
“The Sandman”, la serie de diez capítulos con promesa de segunda temporada, pertenece al género de “fantasía oscura” que antes de ser serie fue historieta, creada por Neil Gaiman. En sus entregas hay un hilo narrativo: la reconstrucción del “Ensoñación”, el reino del mundo onírico nocturno tanto en su forma placentera como terrorífica. Apelando a una teoría de arquetipos, en el universo, además de Dios y Lucifer, existen semidioses: del sueño (Sandman), deseo, desesperación, destrucción, destino, delirio y muerte, todos hermanxs entre sí, formando la familia de los Eternos. En cada reino hay soberanía absoluta, y su confusión o desbalanceo produce una hecatombe en toda la existencia.
Para mala suerte de la humanidad, a un brujito americano se le da por secuestrar al “ángel de la muerte”, pero “por un error” termina secuestrando por cien años al del sueño, lo que desató una enfermedad mortal en la que millones de niñxs quedaron atrapados en un mundo onírico. Por obra del azar, luego de un siglo de encierro, Sandman logra zafar y debe reconstruir su reino y el viejo equilibrio roto frente a una conspiración de Deseo y Desesperación, y el exilio de los arcanos que lo ayudaban a gobernar.
Nuestros sueños están en problemas si creemos que otrxs lo harán por nosotrxs. “The Sandman” es una metáfora, por momentos demasiado optimista, del arrase que estamos viviendo.
En esa trama se incluyen capítulos de lo más diversos, en los que avatares por la recuperación del poder son piezas donde el lenguaje de fantasía puede cambiar por el de un thriller o una road movie. Pero la trama permanece con el “eterno” del Sueño, que en clave de culpa y arrepentimiento vuelve a reconstruir el mundo de las descargas nocturnas, en alianzas cada vez más complejas con los otros reinos.
¿Qué no queda por soñar en un mundo a punto de desastres climáticos cada vez más frecuentes? ¿Cuál es el lugar del sueño en un planeta donde un país bombardea un ghetto que el mismo construyó y mata 50 personas, entre ellas, 15 pibes? Nuestros sueños están en problemas si creemos que otrxs lo harán por nosotrxs. “The Sandman” es una metáfora, por momentos demasiado optimista, del arrase que estamos viviendo.