Henrik Johan Ibsen fue un dramaturgo y poeta noruego que vivió en el siglo XIX. Pergeñó una historia que nace en la aparentemente secundaria importancia de la cuestión de la contaminación de las aguas de un balneario, en el que vive un ciudadano Thomas Stockmann, y en su enfrentamiento con las autoridades y con el poder económico que las sostienen. Se llama “El enemigo del pueblo”, se convirtió en obra de teatro y el inmenso Juan Leyrado representó al papel protagónico en Buenos Aires. Una frase del “enemigo” resume el conflicto: “La lucha es contra ese poder que no nos deja ser libres”.
Claro que la cuestión es individualizar correctamente al enemigo del pueblo.
Si el gobierno encara la pelea solamente contra la oposición, contra el PRO, contra Cambiemos, contra los supuestos libertarios, se equivoca, pierde tiempo. La pelea es directamente contra los medios de comunicación. O sea, contra el establishment. Un poder real, que tiene como conductores a esta verdadera mafia. Es lo primero que debemos entender para saber contra quienes se pelea, quiénes son los verdaderos enemigos del pueblo.
La pelea, si el gobierno se animase, debe ser contra el sistema.
La tapa de estas horas de Clarín es una más de las mil demostraciones de que las cosas son así. El gobierno, en general, se anima a toquecitos, a decirle “mentiste”, pero la pelea es contra el sistema. La tapa lo representa cabalmente con dos cuestiones.
Por un lado dice “pesimismo”, dice que hay “rechazo a la medida de Feletti”, quien advirtió sobre la aplicación de ley de abastecimiento si los empresarios no entienden que el pueblo así no puede comer, y que hay millones de personas que lo están pasando muy mal por culpa de ellos, de sus exorbitantes ganancias.
La pelea es directamente contra los medios de comunicación. O sea, contra el establishment.
Lo de los medios es una barbaridad, una locura. Es el poder devastador que se le tira al gobierno. El verdadero enemigo, el rival, el adversario, la mafia contra la que se juega está encabezada por Clarín, a nombre de las corporaciones que tienen sus representantes, cabildeando hoy en día, frente a lo que dijo Roberto José Feletti. La disyuntiva es muy simple: se ajustan a los 1250 artículos congelados o le hacen la pelea y hacen que el flamante secretario de Comercio aplique la ley de abastecimiento… Pero esa tapa y su nota correspondiente lo plantea de tal manera para que luego puedan decir que éste es un “gobierno autoritario” porque aplican la ley.
Es poca cosa Bullrich, es poca cosa Milei. Desde el punto de vista intelectual, desde la visión política. Representan voces que simplemente extienden el mensaje de estos delincuentes mediáticos encabezados por Héctor Magnetto.
La segunda estocada de la jornada es la referencia a Aníbal Fernández. La nota es de tapa. “Otro apriete contra la prensa. Ahora tuiteó contra un periodista de Clarín”. Se basan en el tema Nik. La supuesta mención a las hijas, que en realidad no es tal: uno puedo leer 800 mil veces el tuit de Aníbal, que era la respuesta a otro tuit, violento, político, cero humor, del dibujante de La Nación. Después pidió disculpas, inclusive. No hay mención a las hijas. Es Nik el que dice: allí van mis hijas. No lo había visto nunca, pero apareció un reportaje y no me di cuenta si me daba pena o excitaba lo peor de mí. Por suerte duró poco.
“El ministro de seguridad volvió a utilizar sus redes sociales para atacar a la prensa”, dice la nota. Y asegura que lo hizo por otro artículo en el que se “afirmaba que el Papa Francisco pone reparos para reunirse con Alberto Fernández antes de las elecciones”. Fue “publicado en la edición impresa de este domingo e inquietó al funcionario”, saca pecho el diario del “amigo” Magnetto.
En la nota, además se asegura: “El último gran disgusto, dicen en las cercanías del Papa”. Digo yo: ¿cuáles cercanías? ¿quiénes son los cercanos al Papa que dicen esto? No es siquiera recurrir a una fuente. Es absoluta invención.
Describe incluso la respuesta de Fernández: “Qué coraje (…) De análisis más que módico, sin ser genio, Su Santidad no recibe gobernantes o políticos en procesos electorales. ¿Enojado porque el presidente se endureció o porque se sumó al gabinete? Exégeta del Santo Padre: qué audacia”, aseguran. Y luego califican esa respuesta: “Fiel al estilo propenso a la descalificación”.
Recordemos que es el mismo diario que alguna vez tergiverso la democracia y dijo que Aníbal Fernández tenía que ver con un triple crimen de la efedrina, en base a declaraciones absolutamente inconsistentes de un preso, un personaje indescriptible, un tal Lanatta, en la propia casa de Elisa Carrió.
Ahora, el periodista de Clarín, al que defiende el hampón de Magnetto, escribió: “Es un hombre cuestionado por los curas villeros, que favorece la droga en los barrios populares”. Total: Alberto Fernández lo llama a Aníbal para que haga su cuestión con la droga. Total: todo el gobierno tiene que ver con la droga. Esto es lo que hacen. ¿Qué se le puede responder a una mafiosidad tal? ¿Qué cosa en vez de sangre debe correr por las venas de una persona para dejar pasar semejante imbecilidad? No lo recibe el Papa a Alberto: no lo hace porque hay elecciones en Argentina, sino porque está enojado porque lo puso a Aníbal. Y con un detalle insoslayable: lo hace por lo que le dicen curas villeros, que en realidad no dicen nada de eso: uno los conoce, habla con ellos, desde el Padre Pepe en adelante.
Es una mentira de las más viles.

Es un infierno donde se tienen que mover los gobernantes. Es un infierno para Alberto Fernández. Ni hablar para Cristina, son diez infiernos para ella. Y lo mismo para Axel Kicillof, y así sucesivamente.
Como lo es y lo fue el caso Nisman. Ahora reapareció Sandra Arroyo Salgado, que andaba buscando hacer daño, que siempre anda peleando para jugar por el sistema y en contra del gobierno, de una manera tan persistente que llama la atención. Quiere hacer todo el daño que le sea posible. “Que a (Alberto Nisman) lo mataron es lo que dicen nuestros peritos. Lo que sostiene hasta el momento la Justicia”, reitera una y otra vez. Es lo de siempre. Quiere volver a la causa por “encubrimiento”. Es una reaparición asombrosa, acicateada por Clarín, cuándo no: “Ex mujer de Nisman cuestionó que otros magistrados no investiguen la causa por la que el fiscal puso en riesgo su vida”. La mafia motoriza que esto reaparezca.
Cuando uno ve lo que hizo esta mujer, el daño que provocó en la causa, lo que es capaz de decir, lo que presionó para que los hechos se reprodujeran como les convenía a su conciencia. Lo que molestó y perturbó a la fiscal Fein. Lo que mintió por televisión en un comportamiento bochornoso para alguien ligada a la Justicia, como por ejemplo la referencia al lugar de la entrada de la bala… Cuando se advierte tanta impunidad, no se puede menos recordar el papel que ella asumió en el caso: posiblemente sintiéndose la responsable de uno de los motivos que arrastraron a Nisman al suicidio, ha querido desviar siempre la atención y lo hizo con las peores artimañas jurídicas. Sería interesante que algún juez se ocupara del tema. Pero que lo haga de veras y que le pregunte todo lo que permita esclarecer la causa. ¿Por qué mintió en lo de la bala y en otros temas? ¿Cuánto cree que incidió su ataque al fiscal, el desprecio, el desdén hacia un hombre quebrado? ¿Pudo tener alguna incidencia en el suicidio? Hay muchas preguntas interesantes para hacerle, si tuviera el decoro de enfrentar el tema. Pero ni los jueces ni los medios hegemónicos se las van a hacer: sería difícil evitar enrostrarle que ella destrozó la autoestima de Nisman.
¿Por qué Arroyo Salgado mintió en lo de la bala y en otros temas? ¿Cuánto cree que incidió su ataque al fiscal, el desprecio, el desdén hacia un hombre quebrado?
Entonces, que aparezca de nuevo sembrando odio es lo que promueve el mismo diario que desde un principio disfrazó de crimen. La vuelve a poner en escena: es ella la que corre el velo del pasado y vuelve a exponerse con su mentira como espada, pero con la complicidad mafiosa.
Son ellos los verdaderos enemigos del pueblo.
Es muy cosa, me parece, Miles. Es muy cosa, me parece, Bullrich. Ni hablar de Macri, de Rodríguez Larreta, de la supermentirosa de María Eugenia Vidal. No está ahí la cuestión. Sí está en los tipos que hacen un enorme daño solapado. Estas tapas son inmensamente más dañinas: llegan a millones y millones de personas, con la credibilidad que el periodismo puede generar y, a la vez, con el “mentime que me gusta” que los odiadores nacionales quieren alimentar permanentemente y que encuentran caldo de cultivo en ningún otro lado como en Clarín y La Nación.