El inicio del punk en la Argentina parece un cuento salido de un relato de ciencia ficción. Un aviso en la revista Pelo, puesto por quien se declaraba el primer punk del país, generó que un grupo de intrépidos jóvenes comenzara la movida en plena dictadura militar, a fines de los años 70. Entre ellos, iba a destacarse por mucho tiempo un flaco desgarbado de Villa Urquiza que, buscando sacar su furia por las persecuciones y el malestar que le generaba la sociedad, formaría parte de la pionera y memorable agrupación Los Violadores. Memorable porque el punk que Enrique Chalar, apodado desde 1980 Pil Trafa, puso en marcha casi al final de la dictadura junto a Stuka, Sergio Gramática y “El Polaco” Zelazek no solo fue una patada en los dientes de aquel rock nacional (al que denostaron y combatieron siempre), sino porque fue un punk de guitarras filosas y punzantes, y lo que es más importante, fue un grito desgarrado contra la opresión de la sociedad, el poder y toda forma de autoridad desde una prédica filosófica anarquista.
El punk, la protesta y la crítica social se convertían en dardos disparados hacia el poder en el país y un mundo todavía bipolar.
Como prueba de ello ahí está fresco de época e himno urgente llamado “Represión”, que Pil sumó al primer álbum, editado en 1983. Y para demostrar que eso no había sido solo inspiración de un día, en su segundo trabajo la banda desplegó aun más y mejor esa filosofía, y los encontró con una potencia mayúscula en todos los sentidos. Y ahora qué pasa eh?, tal el nombre del disco, mostró una mayor madurez en la ideología del grupo, las letras adquirieron más complejidad y no solo aportaron su primer y más recordado hit, “1,2, ultraviolento”, inspirado de manera notable en el film La naranja Mecánica, sino que canciones como “Sin ataduras”, “Comunicado 166” o “Somos Latinoamérica” mostraban bien que el punk, la protesta y la crítica social eran mucho más que una consigna y que estaban armados de una poderosa filosofía que se nutria de muchas lecturas y películas, y que se convertían en dardos disparados hacia el poder en el país y un mundo todavía bipolar.
Fue un grito desgarrado contra la opresión de la sociedad, el poder y toda forma de autoridad, desde una predica filosófica anárquista.
Así, la sociedad que se había formado entre Stuka y Pil Trafa daba sus frutos más maduros. Esa combinación duró hasta principios de los años 90, cuando las rencillas hicieron insostenible la convivencia y se cerró su primer capítulo. Luego, Pil fundó Pilsen, revivió varias veces a Los Violadores y en todas esas empresas siempre estuvo a tiro de la crítica social, a la que no le dio descanso. Toda su música no fue sino un modo de retratar las injusticas del sistema.
Por estos días, después de que se conoció la noticia de su partida, todo el mundo destacó que fue un pionero del punk en el país, que dejó una huella y abrió caminos. Eso es cierto, pero también habría que agregar que a su música le inyectó contenido político de alto vuelo, la sacó del lugar común del grito estridente y la puteada a la policía para volverla un arma implacable para la crítica social. Quizás ese sea su mayor y mejor legado: haber hecho un rock rebelde y pensante, colocando al punk en un lugar más alto.
* Sociólogo, docente e investigador (UBA/UNSAM), becario post doctoral Conicet.