Preguntarse si en América Latina hay un retorno de la ultraderecha es un ejercicio que quizás esconda el deseo que eso no hubiera ocurrido. La pandemia del Covid 19 ha repuesto – entre otros efectos destructivos – la pregunta por el despliegue ultraderechista en la región. Pero, ¿qué derecha? ¿Cómo la definimos?, ¿Es una versión latinoamericana de fascismo? ¿Tiene que ver con las ultraderechas europeas? ¿Es elitista o popular? ¿Puede ganar elecciones?
Jair Bolsonaro en el gobierno de Brasil, el mayor país y la mayor economía de América Latina; la dictadora Jeanine Añez en Bolivia con sus mensajes racistas, eurocéntricos y al frente de una represión antiindígena desembozada; Lenin Moreno pervirtiendo en Ecuador las instituciones democráticas, en particular la justicia; en el tradicionalmente moderado sistema político de Uruguay , Lacalle Pou triunfó con un incendiario discurso ultraconservador; y en la Argentina los grupos anticuarentena van de la mano del ala proto-fascista del PRO, con planteos que están lejos, muy lejos, de referirse sólo a la emergencia sanitaria e incluyen las consabidas demandas de la ultraderecha argentina: proclamas anti inmigrantes “no blancos”, fobia a los pobres, pedido de mano ultradura…
En la Argentina los grupos anticuarentena van de la mano del ala proto-fascista del PRO.
Esta sintética enumeración sólo se refiere a aquellos/as que están en el poder o que tienen chances ciertas de estarlo. Por fuera de ellos – y aquí los medios hegemónicos tienen un rol clave, pero no sólo ellos – el pensamiento ultraderechista se expande por nuestra América Latina y, como lo demuestran los casos de Bolsonaro y Lacalle Pou, se propone y logra triunfar en procesos eleccionarios.
¿Cuál es el componente ideológico de esta ultraderecha que, lenta pero peligrosamente, ha dejado de alimentarse electoralmente de los círculos políticos de élite para lograr hacer adherir en número creciente a muchos sectores – hoy heterogéneos y multiformes- que llamamos populares?
Mas bien tendríamos que hablar de componentes ideológicos en plural, pues en cada sociedad latinoamericana la lógica de ultraderecha encuentra su propia expresión. Una especie de panderechismo proto-fascista que se desdobla en cada sociedad latinoamericana para abrevar en las tradiciones ultraconservadoras y adherir a algunas otras nuevas:

– La perspectiva católica ultraconservadora – expresada en las jerarquías eclesiásticas tradicionales – no ha desaparecido pero se ha reducido ostensiblemente. Aquel componente ultraconservador-católico, expresión de las elites vinculadas a la posesión de la tierra y de tradición hispánico-lusitana (con escaso arraigo electoral y muy influyente en las Fuerzas Armadas del siglo XX) , ha dado paso a un evangelismo televisivo/radial de origen norteamericano, descontracturado formalmente, sin jerarquías piramidales y con profunda inserción en los barrios populares. Su agenda ha despojado de todo tinte rebelde y social a la discursividad religiosa cristiana: antiabortismo militante, una mirada medieval sobre los géneros – para ellos las identidades diversas de género son una enfermedad –, individualismo extremo en torno a las causas de la pobreza y los delitos, agenda represora en torno a las situaciones de abusos de consumo de sustancias, y oposición a la libertad sexual y a los posicionamientos feministas. Este nuevo evangelismo ha crecido a lo largo y a lo ancho de América Latina y es hoy una fuerza electoral no despreciable en Brasil, Bolivia, Argentina y Centroamérica.
El pensamiento ultraderechista se expande por nuestra América Latina. Se propone y logra triunfar en procesos eleccionarios.
– La perspectiva liberal tradicional – devenida en neoliberal – arraigada fuertemente en las elites y en las clases medias, que propone una mirada crítica sobre las políticas de intervención a la economía. Son elites y sectores medios que han aprehendido el dogma neoliberal del libre mercado y el triunfo de las corporaciones. Perciben como un obstáculo el rol interventor – regulador del Estado en el crecimiento y el bienestar, aún en caso de situaciones de privilegio y monopolio empresarial. Esta mirada va acompañada de una perspectiva antiestatista en otros roles de lo público: la educación, la salud y las políticas de carácter social son cuestionadas por su “gratuidad” y porque las perciben como generadores de mayor carga impositiva.
– Analizar las perspectivas de las ultraderechas en América Latina sin mencionar las discursividades de los medios hegemónicos de comunicación sería un ejercicio vacío. Está probado que el territorio latinoamericano es, quizás, el espacio donde se hayan configurado las estructuras de medios de mayor posición dominante y monopólica del mundo. Los medios gráficos y radiales tradicionales, junto a los televisivos abiertos y por cable además de las bandas de internet, están en las mismas y monopólicas manos. Lejos de las esperanzas democratizantes y de circulación de información para una ciudadanía formada y crítica, los medios masivos hegemónicos latinoamericanos expresan hoy en sus diferentes formatos un discurso que bien podríamos caracterizar como proto-fascistas. Reactivos a toda propuesta política de carácter humanista y social, reproducen, generan y amplían todo aquel posicionamiento y prácticas que propongan la supremacía del mercado por sobre toda otra actividad humana, la represión pura y simple a toda propuesta solidaria y colectivista. y la expansión de prácticas sociales profundamente individualistas. Su rol ha sido clave en todos los recientes procesos destituyentes de gobiernos democrático-populares en la región. Los medios hegemónicos han dado un paso más audaz aún en términos de compromiso político: las fake news (noticias falsas), el periodismo de guerra y el lawfare han sido y son utilizados como herramientas políticas contra los partidos y/o gobiernos de izquierda y/o nacional populares.
El discurso de los medios hegemónicos también podría caracterizarse como proto-fascista.
– En los últimos años se ha extendido también un conjunto de posturas que cuestionan las lógicas fundantes de cierto contrato social básico sobre el estatus del conocimiento. Ya no de la mano de la oposición religión-ciencia, un debate de la modernidad que se agotó a mediados del siglo XX, sino desde las lógicas New Age que cuestionan ya no el formato de tipo cientificista y positivista de la ciencia, sino el conocimiento científico mismo: terraplanismo, antivacunas , anti escuela pública, y buscadores de explicaciones conspirativas de carácter oculto (terrestre o extraterrestre) se entrelazan promoviendo un sujeto que desconfía de todo menos del mercado capitalista.
– El republicanismo conservador también hace su aporte: las derechas politizadas tradicionales proponen una república cuyo eje principal no es la división de poderes sino el statu quo social , económico y político. Obligadas a dar la batalla electoral ante sociedades que ya no aceptan a las Fuerzas Armadas como partido político, las derechas politizadas califican como anti republicanas las medidas de los gobiernos populares en torno a morigerar o disminuir la profunda desigualdad económico-social del continente. Palabras como libertad se utilizan para pedir, por ejemplo, que no se prolongue el aislamiento social necesario para luchar contra la pandemia. La palabra tiranía se utiliza para definir a gobiernos que buscan ampliar la inclusión económico-social-educativa.
Terraplanismo y antivacunas se entrelazan promoviendo un sujeto que desconfía de todo menos del mercado capitalista.
Como puede observarse, la variedad de posiciones es amplia. Es una ultraderecha de orígenes y discursos diversos, pero sale a la calle junta. Tiene orígenes sociales y políticos diferentes, pero vota como una sola persona. ¿Cómo explicar que personajes como Bolsonaro, Lacalle Pou o Macri hayan llegado al poder por la vía electoral? ¿Cómo explicar las marchas anticuarentenas donde confluyen terraplanistas, antivacunas y políticos de la derecha republicana conservadora, con evangelistas y neonazis vernáculos?
Puntos en común
Detrás de estas expresiones está cómodo y agazapado el gran capital. Detrás de esta discursividad panfletaria, demagógica, antisocial y antihumanista, que hace gala de un irracionalismo e insolidaridad social creciente, está el gran capital. Como en la vieja experiencia europea de los años 30 del siglo pasado, donde detrás de la agresiva, irracional y efervescente discursividad nazi-fascista se movían y usufrutuaban las grandes empresas capitalistas europeas y norteamericanas- detrás de este renacimiento de la ultraderecha proto-fascista en América Latina también se refugia el gran capital. Nada de lo que las corrientes ultraderechistas dicen cuestiona el orden económico neoliberal. Más aún, esta ultraderecha ha despojado al neoliberalismo de su lastre vagamente democrático – típico del Consenso de Washington post caída del muro de Berlín – y ha dotado al poder económico neoliberal de la expresión política que, desde la brutalidad discursiva, despoja a la economía neoliberal de todo compromiso con la sociedad como colectivo.
La ultraderecha ha despojado al neoliberalismo de su lastre vagamente democrático.
Detrás de esta discursividad múltiple está el programa neoliberal: reducción salarial, destrucción del empleo, mayor endeudamiento, proceso de primarización económico, apertura de comercio exterior, consolidación de monopolios mediáticos, reducción del Estado, privatización de la vida social y cultural, consolidación de las grandes rentas y fortunas, y represión de la protesta social.
Los gobiernos de Macri, Añez , Bolsonaro o Lenin Moreno han tenido, o tienen, los apoyos de las diferentes vertientes políticas que hemos reseñado. Pero su verdadero logro no fue llevar a cabo la agenda ultraderechista, sino impulsar políticas económicas que favorecieron obscenamente al gran capital latinoamericano y transnacional.
¿En este contexto, podría empeorar el despliegue neoliberal en América Latina?
Si, uniendo neoliberalismo con ultraderecha proto-fascista. Es lo que está ocurriendo ante nuestros ojos. No sin resistencias, claro. La democracia latinoamericana está en disputa. América Latina está en disputa.