Axel Kicillof decía hace unas horas que está “harto que, por el marketing y las campañas del macrismo, haya que decir las cosas mil veces. Todo el tiempo contrarrestando críticas insostenibles. Nos acostumbraron al marketing como forma de gobierno. Cáscara vacía con mucho anuncio”.
Se refería puntualmente a cuestiones de la educación. Aunque el mismo concepto puede ser aplicado a tantos otros temas. Por ejemplo, el lawfare en la Argentina, una práctica que se mantiene con absoluta vigencia.
El país está sometido a superar pruebas negativas. Por caso, lo que está sucediendo con el colega Santiago O’Donnell. Resulta que lo llamó Mariano Macri, el hermano del ex presidente, para decirle: “Quiero contar todo lo de la familia, lo que sé de mi hermano…” Se sentaron a conversar horas y días. Y surgió un libro extraordinario, en el que pintó de negro a su familiar poderoso. Santiago es un periodista creíble, excepcional, que le puso condiciones y le advirtió: “Una vez que cruzás el Rubicón, no hay modo de echarse atrás”. Alea iacta est (la suerte está echada).

Estuvo completamente de acuerdo. Claro que cuando se sentó en la reunión familiar, con varios de ellos no pudo saludarse. Le dijeron alguna cosa y se sintíó desolado en medio de la familia… ¿Se arrepintió? ¿Por qué lo hizo, entonces? ¿Sólo porque estaba muy enojado? ¿Se sentía estafado, igual que la hermana de los Etchevehere? Lo concreto es que a Mariano algo le pasó cuando salió el libro. ¿Algo no le gustó? Es poco creíble. ¿Alguna apretada, alguna oferta? Tal vez.
Hablamos de la misma persona que había lanzado, por ejemplo, frases como la siguiente frases: “Mauricio hizo muchos negocios en forma oculta, sin aparecer abiertamente en el directorio, en la posición de accionista”. Está el ejemplo de Mirgor, una empresa de aire acondicionado para auto que creció desaforadamente gracias al “marcketshare”, la posición de mercado que tenía Sevel. Allí metió a los Caputo, donde era un accionista aunque no figuraba… O sea, ahí también estafó a todo el mundo.
Contó tantísimas otras cosas. Pero ahora, hay un peligroso fallo contra la libertad de expresión. La jueza Martha Gastaldi conminó a Santiago O’Donnell a entregar las grabaciones, algo realmente Inadmisible. El periodista guarda bajo llave esas 18 horas de grabaciones. El libro habla por él y no tiene que dar más explicaciones, aunque a partir de su honestidad y su ética no tenga impedimentos para darlas. Dice, con puntillosa claridad: “Lo que daría para otro libro es qué pasó que, de repente, empezó a cambiar la cosa. ¿Se arrepintió, lo arrepintieron?”
Una jueza pidió a Santiago O´Donnell que entregue las 18 horas de grabaciones con el hermano de Macri. Inadmisible.
Mariano sabrá por qué quiere borrar lo pasado. El libro vendió decenas de miles de ejemplares, pese a que no sólo no tuvo apoyo de los medios sino que lo ocultaron de mil modos: no podían consentir que atacaran a Mauricio Macri.
Pero bueno mientras a unos los persiguen a otros los blindan. El lawfare sigue vigente y con buena salud. Lo dice Martín Soria en un twitter: “¿Se imaginan a un juez reunido con @alferdez en @CasaRosada antes de dictar un procedimiento contra #Macri? ¿Sería un escándalo, no? Pero el juez Gustavo Hornos (Casación penal) visitó a Macri antes de procesar a @CFKArgentina y nadie se enteró”. No pueden ser más peligrosos y más dañinos para la justicia. Esa sala 4ª de Casación Penal, es una desgracia judicial, si las hay… Hornos se reunió con Macri y horas después ratificó un procesamiento por 10 mil millones contra Cristina Kirchner. Si esto no es persecución judicial…
Como lo explicó hace unas horas, Albero Fernández. “Esas mecánicas de persecución violan los sistemas más modernos del Derecho Penal. Son inadmisibles. No las acepté nunca, no las acepto ahora y no lo haré siquiera el día que deje de ser presidente. Porque el Derecho Penal es el sistema por el cual los ciudadanos les ponemos límites al estado para perseguirnos”.

Se cometieron horrores en la Argentina. Es muy triste. Ya casi no hay tiempo de indignarse por estas cosas. Estamos en una coyuntura muy especial. Hay que pensar en la recuperación, en el salario, en el trabajo, en volver a la vida. Pero veamos otro caso flagrante que nos arrojaron por el lomo.
Vale la pena detenerse en las pericias que derrumban las denuncias sobre el Plan Qunita, que estuvieron en las tapas de los diarios hegemónicos por semanas. Recordemos a Graciela Ocaña. Es otro de los casos en los que gente fue presa en la Argentina sin haber cometido el más mínimo ilícito. El objetivo del plan original era dar a las madres de los recién nacidos un kit de productos que permitiera bajar el índice de mortalidad de bebés entre uno y seis meses. Se les suministraba ropita, el moisés, termómetros, chupetes, libros de cuentos, sonajeros. Le daban instrucciones a las madres que no siempre están preparadas por edad, por cultura, todo lo que resulta imprescindible. Y Ocaña, una inútil en el Pami como jamás se vio, apareció con un kit alternativo, que según dijo era mejor y no tenía sobreprecios. Ahora los peritos desmienten toda esa denuncia y afirman que lo que presentó Ocaña era una vergüenza, entre otras cosas, porque sus cunas tenían una distancia entre barrotes peligrosa para los bebés. Son cosas horrendas. ¿Nos damos cuenta del nivel de canalladas que cometieron?
Denunciaban a Manzur, a Gollán, a Kreplak, a empleados de baja jerarquía, pero fundamentalmente a Aníbal Fernández que en aquella época era la figura saliente a la que había que darle con todo. Por eso, los kit fueron arrumbados en un depósito por el que el gobierno macrista pagaba 900 mil pesos mensuales, lo que ya de por sí concebía un escándalo. Encima el desfachatado del juez Bonadío mandaba a quemarlas: borrarlas del mapa para quitar cualquier rastro. Lo que hicieron no tiene nombre. Un enorme daño. Una gran vergüenza.
La justicia finalmente rechazó la denuncia de Gabriela Ocaña sobre el Plan Qunita.
El propio Aníbal sostiene que no olvida, pero que, a pesar de todo, prefiere encarar la vida de otra manera ante, cómo él dice, “toda la basura que tuvimos de presidente y toda la caterva que lo acompañó”.
Justamente, tuvimos la oportunidad de charlar y recordar algunos conceptos de “Breve historia de la mentira fascista”, un libro de Federico Finchelstein, que relata que en los años 30, Hitler y muchos fascistas de la Argentina y del mundo veían la verdad encarnada en mitos antisemitas, algo que el filósofo judío alemán Ernst Cassirer llamaba “un mito conforme al plan”.
Un plan es lo que había en la Argentina. Un plan de destrucción de la democracia. Un plan que necesitaba un mito. El mito era la corrupción. Debían instalarlo y lo consiguieron. Lo que hicieron con los judíos fue instalar el mito. Primero el plan, luego el mito y finalmente el desenlace. Los fascistas fantasearon una nueva realidad y luego cambiaron la verdadera. Así reformularon las fronteras entre mito y realidad. La reemplazaban en función de reconfigurar el mundo con mentiras.
La situación de estos años en Argentina se parece al fascismo. Los de las cunitas, el lawfare, las apretadas de la justicia a los funcionarios…
Vuelvo al texto de Finchelstein. “Según las mentiras antisemitas, los judíos eran intrínsecamente sucios y contagiosos, y por lo tanto debían ser asesinados. Los nazis, con los guetos y los campos de concentración crearon condiciones en los que la suciedad y el contagio se hacían realidad”. Es decir, poner el mito al servicio del plan. Famélicos, torturados y radicalmente deshumanizados, los reclusos judíos se convertían en lo que los nazis querían que se convirtieran. Y por consiguiente, que fueran asesinados pasaba a estar bien.
Buscando una verdad que no coincidiera con el mundo vivido, los fascistas procedieron a hacer de las metáforas una realidad. La metáfora de la corrupción argentina fue hecha realidad por los medios de comunicación y la compañía de difamadoras profesionales como Ocaña. No había nada verdadero en la mentira ideológica fascista, pero sus partidarios querían que esas mentiras fueran lo más reales posibles.
La situación de estos años en Argentina se parece al fascismo. Los de las cunitas, el lawfare, las apretadas de la justicia a los funcionarios, a los gobierno, a los ciudadanos. Todas mentiras atroces.
Todo se entrelaza. Son los temas brutales lanzados contra la democracia. Olvídese por un momento de personajes entrenados para estas miserias: ellos la llevan bien. Pero no los olvidemos por siempre. Es imprescindible comprender, tener a flor de piel, cómo afectan las fake news (como le dicen ahora) o las mentiras brutales (como me permito seguir llamándolas) a la democracia nuestra de cada día.