La tragedia mediática argentina parece no tener fin, pero tampoco tiene pausa. No sólo no la terminan, sino que la siguen cada vez peor. Lo que ha ocurrido en estos días es lamentable. Empezamos el año de la misma forma que terminamos el año anterior. Con una malicia, una capacidad para mentir y un sentido persecutorio en el que no le dan tregua ni al gobierno, ni al país, ni a la gente. Apuntan a la mente, al corazón de todos aquéllos que queremos aportar algo para construir una sociedad un poco mejor. No se detienen. Nos condicionan a través de sus fake news, de la visión sesgada que tienen de las cosas.
Un ejemplo es el diario Clarín y su campaña sistemática alrededor de la vacuna contra el Covid-19. “La Sputnik V: fiebre, cefaleas y mialgias: reportan 317 casos de efectos adversos, esperables”. Dicen “esperables”, pero con esa palabra no cubren nada. La malicia de un medio enloquecido. Le preguntaría a Héctor Magnetto cuándo se va a detener. Es diabólico lo que está haciendo. Es envenenar.
“Estoy muy enojado porque estoy escuchando cosas falsas que se diseminan por ahí sobre los efectos de la vacuna” (Martín Hojman, infectólogo).
Gracias al doctor Guillermo Capuya, yo me vacuno contra la gripe desde hace seis años. Y todas las veces me da un poco de fiebre, algo de decaimiento. Pero después, la vacuna hace su efecto lógico. Se sabía de antemano que la Sputnik V tiene de un 92 al 95 % de eficacia y, consecuentemente con ello, cinco de cada 100 vacunados pueden tener problemas. Pero ni así: fue sólo el 1%. Fueron 317 en 33 mil: ¿Eso merece el título del diario basura que todos los días se la pasa envenenando a la gente? ¿Cómo se puede vivir así?
La aclaración del ministro de Salud, Ginés González García pareció obvia. Explicó con paciencia y elegancia ante estos tipos que no paran de perseguirnos. Explicó que de esos 317 casos, el 99% se clasificaron como leves o moderados, y que siempre aparecen antes de las seis horas de aplicada la vacuna y desaparecen antes de las 24 horas. Eso se sabe con certeza porque cada uno de los casos es seguido con atención.

Pero más allá de estas necesarias explicaciones, no se puede vivir así. Me partió el alma escuchar la angustia con la que el infectólogo Martín Hojman daba un reportaje en el “Templo del Mal”. “Estoy muy enojado porque estoy escuchando cosas falsas que se diseminan por ahí sobre los efectos de la vacuna. Es muy decepcionante, muy descorazonador para los que trabajamos en esto. No entiendo de dónde vienen, cuál es el objetivo, pero es duro para nosotros, que tenemos compañeros internados. ¡La vacuna salva vidas siempre! Y es un esfuerzo, otro más, que está haciendo el sistema de salud. Y en este caso el sistema de salud pública”.
El periodista miraba como distraído. No entienden. No quieren entender. Es la directiva de la mafia mediática. Son los que van contra un gobierno al que quieren desalojar de su lugar para poner allí a los que usted ya sabe…
Van a empezar a fogonear otra vez con “la más larga cuarentena del mundo” y esas imbecilidades.
Enroscados, aparecen personas casi con un cientificismo de odio. Como Sandra Pita, quien, mientras Hojman se desgarraba haciéndo entender a TN que no pueden seguir comportándose así, ella escribía: “Un infectólogo en TN militando la Sputnik. Qué peligroso es esto”. Qué peligrosa es ella. Con simpatía, Axel Kicillof, viene a redondear el comentario rechazante ante tanto padecimiento: “Hay una búsqueda de suspicacia que siembra dudas desde la ignorancia. Antes de que fuera comunista Rusia, existía el laboratorio. Sembrar dudas sobre un remedio que nos va a salvar la vida… Y dale…”
Son los enloquecidos por esta vacuna de veneno que le inoculan a la gente. Y lo hacen justamente en este momento, con el peligro que se cierne sobre el mundo entero y del que, por supuesto, no está exenta la Argentina.

En tres semanas hemos empeorado más de lo que mejoramos en dos meses, reiteran una y otra vez los funcionarios bonaerenses de salud. Está claro que los de CABA no pueden decir lo mismo porque la locura de la apertura por la que presionaron tanto, los hace cómplices de lo que ocurre, y ellos lo saben. Si esto sigue así, si se repiten esas imágenes de gente amuchada en un shopping, en un parque o en la playa, van a tener que detener las actividades. Sería una verdadera pena. Van a empezar a fogonear otra vez con “la más larga cuarentena del mundo” y esas imbecilidades… Entendamos que depende de nosotros lo que se haga con el Covid-19
Hay muchos países que ya debieron tomar esas medidas. Quien lee estas líneas, ¿se fijó en la desesperación de Boris Johnson –justamente él que tanto despreció a la pandemia al principio– cuando hablaba al país sobre la implementación de la tercera cuarentena en el Reino Unido? Incluso piensan cerrar las escuelas, cuando acá por una cuestión de marketing, Rodríguez Larreta y Soledad Acuña porfiaron hasta límites enloquecedores para reinstalar la presencia de los alumnos en las aulas.
Hoy puede más un periodista que trabaja para los sistemas dominantes que un científico.
¿Qué parte no entienden de lo que nos pasa? La respuesta tiene que ver con el comportamiento mediático y la irresponsabilidad de la ciudad más rica del país en su desenfrenada posición de abrirlo todo. Muy parecido a lo que ocurre en Brasil, donde tienen a un verdadero demente al frente del país y ya se habla de 200 mil muertes… Se me dirá que tanto acá como allá todo esto se produce con gobernantes que fueron votados por el pueblo. Sí es verdad, pero el problema ya no es político, sino moral. Qué tienen los ciudadanos en su mente para ir detrás de estos dementes.
Así estamos. Hoy puede más un periodista que trabaja para los sistemas dominantes que un científico. Hay dos o tres periodistas argentinos que creen saber más que los 25 premios nobel que tiene Rusia en el área científica. Mientras en Estados Unidos Bernie Sanders, la persona más importante en ese país alrededor de lo que significa la idea socializante, colectivista, que la política puede tener en un medio donde el egoísmo y el neoliberalismo son campeones invictos, hizo un dramático pedido de 600 dólares para la gente que no puede trabajar y para la que sí trabaja pero que está asediada por el Covid. Le pasa al país más poderoso de la Tierra, al que vive a expensas de los más pobres.

Sanders está pidiendo que hagan en Estados Unidos lo que hicieron acá durante todos estos meses de pandemia, donde se aplicaron 1,3 billones de pesos a cuestiones relacionadas con la pandemia y de promoción para poder capear el temporal e intentar salir. El Covid-19 en 2020 se llevó un imaginario de dos meses de la recaudación de la Argentina. Pero se hizo. Estamos en dificultades, pero ninguna persona fue abandonada como andan pidiendo algunos economistas ortodoxos.
Todo esto ocurre a pesar de la profunda desigualdad que sigue gobernando al mundo. Ya lo dijimos: 50 personas tienen hoy el mismo capital que 1600 millones de personas. ¿Se puede entender? Esas 50 personas elevaron sus fortunas en 640 mil millones de dólares en el año del Covid… Al servicio de estos ricos, jugándose la vida por ellos y proclamando su servilismo, hay economistas como Carlos Melconian que ahora se dedican a atacar al ministro de Economía, Martín Guzmán. Lo acusa de haber trabajado en una universidad norteamericana, para luego venir y meterse en la política. Es que Melconian es un exponente de la autodenigración nacional, la demostración del menosprecio de la realidad, típica de un tilingo formado con una mentalidad colonial. Está al servicio de los Magnetto, de los que nos inoculan la vacuna del veneno.

Todo esto es lo que nos hacen los diarios del odio de los Magnetto y los Saguier. En los últimos días hubo una verdadera perlita en la tapa del Clarín. Antes prolongaban su línea editorial a través de foros en los que participan seres despreciables. Pero esta vez fueron ellos mismos los que llevaron a la tapa del diario lo que dicen esos foristas. “Cristina, Boudou y su Kuriosa división de poderes”. Sí, con K. Es el título de una columna escrita por una de las periodistas más representativas de esa redacción.
Son los diarios del odio. Siguen jugando sin sutilezas, de una manera diabólica y atroz. Han perdido todos los estribos. Es el autodenominado “Gran diario argentino”, del que no queda absolutamente nada. Porque su periodismo es de guerra, su periodismo es basura.