Es como cuando vemos alguna de esas películas de Netflix, o de cualquier otra plataforma, que tienen que ver con organizaciones mafiosas. Como cuando vemos El Padrino o Buenos Muchachos, y pensamos que el crimen organizado es sólo de esa manera… Pero no. Se entiende por hampa. Por pistoleros y asesinos que dominan un barrio, una ciudad o, a veces, un país. Se entiende al crimen organizado en personajes como Al Capone o en la familia Lucchese, a todos esos que a través de diversas líneas delictivas se les ocurre dominar su ciudad.
Pero veamos: acá es distinto, aunque en la Argentina de hoy también esté plenamente instalado el crimen organizado. Y actúan como están habituados a hacerlo. Extorsionan. Arrastran a las personas a las cárceles. Promueven la muerte como venganza. Dan protección o castigo según la actitud ante los criminales.
El liderazgo está en manos de un diario, de un grupo, de un hombre en lo más alto de una cúpula siniestra. Hoy el crimen organizado toma las riendas del país. Y una de las bandas protegidas, la de los agropecuarios inmensamente ricos, decide hambrear a su propio pueblo en nombre de las ganancias más insultantes que se puedan concebir.

Así como los malandras de la mafia se reparten el sur y el norte, acá se reparten el área de los negocios. ¿Quieren políticos? Por supuesto que los tienen. ¿Quieren jueces? Jamás, el crimen organizado, carece de ellos… ¿Alcaldes, periodistas…? Lo que quieran. Hasta tuvieron sus presidentes. Hoy se sienten un poco más fuertes que la semana pasada y todas las semanas es así.
El periodista Alberto Mahr, coautor de mi libro “La Batalla Cultural”, en su blog “Reescribamos la historia” asegura que traspasar el límite de la tolerancia mínima por parte de los codiciosos no le ha sido siempre beneficioso. Aunque reflexiona por qué no se detienen un poco más arriba del objetivo que se imponen? ¿Por qué no pueden pisar el freno en alguna oportunidad? ¿Por qué hasta para seguir robando se están haciendo daño? Es demasiado. Tal vez estén convencidos de que estamos muertos, que estamos inermes, que no podemos hacer nada y que no tenemos quiénes nos defiendan. Y que quienes nos quieren defender ante ellos, ante el poder real, resultan débiles.
Los empuja la apetencia por el dinero. Y por supuesto: recordarnos a cada rato quiénes son los que mandan, quienes tienen el bastón.
Algo tiene que suceder en ese mundo en el que la Argentina está inmersa de esa forma porque así lo hizo sucumbir el neoliberalismo. En este mundo en el que 6 personas ostentan más riquezas que 1600 millones de pobres y que 26 personas ostentan más riquezas que 3600 millones de pobres. Este mundo en el que el 1% de los ricos atesora el 82% de la riqueza mundial. Son parámetros reales que tienen su correspondencia en la Argentina. ¿Cuánto falta para cruzar esa línea de tolerancia mínima? ¿Ante qué peligros se ubican y no los quieren ver? ¿Por qué avanzan sobre todo? ¿Por qué son tan patanes, tan groseros, tan prepotentes? ¿Por qué el campo hace este paro a un gobierno y a un país que necesita un poco de maíz para vivir un poco mejor, para que los elementos no sean tan caros, para que la inflación de enero no sea mayor que la del casi 4% que tuvo el mes de diciembre?
Solamente los empuja la apetencia por el dinero. Y por supuesto: recordarnos a cada rato quiénes son los que mandan, quienes tienen el bastón.
Son parte de esas bestias, las que se llevan por delante el bienestar de los más vulnerables o de los sectores medios. Los que no quieren dejar ni un grano de maíz, se envuelven en la bandera y hablan de la patria, cantan el himno y son solemnes, pero no quieren dejar ni un maicito para darles a los pollos para que puedan crecer y no sean tan caros. Ya que es el suelo argentino, la patria con la que se envuelven con su bandera, no podemos pagar el maíz más caro que en otro lado. Y el gobierno tiene que lidiar con ellos, con todos los medios a su favor.

Y sigue el lockout. Tendrían que parar alguna vez los peones, ya que muchos de ellos trabajan de sol a sol, en negro… La patria no son ellos, sino aquellos que los padecen. Ellos, por el contrario, son parte del crimen organizado.
Y lo son, de manera que están protegidos por esa mafia que hace cualquier cosa para que las mentiras, una tras otra, les lleguen a las mayorías. Mire lo que hicieron en las últimas horas. Una de las espadas más importantes, más calificadas del diario fue a verlo a Alberto Fernández. Una entrevista. No sé cuál habrá sido el acuerdo. Pero finalmente ese entrevistador construyó una nota, despedazando a su entrevistado: lo deja muy mal al presidente de la República. Al punto que Graciana Peñafort atinó a decir: “Algo no entiendo. Un reportaje son preguntas y respuestas, en general, textuales. Lo que Clarín llama reportaje es sólo lo que opina el periodista. Una falta de respeto al entrevistado y al lector”. Ese individuo va, se sienta con el presidente de la República, tiene una charla que seguramente fue amable, y luego lo despedaza. Lo deja mal con el kirchnerismo, con el peronismo, consigo mismo, con todo.

Ahora yo pregunto: ¿Cuánto poder tiene ese periodista, cuánto respaldo tiene en sus espaldas para animarse a hacer eso?
Sucede desde hace mucho tiempo. Al menos sucede desde los años 90 cuando desembarcaron en Canal 13, en la primera privatización que hizo Carlos Menem. Es una larga historia en la que se construyó esta Argentina que tiene personajes como Miguel Ángel Pichetto, quien muy suelto de cuerpo dice cosas como la siguiente: “Uno quisiera que ocurriera una identidad nacional, un respeto por lo nacional. Primero, los argentinos. Si viene un inmigrante de un país latinoamericano, no tiene que venir a instalarse en el conurbano bonaerense… Alguien de Migraciones tiene que decirle: hay trabajo en el sur argentino, así la temperatura sea un poco más fría…”.
“Lo que Clarín llama reportaje es sólo lo que opina el periodista. Una falta de respeto al entrevistado y al lector” (Peñafort).
Tan bestial como ese periodista: ¿Cuánto poder, cuánto respaldo tiene para decir una cosa semejante, tan provocadora, una imbecilidad?
Todos los días, todas las semanas, todos los meses, todos los años. Son el poder real más el poder político o el poder real contra el poder político. Definitivamente, el crimen organizado existe en la Argentina. Basta levantar la mirada y posarla en la Justicia, en los medios de comunicación y en los poderes económicos, sean de la industria, sean del campo, sean de donde sean…
Nos manejan la vida como cualquier mafia a la que hemos dado en llamar el crimen organizado.