede bien parado o que el gobierno salga derrotado para actuar políticamente en consecuencia? ¿Qué quiere el grupo mafia de Magnetto: que el gobierno arregle decorosa y soberanamente, o que pierda? ¿De quién es hincha LN+ con toda la plata que le puso Macri?
Ahora se metieron con otra cuestión con la que están tratando de tapar la realidad ante el litigio por los precios y la inflación. Se han animado a decirnos cualquier disparate, como la teoría del derrame, por ejemplo, que no tiene ni pie ni cabeza. Qué van a hacer estos tipos que lo único que hacen es concentrar ganancias. ¿Por dónde van a salir los dueños de Arcor? ¿Por dónde los capos de Molinos Río de la Plata? ¿Derramando la bonanza de sus ganancias? Nunca jamás. Sin embargo, ahora vuelven a acicatear con esa teoría, como si fuera el paraíso.

Nos mienten, nos tratan de embaucar. Que dejemos que ellos sean ricos, muy ricos, y cuando se les caiga el dinero, el vaso que se desborda, ponemos la mano abajo y algo nos va a caer. Es demencial, un disparate. Un acto de cinismo acendrado, definitivo. Lo dijo Amado Boudou: “Es mentira que la inversión genera derrame y entonces a las comunidades les va bien. El mercado interno genera bienestar, sostiene el nivel de ingresos y a su vez sostiene la inversión productiva que provoca que sea sostenible en el tiempo”. Claro, que lo diga Boudou casi suena obvio. Pero también lo dijo Joe Biden, el presidente de los EE UU: “El gran recorte de impuestos del 2017 se suponía que iba a pagarse solo. Así es cómo lo vendieron. Que iba a generar un rápido crecimiento económico. En cambio, sumó dos trillones al déficit. Fue una gran victoria para la corporación norteamericana, para los que están más arriba. De hecho, la brecha salarial entre los Ceos y sus asalariados es de las mayores de la historia: los Ceos ganan 320 veces más que lo que gana el trabajador promedio de su corporación. Solía ser menor al 100. La pandemia sólo empeoró las cosas: 20 millones de estadounidenses perdieron el trabajo, de clase media, pero al mismo tiempo 650 multimillonarios aumentaron su riqueza en más de un trillón de dólares en el mismo lapso. Mis compatriotas: la teoría del derrame económico nunca funcionó y es hora de hacer crecer la economía de abajo hacia arriba”.
“La teoría del derrame económico nunca funcionó y es hora de hacer crecer la economía de abajo hacia arriba” (Joe Biden).
Es impactante. El derrame siempre fue una mentira, pero ellos la usaron, y la usan como su estandarte, empezando por el Fondo Monetario Internacional, para hacer el daño que hicieron.
No dejemos de pensar. Nos quieren tomar por estúpidos. Con esa espada de la libertad del mercado nos manejan: ellos hacen mucha plata y un día a nosotros nos va a tocar… Entendamos de qué lado está cada cual. Aprendamos a ver que detrás de lo que vemos, detrás de lo que leemos, lo que discutimos, hay mucho más y que nuestra garantía es saber qué es lo que pasa. Jorge Alemán ha escrito sobre eso con una enorme sabiduría: uno de los triunfos más notables del capitalismo está en la mente de las personas.