La pandemia por COVID-19 ha modificado la vida personal e institucional de todo el planeta. Nuestro país no ha sido la excepción. En ese sentido, como refiere Naomi Klein en su excepcional obra La doctrina del Shock, los gurúes del neoliberalismo, discípulos de Milton Freedman, aprovechan desastres naturales (o incluso los provocan) para crear condiciones de mercado que favorezcan el enriquecimiento de las corporaciones que representan.
Naturales o provocados, los desastres son aprovechados por las insaciables organizaciones corporativas enquistadas en cada rincón del planeta, que rápidamente despliegan sus estrategias ante la tragedia.
Es lo que la autora denomina “capitalismo del desastre”. Describe como ejemplos la actividad depredadora llevada a cabo en nuestra región durante las dictaduras de Pinochet (contrató a Friedman en persona), así como la de nuestro país, citando y comentando nuestra sentencia del caso Etchecolatz de 2006 y la desaparición de Jorge Julio López (Doctrina del Shock, página 139). Vinculó el efecto de los golpes de Estado –desastre provocado– con las condiciones para imponer las políticas de transferencia de recursos de los sectores más vulnerables hacia los más ricos. En igual sentido, cita desastres naturales como el Tsumami de Sri Lanka (2004), por el que los habitantes costeros debieron abandonar sus hogares, lo que fue aprovechado para privatizar las costas de ese país, construyendo centros turísticos de alto nivel. O cómo el Huracán Katrina fue aprovechado en los EE.UU. para privatizar la mayor parte de las escuelas públicas de la ciudad de Nueva Orleans.
Naturales o provocados, los desastres son aprovechados por las insaciables organizaciones corporativas enquistadas en cada rincón del planeta, que rápidamente despliegan sus estrategias ante la tragedia.
En el caso del COVID-19 que invadió el planeta, encontró a nuestro país con un gobierno recientemente arribado (Alberto Fernández había asumido en diciembre de 2015). Con una estrategia de salud de las mejores que se produjeron en el mundo, se desarrolló un plan de acción de cuarentena y distanciamiento a fin de limitar los contagios al mínimo posible. Simultáneamente, una vez aprobado, se llevó adelante un plan para la compra de vacunas con una eficiencia y decisión asombrosas. Esto evitó cientos de miles de muertes, a diferencia de aquellos países que minimizaron o despreciaron los riesgos de la pandemia. Así, mientras la energía y los recursos estaban puestos en enfrentar la tragedia, los sectores más poderosos de la economía aumentaron sus ganancias de manera exponencial, casi nunca vistas en nuestro país salvo en la época de la dictadura con la gestión de Martínez de Hoz y en los 90 con Carlos Menem.
Así, mientras la energía y los recursos estaban puestos en enfrentar la tragedia, los sectores más poderosos de la economía aumentaron sus ganancias de manera exponencial.
También, simultáneamente, se guionaba a los magistrados que integran el sector corrupto del Poder Judicial, en dos recorridos imprescindibles para la mantención del ritmo de enriquecimiento. Uno, comenzar a consolidar la impunidad de Mauricio Macri y sus cómplices respecto del saqueo efectuado en el país durante su gestión y la fuga de los capitales y lavado de dinero en cuentas off shore de la banda delictiva. El segundo, continuar el armado de las causas contra los funcionarios que integraron los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, comenzando por los nombrados y en especial Cristina, considerada la peor enemiga por su inigualable e intacto liderazgo político.
Asimismo, en cuanto a la impunidad, los jueces y fiscales “amigos” fueron dictando sobreseimientos aún en aquellos casos indefendibles, más recientemente como el del espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San Juan. Inventando teorías absurdas como que se trataba de la seguridad del presidente, se llegó a fallos brutalmente ilegales. Es que, en un contexto de anomia y corrupción judicial, aquello que en un estado de legalidad sería inaceptable y absurdo, pasa a ser naturalizado.

Esos dos caminos, simultáneos y en general paralelos, se unen sin embargo en el objetivo bifronte que es el “saqueo-impunidad + persecución estigmatizadora”. Esa es la fórmula a la que apuestan y la que siguen sin cuestionar. El guion se escribe en un espacio más “alto”, tanto en jerarquía como en geografía. Viene de la tierra que acunó a Milton Freedman y sus discípulos de la escuela de Chicago, en la cual continúan abrevando los políticos y economistas liberales y los autodenominados libertarios. Es el mismo guion de las computadoras de las que leen los fiscales “estrella” de uno de los juicios más vergonzosos que nos ha tocado presenciar en el país y que ese encuentra en pleno trámite.
En efecto, en la línea de lo descripto por la citada Naomi Klein, la pandemia en la Argentina habilitó una medida imprescindible para la continuidad del funcionamiento judicial. Con buen tino, se dispuso que se llevaran a cabo presentaciones judiciales por medio de escritos electrónicos e incluso audiencias por internet, sin necesidad de violar las restricciones de la emergencia. Se instaló así una especie de “justicia virtual”, sin contacto físico y alejando todo riesgo de contagio.
Pero aquello, en principio virtuoso, fue aprovechado luego para consolidar el plan de persecución infame, recorrido indispensable para le vuelta al poder.
Debe repararse en que no existen a la fecha las limitaciones de la cuarentena ni razón alguna para disponer audiencias virtuales en juicios orales, máxime cuando pueden resultar decisivos para la sociedad. Sin embargo, en Comodoro Py se puso en marcha un juicio oral virtual, que se conoce como “Obra pública”, con un grupo de acusados, entre ellos Cristina Fernández.
Asimismo, en cuanto a la impunidad, los jueces y fiscales “amigos” fueron dictando sobreseimientos aún en aquellos casos indefendibles, como el del espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San Juan.
En el comienzo mismo se pudo observar una puesta en escena llamativa. Desde su computadora, uno de los fiscales del juicio, Diego Luciani, trasgrediendo normativa procesal especifica, leyó día a día una descripción de supuestos hechos delictivos de los que la principal ideóloga, diseñadora y ejecutora sería Cristina Fernández de Kirchner. Simultáneamente, se conocieron imágenes del citado fiscal junto al presidente del tribunal jugando al futbol en la quinta del entonces primer mandatario, Mauricio Macri. Junto a ellos, otros jueces y fiscales federales que tienen a su cargo causas judiciales decisivas desfilaron por la Casa de Gobierno, la quinta presidencial de Olivos y, como se dijo, la casa de campo de Macri. Jugando paddle, futbol o simplemente compartiendo un café, la interacción con el líder, sospechado de pertenecer a la organización mafiosa más peligrosa del mundo (N’drangheta) y por entonces presidente de la Argentina, pasó a ser tan pública como obscena.

Mauricio Macri, de la mano de las grandes corporaciones económicas, sus medios hegemónicos de comunicación, los servicios de inteligencia y el sector corrupto del Poder Judicial, saquearon el país, poniendo en riesgo la propia convivencia democrática.
Una acepción interesante de la palabra “virtual” en nuestro idioma es “que tiene existencia aparente y no real”. Al respecto, el lawfare, la persecución judicial a opositores, es tan real y poderoso que su existencia es negada por la propia Corte Suprema de justicia. Y entonces la virtualidad cobra el peor de los sentidos.
Bajo la apariencia de un juicio real, se está consolidando una de las mayores infamias que se vieron en la historia de nuestros estrados judiciales. Cristina Fernández de Kirchner ha sido perseguida, atacada y humillada, y si no se frena a tiempo, será condenada. Que no haya cometido delito alguno no tiene la menor importancia para una justicia virtual, diseñada en la emergencia para concretar semejante infamia. Tampoco la tiene que sus verdugos exterioricen su histórico desprecio y odio hacia los sectores más vulnerables de la sociedad, de quienes, sin embargo, se nutren sus enormes fortunas.
No obstante el obsceno espectáculo judicial en marcha, nuestra historia reciente nos permite ser optimistas en que, más temprano que tarde, los saqueadores y sus sicarios responderán por sus crímenes. Y lo harán de manera real, a través de juicios reales y en cárceles reales.