Imagen de unidad en La Plata. El 2021 como ensayo para el 2023. Y ella, más ella que nunca: mandó a laburar de otra cosa a los que tienen miedo.
Con su arenga del viernes 18, una rejuvenecida Cristina Kirchner de pantalones Oxford e indudable localía platense en el Estadio Único, le recordó al conjunto del gobierno las verdaderas razones que hace un año consagraron la victoria en las urnas del Frente de Todos.
Fuerte y claro, como era esperable, su mensaje enardeció a los analistas que ejercen el comisariato de la opinión pública desde los medios hegemónicos, a la vez que produjo una sensación de alivio hogareño entre los sectores más exigentes del espacio oficial, atentos vigilantes de la gestión de los Fernández.
Su mensaje enardeció a los analistas que ejercen el comisariato de la opinión pública desde los medios hegemónicos
Como recién salida de “La Liberté guidant le peuple”, el cuadro de Delacroix donde una mujer emerge del caos reinante alentando a los demás a seguir la lucha, Cristina Kirchner apuntó al funcionariado que, a veces por pereza, otras por temor, parece no comprender el por qué y el para qué de ciertos asuntos que, cuando se lleva consumido un cuarto del mandato, necesitan más de la acción urgente que de las generosas capacitaciones públicas o postales de la vicepresidenta.
Si la mayoría de las veces no tener respuestas es visto como un problema, el no plantearse siquiera las preguntas representa un conflicto mayor. El test es simple. ¿Quiere el Frente de Todos ser un paréntesis entre dos gobiernos macristas o filomacristas? ¿O pretende reelegir con un modelo alternativo al neoliberalismo? El que no sepa qué decir frente a esto, ocupando ministerios o bancas oficialistas, está de más.

Palabras más, palabras menos, a eso se refirió la dos veces presidenta cuando les aconsejó, tanto a los que no se animen como a los que no tengan la motivación necesaria, que busquen otro laburo. Porque gobernar no es hacer turismo por los problemas, sino tomar las decisiones que haya que tomar para solucionarlos de una buena vez.
Cuando eso ocurre, hay gente que aplaude y hay gente que se enoja. Es el ABC del mando. Pero si la desigualdad y la pobreza llegan a índices lastimosos como los actuales, pretender tener un millón de amigos entre los beneficiarios y las víctimas del desastre a la vez es un error grosero. Ni la Casa Rosada ni los ministerios son Facebook.
¿Quiere el Frente de Todos ser un paréntesis entre dos gobiernos macristas o filomacristas? ¿O pretende reelegir con un modelo alternativo al neoliberalismo?
Hoy se le pide a la política mucho más que diagnóstico y fotografías felices. Se le exige que trabaje para revertir el paisaje social calamitoso, de tierra arrasada, que dejó el neoliberalismo.
Con tan solo escucharla, es evidente que Cristina convocó a sus principales socios a saltar de etapa para asegurar el resultado electivo en el 2021 y comenzar a construir el de 2023: en el escenario de La Plata, si todo sale bien, estaban el actual y el próximo presidente de la Nación.

Pero para eso, hay que relanzar la gestión. Volverla más ágil. Más convencida también. Los que llegaron para embellecer sus CV, ya tienen lo que buscaban. Se necesitan, ahora, los que pretendan algo más. ¿Quizá hacer Historia?
El frente amplio unitario capaz de derrotar el plan reeleccionista de Mauricio Macri hizo lo suyo. La unidad es una cualidad valiosa, estratégica en una coalición, pero es justo reconocer que el triunfo del 2019 tuvo un alto componente de memoria de los años felices en contraste con el proyecto excluyente del macrismo.
Reformar el Poder Judicial es cosa urgente, porque la impotencia opositora va a desembocar en un proceso de judicialización salvaje de la política.
El porcentaje fino estará siempre en debate, pero no hay duda de que así como el aporte de los socios minoritarios al éxito fue indispensable, el del kirchnerismo fue simbólica y electoralmente el más gravitante.
Se trata ahora de consolidar una coalición de gobierno que asuma en todas sus áreas que gobierna para las mayorías sociales que le dieron sus votos, y que eso va a desatar fricciones con algunos sectores de poder. Fricciones con las que hay que convivir sin asustarse. En adelante, se va a discutir de qué modo se reparte el crecimiento económico vaticinado para la pos-pandemia. Precios, salarios, tarifas. Allí puso el foco la vicepresidenta. Es la puja que se viene con la economía oligopólica del país, aunque no la única.

Reformar el Poder Judicial es cosa urgente, porque la impotencia opositora va a desembocar en un proceso de judicialización salvaje de la política, convirtiendo a esta Corte tan desprestigiada en una suerte de monarquía de último recurso que diga no a todos los cambios o habilite un nuevo lawfare para disciplinar a una dirigencia insumisa; y eso, se sabe, conspira contra el ejercicio saludable y democrático del gobierno, impidiendo los pasos necesarios para la reconstrucción del modelo de desarrollo inclusivo que los Fernández prometieron a sus votantes.
A los remisos a comprar tickets para estas peleas, Cristina Kirchner les recordó que, cuando se respeta el mandato popular, algunas refriegas son inherentes al cargo ejercido de manera leal y eficiente.
Parece obvio, pero la Argentina no solamente es ese extraño lugar donde encallan todas las teorías. También es el país donde muchos quieren trato de generales o generalas sin jamás haber ganado una batalla.
Una. Al menos una.