La imagen de Néstor Kirchner se iba rodeando de velas mientras él le daba los últimos toques, sobre esas baldositas que suelen ser el lento tránsito de las Madres de la Plaza. Las llamas pequeñas iluminaban la sonrisa de esmalte negro. El Fantasma se paró en un costado y miró, él también, emocionado. Fue su homenaje, el de miles y miles a los 10 años de la muerte del ex presidente. Al otro día el gobierno de la Ciudad le pasó lavandina a una historia que quedará eterna en las imágenes.
Transcurrió casi un mes. Murió Diego Maradona. Otra vez esa plaza se atiborró de gente herida en su corazón. Lágrimas, recuerdos, melancolía. Otra vez el adiós. Otra vez el pincel del Fantasma para plasmar la cara del Diez sobre el piso de la plaza, las cejas ceñidas, la mirada firme, el gesto duro, la camiseta argentina. La foto inolvidable del muchacho, del artista, blandiendo una la bandera argentina, pocos centímetros atrás y la muchedumbre que pugnaba por ingresar a la Casa Rosada, allá al fondo para despedirse de su ídolo. Él con la camiseta de Independiente, con el número 27, el de la muerte de Kirchner, pero con el nombre Fernández en la espalda.

No sólo por el presidente actual y la vice. El Fantasma se llama Marcelo Martín Fernández y prefiere no develar el origen del apodo que le pusieron sus amigos. “Ahora, la mayoría de la gente que conozco me dice por mi apodo”. Hace más de 40 años que dibuja, hace más de tres lustros que realiza murales por aquí y por allá. Recién ahora estudia. Nació en Jujuy hace 46 años. A los 12, su familia se trasladó a Avellaneda y él rápidamente se hizo hincha de Independiente. Con la llegada del siglo XXI, la mano se endureció. Conoció la profundidad de la pobreza, vivió en la calle y confiesa, con sencillez y con pasión: “El arte me salvó la vida”.
Habla bajito desde San Francisco, el barrio de San Salvador donde vive su familia. “Nosotros le decimos San Pancho”, dice. Fue a visitar a su madre y a sus hermanos. “Alguna vez hice un mural de Néstor aquí. Y antes de volver, en un par de días, voy a hacer uno de Diego”. Cuenta que “en realidad era gastronómico: fui ayudante de cocina, pizzero, pastelero y en el 2001, cuando se pudrió todo, me quedé sin laburo. Me echaron y me quedé sin donde vivir… Estuve mucho tiempo en situación de calle, nadie daba un peso por mí. Pero un día, en el 2007, 2008, me puse a pintar como hobby y el dibujo que hice le gustó a un amigo que estaba en la política. Me pidió que hiciera una bandera, y después salió otra. Y después un mural… Así empezó esta historia”.

-¿Estudiaste pintura o dibujo?
-No, no, en ese tiempo no. Siempre dibujé para pasar el tiempo. Desde chico. Pero no conocía ni los colores primarios ni los complementarios. Recién ahora estoy estudiando en la escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, de Barracas. Me faltan siete materias. Voy a ser lo que me gusta: profesor de dibujo. Eso es lo que quiero ser. Por eso digo que el arte me salvó la vida. Gracias a Dios ahora estoy viviendo de la pintura.
-¿Siempre retratos?
-A la gente les gustó cómo dibujaba las caras. Mucha gente, cuando se le morían los familiares, me pedían que las dibujara. Les gustaba porque era muy realista lo que hacía. Y a mí me gustaba la emoción que sentían cuando veían a su ser querido, en una imagen, en una pared, en las casas, afuera o en el living… Se fue entreverando, de boca en boca. La gente me llama.

-¿Cómo surgió el dibujo de Néstor en la plaza?
-Cuando empecé a militar me llamó la atención lo que el chabón decía. Lo que hizo en la política fue trascendental para muchas personas, para muchos jóvenes. Es un ídolo, un referente. Y, a los 10 años, con los compañeros nos dijimos que teníamos que hacer algo grande. Yo milito en la agrupación 27 de Octubre, en una básica de Avellaneda.
-Poco después pasó lo del Diego.
-Uh, fue un dolor muy grande. Imaginate: era mi gran ídolo, un referente del fútbol. Por eso se nos ocurrió hacer lo mismo que con Néstor. Fueron como 9 horas, pintamos toda la noche. Fue mi regalo para Diego, siempre quise acercarme a él. Fue un chabón de barrio que se hizo de abajo.

-Con la misma técnica.
-Sí, generalmente trabajo con murales a escala, utilizo esa técnica. Con una cuadrícula, la traslado a mayores dimensiones. La mayoría de las veces dibujo con sintético, porque resalta bien los colores. Y si le ponés un poquito de barniz te dura mucho más.
-¿Los conociste personalmente a Néstor o a Diego?
-No, pero no se olvidan sus palabras, o lo que hicieron. A Diego, ni hablar… Siempre fui futbolero, lo quiero desde que tengo memoria. Hubo un tiempo en que no podía entrar a una cancha, cuando yo estaba en la calle, pero siempre lo seguía. La única posibilidad que tuve de estar cerca de él fue hace poco, cuando ya era técnico de Gimnasia y fue a la cancha de Independiente. La única vez que lo tuve tan cerca. Yo estaba en la tribuna con una bandera del Diego. Fue como una despedida mía. Hice lo imposible para entrar. Sentía que iba a ser la última vez que lo podía ver.

-Me imagino que otro ídolo tuyo será Bochini…
-Por supuesto. El Bocha es un maestro. Por eso en la cancha de Independiente los dibujé a los dos juntos: al Bocha y a Diego. Al Rojo lo sigo toda vez que puedo.
Antes de viajar al norte hizo un mural en la esquina de Murguiondo y Avenida Directorio, en el barrio de Mataderos. Otra vez, Maradona y una leyenda alusiva: “Diego por siempre”. En la comuna ya se lo conocía desde que, una pared de la avenida Piedrabuena, hizo un retrato de Ezequiel Demonty, el pibe asesinado por la Federal en 2002. El Fantasma va por los barrios con su arte, con su melena larga, con su infaltable gorro. Normalmente, la realización de los murales, está acompañados por movidas barriales y por radios abiertas. “Yo trabajo con todos, con la gente de la básica o con toda la gente de los barrios. Me siento bien en todos lados”.
-¿Tenés otros ídolos en la política?
– El Che Guevara… Igual que Néstor O como Diego en el fútbol. Son chabones que fueron revolucionarios en lo que hicieron.
-¿Qué vas sintiendo cuando vas descubriendo esas imágenes, las caras que reinventás en el suelo o en las paredes.
-Es una emoción. Cuando dibujo los ojos, o los gestos… Ahí los siento revivir.