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Eliminados: el asesinato de Sebastián Moro

Por Angela Urondo Raboy

En 2010 empezaron los juicios de Lesa Humanidad en la Provincia de Mendoza y entre las causas abiertas estaban las de mi padre y mi madre. Luego vino una mega causa donde se ampliaron y acumularon muchísimos casos perpetrados por la patota del D2, y más adelante el juicio a los jueces que fueron parte del mecanismo genocida y detentaban funciones durante la democracia en el Poder Judicial. Fue un período muy intenso en una lucha épica que no ha terminado.

Como no resido en Mendoza y las causas se desarrollan en el lugar en que los crímenes se cometieron, más allá de algunos viajes, fue necesaria la comunicación constante con quienes presenciaban las audiencias a diario para seguir los juicios. Así fui conociendo a uno de mis cronistas favoritos, Sebastián Moro, quien generosamente me enviaba con regularidad, resúmenes, notas y audios para que pueda estar al tanto de todo lo ocurrido.

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Durante el cambio de gobierno, en 2015, el Estado Nacional se retiró de muchas de las querellas que con intención reparatoria hasta entonces impulsaba, y el ex presidente Mauricio Macri reforzó esa postura cuestionando directamente como un curro, al movimiento de derechos humanos. En ese período también desaparecieron medios especializados, como Infojus, y fueron despedidos sin causa casi todos los trabajadores de Radio Nacional, entre los que estaba Seba, que tras cagarse de hambre y de silencio sin poder ejercer su oficio un par de años tuvo que emigrar. Se fue a Bolivia para poder trabajar. Los archivos de Radio Nacional, como los de infojus, desaparecieron, fueron destruidos, eliminados.

Seba apareció horas más tarde. Golpeado, en coma, encerrado en su departamento.

El 10 de noviembre de 2019, mientras las fuerzas armadas bolivianas exigían la renuncia a Evo Morales, me llegaba un mensaje de una amiga preocupada, preguntando por Sebastián. Regreso a ese momento en que dije: espero que esté bien, pero no me puedo quedar tranquila. Seba, nuestro querido compañero y enorme periodista mendocino, estaba en Bolivia donde se desempeñaba como jefe de prensa del semanario Prensa Rural y en Radio Comunidad. Desde allí realizaba también corresponsalías para Página/12. Su última nota, publicada ese mismo día, anticipaba el golpe de Estado. Esperaba que pronto hubiese noticias suyas, que estuviera bien, a salvo, pero nadie sabía nada y las imágenes que llegaban de Bolivia eran el espanto: el hombre atado a un árbol, a punto de ser linchado, era José Aramayo Cruz, director de Prensa Rural y Radio Comunidad,  jefe inmediato de Sebastián.

Todo mal. Seba apareció unas horas más tarde, lleno de golpes, en estado de coma, encerrado en su departamento. Su familia tuvo que atravesar una odisea para poder estar a su lado. Murió unos días después, en un contexto de ilegalidad que no permitió recabar pruebas, ni preservar su cuerpo. Todos sabemos que fue el golpe. Y también sabemos que los golpes no son solamente contra las víctimas directas, sino contra el cuerpo social colectivo: lastiman a toda la humanidad.

Seba siempre fue de los buenos, de los mejores, se destacaba su pluma, su ética, el enfoque, la mirada. Comprometido y generoso, buena gente, calidad profesional y humana. Duele un montón escribir esto, da bronca, es espantoso tener que pedir justicia por él, dar cuenta de lo que significa su ausencia. Pero aquí estamos, con él, como él estuvo con nosotrxs siempre, pidiendo justicia por nuestras muertas y muertos. Aquí estamos para él, y levantamos nuevamente las mismas banderas.

Busco en nuestros correos, atesoro las huellas que fue dejando el intercambio, ahí se encuentran. Servirán para recuperar una partecita del archivo enorme que Seba produjo durante los juicios de Lesa, que es su legado y nuestro acervo, es nuestra responsabilidad reponerlo, para que no quede en silencio, para que no pueda ser borrado.

Nadie nos puede quitar la memoria y la acción. Sebastián Moro presente, ahora y para siempre.

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Tags: asesinatolesa humanidadMendozaSebastián Moro
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