“Hemos tenido noticias tristes de contagios que nos deben llamar a la reflexión. En medio de una pandemia que nos asola debemos entender de una vez por todas que hay cantos de sirenas que nos hablan de la necesidad de ser libres y, esa libertad a la que invocan, nos llevan a los contagios y a las muertes”.
Hace unas pocas horas Alberto Fernández planteaba una realidad que nos horada. Qué tristeza se desprende de las palabras del presidente. Todo lo que sucede en torno al Covid-19, con una escalada que va en torno a los 35 mil casos y casi 750 víctimas fatales en un solo día. En apenas 24 horas. Hay alertas, hay conversaciones. Se reúnen. Siempre lo patean para el viernes. Ayer era el momento. Ahora lo es. Perfectamente se pueden tomar medidas aunque más no fuere para hoy. ¿Por qué el viernes? Es como ese lunes de los que dejan de fumar, de los que van a parar de comer ciertas cosas. El lunes empiezo, se dice. Y aquí estamos en “el viernes tomamos las medidas”.
Pero los números son espantosos ya, ahora. Cada día se superan, pero no por eso se amengua el estupor que nos provocan. Nos hieren, son cada vez más lacerantes. Mientras, evalúan implementar más controles. Por supuesto que es imperioso hacerlo: si cuando había 20, 25 mil, ya nos angustiábamos.
¿De qué se asombran aquí, Clarín, La Nación, el Pro, Saguier, Magnetto, Macri, Bullrich, Larreta…? ¿No pedían esto?
Son números para reaccionar. De inmediato. Sin hesitar. Incluso deben ser capaces de reaccionar aquellos que ahora se asombran de esas cifras.
Uno mira los comentarios y parece que esos 35 mil los voltean: ¿no era esto lo que preferían? Seguir trabajando, seguir con la vida y combatir al Covid: todo a la vez es imposible. Fue inaceptable para todos los países, que iban a cuarentena y al tiempo levantaban buena parte de las restricciones. Eran Francia o eran Suecia. ¿De qué se asombran aquí, Clarín, La Nación, el Pro, Saguier, Magnetto, Macri, Bullrich, Larreta…? ¿No pedían esto? Si no se mueren por el Covid, se van a morir del hambre, profetizaban. Llevaban a economistas de pelos parados, a idiotas que decían cualquier pavada respecto a la posibilidad de que pudiéramos morir de cualquier motivo: ¡para qué luchar contra el Covid!
¿Ahora se asombran los que mandaban a una marcha tras otra, desafiando a la pandemia, tirando los barbijos a la basura?
¿Hay algo que pueda sorprenderles cuando leemos estas espantosas cifras de contagios y muertes, si ellos fueron los incentivadores de la tragedia, un papel que no van a asumir? Cualquier ser pensante sabe que lo que estamos reflexionando en estas líneas se corresponde con la verdad. Ahí tienen el número de muertos que pudimos evitar. Que no debimos de ningún modo arribar a los más de 70 mil. O a los 100 mil a los que encaminamos a tener que soportar a la brevedad…

Sí, 100 mil muertos: es imprescindible hacer memoria de lo que hicieron contra la cuarentena. La aparición de la vacuna que generaba desprecio, en vez de apurar el procedimiento, de ayudar, de acompañar al gobierno nacional. A quince días de haberse decretado la primera cuarentena ya titulaban en una campaña diabólica, para poner palos en la rueda. Sólo eso motorizan esos diarios: desestabilización. Todos ellos, los medios, la oposición, el poder real, han sido criminales de su propia gente. Lo están siendo cada día. Dale que te dale con el país parado, con el país de porquería… Que en realidad era el país que cerraba la actividad para cuidarnos, el país que en determinado momento impedía la vida tal como la deseamos pero porque entendía que hay que luchar contra el Covid, sin tomar nota que lo hacía todo el mundo, todas las naciones, del pelaje que fuera. Y que sólo la vacuna, tan denostada en la Argentina, puede, paulatinamente, paso a paso, sacarnos del horror. Aun con tantos problemas, aunque falte mucho todavía.
Encierro y vacuna: es todo lo que nos puede ayudar contra el Covid. ¿Cuánto pierde el país ahora con estos números alocados? Una fortuna muy superior quizás de lo que se ahorró permitiendo las aperturas, el trabajo, la presencialidad, la locura a la que forzaron desde el gobierno de Buenos Aires, desde el Pro, desde los medios hegemónicos.
Que se hagan cargo, ahora. Aunque jamás lo hacen.
Da mucha pena.
Todos ellos, los medios, la oposición, el poder real, han sido criminales de su propia gente.
El dolor es tremendo, profundo. Más aún porque sabemos que hay responsables directos que ahora miran para otro lado. Que golpean sin vergüenza en cuestiones relacionadas con la muerte ajena.
Son épocas muy dolorosas para la Argentina. Porque, además, no son las únicas noticias que nos sacuden, que nos percuten, aun cuando ninguna como el Covid. Pero no podemos corrernos de la acción de estos mercaderes de la vida, de la democracia. Como esos ricos del campo que no tienen retraimiento en pensar que hay que matar a la gente de adentro para hacer su negocio afuera. Machacan contra una decisión del gobierno por 30 días que no les cambiará para nada la ecuación, pero que sí lo puede hacer con el país. Es ideológico. Este gobierno pelea con gente que discute con el bolsillo, la vida y la ideología, todo a la vez.
Eso es la gente del campo. Recordemos a Luis Miguel Etchevehere. Recordemos a un personaje que tomó un dinero que le correspondía de la Rural, que es capaz de robarle a su propia hermana, que está procesado. Ese tipo es al que, ahora, los medios cómplices van a buscar para que acuse a este gobierno de “comunismo”. Da mucha vergüenza que sea la voz cantante de este conflicto que inventaron ellos. Él, un golpista de alma, y otro personaje como un tal Ricardo Buryaile que tiene 20 mil hectáreas de campo.
El dolor es tremendo, profundo. Más aún porque sabemos que hay responsables directos que ahora miran para otro lado.
¿De dónde hablan, desde que lugar? ¿Qué saben de las necesidades de la gente? ¿Qué saben lo que significan 300 gramos de carne para hacer aunque sea un guiso, en esos lugares en los que cuesta tanto comer?
Son días que desnudan mordazmente la mezquindad política. Son tiempos en los que el ‘sálvese quien pueda’ pudo más. En la pandemia y en muchos otros aspectos. Ni hablemos de la Justicia en un país donde los principales políticos opositores se confieren cómplices de personales como ese Pepín Rodríguez Simón que debe exilarse porque si regresa y declara pone en blanco sobre negro todas las chanchadas que cometieron. Porque salpicaría, deschavaría buena parte de las tropelías que hicieron en el gobierno durante los cuatro años nefastos en que estuvieron. Tropelías que pretenden seguir haciendo, como una continuidad diabólica, ahora desde la Ciudad y desde el poder sombrío de la oposición.
Son los que quieren voltear al gobierno. Están todos hasta las manos.
Son los que se niegan a asumir que estamos en medio de una catástrofe que se lleva miles de vidas.
Comenzamos estas reflexiones detenidos sobre la pandemia. Y así las cerramos. Con la pena profunda de saber que todo segundo que se demora, se cobra una nueva vida. Con la herida absurda de tener que esperar que una buena noticia sea que no se superen los 18 mil, los 20 mil casos. No podemos naturalizarlo. No debemos hacerlo.