Cristina: la invasora
La teoría del valor implícita en los medios hegemónicos establece que la presencia de la política desvaloriza el ámbito al cual ingresa. La justicia y el periodismo, por ejemplo, pierden valor cuando se “politizan”. Es decir: cuando se parcializan y dejan de expresar “la verdad” de los hechos. Por eso deben ser “independientes”.
Por lo cual, el axioma derivado de esta construcción es el siguiente: política y verdad son esferas antagónicos.
En esta perspectiva, Cristina Kirchner y el kirchnerismo, como maquinarias de poder en permanente expansión, llevan la política a esos ámbitos que deben permanecer libres de ella, para que así puedan producir profesionalmente “las verdades”. Pasa con la justicia, con el periodismo y con las universidades, entre otras instituciones “libres y autónomas”.
Por eso, para esa perspectiva, el kirchnerismo interviene quitándole valor a todos esos campos: produce un periodismo K, una justicia K, una universidad K, cuyos productos se “deprecian” con relación a otros generados por esas mismas instituciones no contaminadas por la política y su versión más saturada, el kirchnerismo.
Algunos periodistas confrontan con la politización K mientras invisibilizan su propia politización liberal conservadora.
Más aún, la marca K funciona como una antimarca: no señala el valor del producto (periodístico, jurídico, académico) sino su absoluta carencia.
Por supuesto, en simultáneo a que algunos periodistas denuncian el avance o la interferencia de la politización K, ocultan o naturalizan su propia politización originada en su alineamiento con los grupos económicos para los que trabajan. Es decir: confrontan con la politización K mientras invisibilizan su politización liberal conservadora.
El resultado es profundamente antidemocrático: estigmatizan un discurso porque “politiza”, al mismo tiempo que utilizan otro que politiza pero en sentido contrario. El resultado es el intento de expulsión de ese discurso invasivo al mismo tiempo que ellos – desde el interior de esas esferas “autónomas” – politizan sin reconocerlo, enmascarando sus relatos parciales como “verdaderos”. “La verdad” es el discurso liberal conservador intentando funcionar como discurso único.
Para ellos, la marca K funciona como una antimarca: no señala el valor del producto (periodístico, jurídico, académico) sino su absoluta carencia.
Veamos cómo se estableció, en los últimos días, esta línea estratégica en los medios hegemónicos:
En una nota publicada en Clarín titulada “Ofensiva K contra la Justicia y la prensa. Espionaje ilegal: crece la preocupación por la eventual detención de periodistas” se afirma: “En los últimos días, desde Twitter, Llermanos y los diputados ultra K Rodolfo Tailhade y Eduardo Valdés, entre otros, lanzaron más versiones y falsas acusaciones contra Majul y otros periodistas. Llermanos anunció que en el programa de C5N ADN –que conduce el ex concejal cordobés K Tomás Méndez-, se iban a seguir filtrando datos de la causa de Lomas de Zamora, que hasta este jueves estaba bajo secreto de sumario”.
Las denominaciones “diputados ultra K” y del periodista de C5N Tomás Méndez como “ex concejal cordobés”, constituyen una de estas operaciones de denuncia de la politización: los diputados ultra k, en este relato, representan a la política interviniendo sobre la justicia; Tomás Méndez expresa a la política interviniendo sobre el periodismo. Ambos llevan la política a esas esferas “autónomas y profesionales”, las politizan y las parcializan. Es el kirchnerismo interfiriendo en la justicia y el periodismo.
“Tampoco Alberto se inquietó por las anomalías procesales del juez Federico Villena, que investigaba una red de espionaje macrista que llegó al umbral del ex presidente. Ya no lo hará porque la causa le fue quitada por parcialidad. Lo resolvió la Cámara Federal de La Plata. Esa parcialidad nacía de una trama política urdida por los diputados K Eduardo Valdés, Leopoldo Moreau y Roberto Tailhade para incriminar también a periodistas. Villena representa una foto impúdica de la connivencia, sin distinción de signos, entre la Justicia y el poder político”. – asegura Eduardo Van der Kooy.
Los medios hegemónicos nombraron “Operación Venganza” al supuesto avance del kirchnerismo sobre el juez Villena.
“Fue un tiempo en el que un juez parcial marcó la agenda de los medios kirchneristas y el discurso de sus dirigentes. Federico Villena, que llegó a juez de la mano de Cristina Kirchner (…) La fiesta kirchnerista que promovió ese juez arbitrario podría terminar en una derrota”. Dice Joaquín Morales Solá.
“Y en este triste revival, signado por un venenoso revanchismo, el Instituto Patria no dudará en usar fiscales y jueces oportunistas o amigos. Porque el objetivo es doble y directo: quiere criminalizar el periodismo de investigación y también a la opinión disidente en la Argentina– afirma Jorge Fernández Díaz en La Nación.
Cristina: la vengadora
Los diarios hegemónicos han utilizado la causa del juez Villena para mostrar el avance del kirchnerismo sobre esas esferas “autónomas y profesionales”. A esa interferencia “violenta” le han puesto un nombre: “Operación Venganza”. Ello supone un audaz intento de expropiar un símbolo del periodismo de investigación en la Argentina: “Operación Masacre” de Rodolfo Walsh.
“El expediente que más teme Mauricio Macri: la venganza de Cristina Kirchner contra sus hijos.” – titula Ignacio Miri su nota en Clarín.
“La desprolijidad del proceso judicial deja en claro el impulso que el kirchnerismo le imprime a la causa con la bandera de la vendetta política que enarbola desde sus videos acusatorios la vicepresidenta Cristina Kirchner.” – dice Fernando González, también en Clarín.
El mensaje que buscan instalar es que la vicepresidenta no lidera políticas: lleva adelante venganzas.
“El periodista apuntó también contra el proceso judicial que lleva adelante el juez federal Villena al que definió como “una causa a la carta” similar a “la de Dolores”. Y en ese mismo sentido denunció: “Esto es parte del enojo personal de Cristina y de lo que llamamos el ‘tribunal de la venganza’ – sostiene Jorge Lanata.
“En este tiempo incierto, además, reaparecen amanuenses agitando las cloacas de la política. No quieren justicia sino venganza.– señala Ricardo Kirschbaum en Clarín.
“El asunto no resiste la mínima lógica, pero en verdad la tiene: contra la promesa del Presidente de la Nación el kirchnerismo ha instaurado el Ministerio de la Venganza” afirma Jorge Fernández Díaz en La Nación.
“Estas fragilidades se utilizan normalmente, como señalamos en el caso de Villena, para ejercer venganza, no para ejercer justicia (…) Nosotros tenemos una política dedicada a la venganza a partir de la operación judicial desde hace demasiado tiempo en la Argentina – dice Carlos Pagni en La Nación.
Muestran a la vicepresidenta con una carga viral de odio, ira y resentimiento.
Cristina: la furiosa
Cristina Kirchner no gestiona políticas: gestiona sus propios sentimientos extremos. Tiene mucha carga viral: odio, ira y resentimiento. Ella está al frente de esa operación venganza. Con estos relatos, los grandes medios continúan creando sentido con las sustituciones: por un lado, la política interfiere y sustituye a la justicia y al periodismo; por otro lado, la política es sustituida por la emotividad.
En la nota de Héctor Gambini en Clarín titulada “Otro freno abrupto para la furia judicial de Cristina Kirchner” se cita cinco veces la palabra furia o furiosa con leves alteraciones de orden:
“Los últimos videos de su furiosa arremetida judicial no están teniendo un final feliz”.
“…uno de los motivos que habían desatado la furiosa ofensiva de Cristina para intentar la nulidad de la causa paralela que la tiene procesada por encubridora”.
“En paralelo, la estrategia de impulsar otra furiosa ofensiva sobre presuntas escuchas ilegales de la Agencia Federal de Inteligencia durante el macrismo salió de una investigación interna de la propia AFI…”
Cristina y el cristinismo son descriptos politizando los territorios donde está vedado el ingreso de la política.
“Así, otro video de Cristina quedó girando en falso dentro del círculo de una nueva ofensiva furiosa en la justicia que parece comenzar a debilitarse.
Cristina Kirchner y el cristinismo son descriptos politizando los territorios donde está vedado el ingreso de la política. Al mismo tiempo, le sustituyen los contenidos de sus políticas por sus propias emociones siempre desbordadas.
Por lo cual, la vicepresidenta politiza sin política: es decir, se la acusa de politizar al mismo tiempo que le ocultan o tergiversan los contenidos de esa politización detrás de sus supuestas arremetidas de furia. Es venganza, ira y busca de impunidad y no reforma de la AFI y de la Justicia. Es resentimiento contra la propiedad privada, no intervención sobre un área estratégico de la economía para comenzar a alinearla con el interés nacional.
La vicepresidenta no lidera políticas: lleva adelante venganzas. Su figura en silencio es vista como una amenaza constante por sectores de la economía concentrada y sus utopías de una sociedad “sin política”.
Paralelamente, los jueces y los periodistas “garantizan” desde adentro a la democracia, pero situándose ellos en su exterior. Ambas esferas, la periodística y la judicial, son autónomas de la política pero también son autónomas entre sí: en condiciones normales, ni el periodismo debe intervenir sobre la Justicia ni esta sobre el periodismo. Es decir: el periodismo es una esfera que se piensa a sí misma por fuera de la ley.
Buscaron crear una atmósfera en la que quedaran indirectamente relacionados la vicepresidenta y el asesinato de Fabián Gutiérrez.
Cristina: la asesina
¿Cómo construir la relación entre el asesinato del ex secretario y la vicepresidenta cuando no hay ningún elemento para, a partir de allí, construir la ficción de esa relación?
Primero, reuniendo la mayor cantidad de informaciones que relacionan a Fabián Gutiérrez con Cristina Kirchner y distribuyéndolas en distintas notas para poner en primer plano el vínculo entre ellos. Por esa vía, historizaron la relación reponiendo en la agenda las causas de corrupción y hasta la muerte del fiscal Nisman.
“Gutiérrez fue el secretario de Cristina Kirchner”
“Era un “arrepentido crucial” en una causa contra la actual vicepresidenta”.
“La fiscal del caso es familiar directa de Cristina Kirchner”.
“La casa del ex secretario está ubicada a dos cuadras de la casa de los Kirchner”.
“El abuelo de Facundo Zaeta – el presunto asesino – fue el notario de varios de los negocios inmobiliarios de Cristina Kirchner”.
Los medios repusieron en la agenda las causas de corrupción y hasta la muerte del fiscal Nisman.
Con estos datos sobre el vínculo entre la vicepresidenta y su ex secretario asesinado buscaron crear una atmósfera en la que quedaran indirectamente relacionados la vicepresidenta y el asesinato.
Por supuesto: una cosa es la vinculación de Cristina Kirchner con su ex secretario y otra cosa la vinculación directa de ella con el asesinato. Ante la falta de mínimos elementos para construir la ficción de esa relación causal es que buscaron crear esa atmósfera de vinculación indirecta entra la vicepresidenta y el asesinato. Pero, una cosa es crear una atmósfera y otra diseñar un relato. Mientras que los medios tradicionales se quedaron construyendo esa atmósfera, los máximos referentes de Juntos por el Cambio intentaron avanzar hacia la construcción de un relato sin que hubiera mínimas condiciones para ello. Y, por ahora, se quedaron solos.
“Hemos asistido a un crimen vinculado al poder kirchnerista. Este nuevo crimen está rodeado de un detalle muy importante: él declaró en una causa judicial donde involucró al círculo íntimo del kirchnerismo. Debería haber tenido unas condiciones especiales de cuidado “, afirmó Alfredo Cornejo, en diálogo con Radio Mitre.
Simultáneamente, los medios hegemónicos comenzaron a despegarse de los relatos que involucraban móviles políticos: ellos saben, mejor que la política, que el único modo admitido de “politización” es el que no es visible. Por lo cual, comenzaron a ensayar modos alternativos de politización.
Víctima y victimarios fueron presentados como integrantes de un espacio común de ilegalidad de la que también forman parte los máximos dirigentes kirchneristas.
De allí que, la atmósfera para vincular el kirchnerismo y el asesinato comenzó a ser construida de modo indirecto a través de las biografías de los principales protagonistas. Uno de los cuatro jóvenes que habrían participado en el asesinato de Gutiérrez tenía antecedentes penales vinculados a la tenencia de drogas. A todos se los describe como integrantes de una banda que habría seducido y extorsionado a la víctima.
Gutiérrez, a la vez, es descripto como “el dueño de unas treinta propiedades inmuebles, de una veintena de automóviles -algunos de lujo-, de embarcaciones y de varias empresas” – según Fernando Laborda en La Nación.
Es decir: víctima y victimarios son presentados como integrantes de un espacio común de ilegalidad de la que también forman parte los máximos dirigentes kirchneristas. La descripción del caso es el relato de la ilegalidad estructural de la provincia en la que se cruzan la corrupción y la delincuencia común.
Columnistas como Diego Cabot y Fernando Laborda en La Nación y Jorge Lanata en Canal 13, entre otros, han afirmado directamente o indirectamente que a Gutiérrez lo habrían asesinado buscando el dinero de la corrupción. O consecuencia de la disputa entre testaferros o herederos de ese dinero clandestino.
“Varios representantes del lumpen local fueron por aquellos personajes que habían estado en el entorno de los Kirchner (…) Mercado no debiera descartar esa hipótesis de motivaciones similares en el caso de Fabián Gutiérrez” – afirma Diego Cabot en La Nación.
La utopía íntima de los medios hegemónicos es que los actos de ilegalidad de Juntos por el Cambio– como el espionaje y las escuchas – queden absueltos por la justicia periodística independiente.
“A Fabián Gutiérrez lo mataron buscando el tesoro K. El tesoro K nunca hubiera existido si no se lo hubieran robado. Si la Vicepresidente y otra gente no hubiera robado como robó, no hubiera pasado que hace poco mataran al chofer de Kirchner y que hubiera tantos casos de afano buscando esa plata oculta” – dice Jorge Lanata.
“(…) revisando hechos que sucedieron en estos últimos años, se puede deducir que uno de los móviles de su asesinato pudo haber sido un “apriete” con el fin de dar con dinero de la corrupción kirchnerista” – sostiene Daniel Santa Cruz en La Nación.
“(…) hay un mundo ahí donde pasan cosas que no son habituales. Un mundo de una sordidez, de una oscuridad que derivan en estos episodios que generan -quiérase o no- un impacto fenomenal en la política porque reviven una serie de acontecimientos que ya hemos visto. No sé si lo mataron por un problema personal, porque le querían sacar plata, pero ¿la plata personal de quién era?” – se pregunta Marcelo Longobardi en Radio Mitre.
“(…) el trágico episodio pueda dar cuenta de una disputa entre presuntos testaferros y herederos de los millonarios negocios de la corrupción de la era kirchnerista” – afirma Fernando Laborda en La Nación.
Según esta perspectiva, el asesinato fue una consecuencia de la interacción entre dos protagonistas de la ilegalidad: uno corrupto, la víctima; los otros, delincuentes o testaferros locales que intentaban quedarse con el dinero de la corrupción, los victimarios.
En este segundo relato, el asesino no es el kirchnerismo sino la corrupción. Lo que, en esa perspectiva, es prácticamente lo mismo. La última de las sustituciones es una superposición: la utopía última de los medios hegemónicos es lograr que las políticas emancipatorias o nacional populares sean inescindibles de la palabra corrupción. Y que, a la vez, los actos de ilegalidad de Juntos por el Cambio– como el espionaje y las escuchas – queden absueltos por la justicia periodística independiente.