“Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe (…) Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad (…) Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto” describía Raúl Scalabrini Ortiz en Tierra sin nada, tierra de profetas (1973).
Ese clamor popular que alguna vez fue sinónimo de poder hoy ha dejado de ser determinante porque después de ver la escasa convocatoria que acompañó a Mauricio Macri a los tribunales de Dolores por la causa del Ara San Juan (fotografía) —más allá de los memes y chicanas que se hicieron al respecto— nada paso por nuestra retina; porque los medios hegemónicos, más allá del nulo apoyo popular, siguieron disfrazando la realidad, siguieron hablando de persecución, encontrando explicaciones en un contexto donde nunca se saltó el correcto uso del “supuesto espionaje”, lo que obviamente no hacen cuando se trata de funcionarios o ex funcionarios de gobiernos peronistas. Entonces nos vemos en la necesidad de analizar el fenómeno de la conquista de la calle para poner en discusión las relaciones de poder en el siglo XXI.
El poder se ha desplazado y se encuentra en lo que podría definirse como el “monopolio físico y simbólico de la representación de la realidad”.
En un mundo en el que cada vez y, con mayor fuerza, la única interacción con lo real está dado a través de lo virtual y de las noticias que enseñan los medios de difusión, los grupos de poder saben cómo articular con los intereses de la minoría para que aparenten ser intereses de las mayorías. De esta manera, no titubeamos en sostener que el poder dejó de estar centralmente en las instituciones del Estado, más bien, se ha desplazado y se encuentra en lo que podría definirse como el “monopolio físico y simbólico de la representación de la realidad”, con la clara intención de distorsionar los mecanismos de la democracia e incitar subrepticiamente al pueblo a actuar en contra de sus propios beneficios.
Hoy el poder se encuentra centralmente en las corporaciones. Por ello, la lucha ya no pasa por movilizar como cuando el poder residía en las instituciones del Estado, en la Casa Rosada o los grandes edificios públicos; etapa en la que era necesario desplazar en términos cuantitativos a una enorme suma de personas para mover el amperímetro de la política. Esto sucedía ya que el poder gobernaba desde un lugar físico y geográfico y, por lo tanto, lo que sucedía en las calles debía traducirse en una respuesta inmediata por parte de los gobernantes.
La lucha ya no pasa por movilizar como cuando el poder residía en las instituciones del Estado.
Hoy el oficialismo es la oposición en términos económicos, mediáticos y judiciales —tal como sostiene Andrés “el cuervo” Larroque— y funda su poder desde las corporaciones, muchas de las cuales no tienen nombre ni sabemos dónde están. Sin dudas, esta es una de las mayores características de la posmodernidad mediática: las minorías reaccionarias encuentran en las corporaciones el canal para vehiculizar sus intereses sin importarles si hay 1 o 20.000 manifestaciones ya que el pulso para tomar decisiones no les tiembla porque no sienten las vibraciones y el estruendo que producen las mayorías cuando marchan enojadas exigiendo un cambio.
De hecho, fue el mismo Juan Domingo Perón quien tuvo que ceder a las presiones de los trabajadores de los surcos, de los frigoríficos, de los ingenios azucareros, de los obreros municipales y de los marítimos en diversas situaciones como consecuencias de sus etapas de luchas y prolongadas huelgas, o los recordados 13 paros generales de la CGT que lideró Ubaldini al gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín y cómo olvidarnos de la recordada salida en helicóptero de Fernando De la Rúa de la Casa Rosada porque afuera el pueblo argentino le demostró el fracaso de su gestión.
Las minorías reaccionarias encuentran en las corporaciones el canal para vehiculizar sus intereses.
Estamos transitando un cambio en el paradigma político, y junto con ello un cambio en la forma de «militar». Esto no significa que las formas de movilización del siglo XX estén obsoletas pero es superlativo comprender las transiciones que está adoptando una lucha que hoy se funda en el territorio, en el barrio, en el lugar de trabajo, en la cancha de fútbol, y en todos esos ámbitos sociales de encuentro en el que se pueda convencer al otro para ganar las elecciones. En cada uno de los espacios públicos se juega la carrera para hacer comprender a nuestros vecinos, familiares, compañerxs de trabajo, de estudios, de gimnasio, con quienes compartamos circunstancialmente alguna actividad, el proyecto de país por el que estamos luchando.
*Es Magíster en Políticas Sociales.
*Es Magíster en Comunicación.