Horacio Rosatti. Carlos Rozenkrantz. Ricardo Lorenzetti. ¿No son increíbles estos tipos? Disculpen la poco académica expresión. Pero, ¿merecen que les digamos personas, con ese respeto y reverencia que debería conllevar ser integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación?
¿Lo merecen si actúan como chicos malos, ventajeros, que en el colegio se votaban a sí mismos, cuando la elección pasaba por ver quiénes serían los integrantes de la Cruz Roja, o la comisión estudiantil? Cuando se descubría que alguien lo había hecho: ¡qué vergüenza producía semejante actitud! Uno no puede tener esa postura ciertamente deshonrosa salvo que estuviera sumamente justificado el hecho.
Por otro lado está Juan Carlos Maqueda. Un baqueano, es Paseo Colón, los boliches del Bajo, se las sabe todas… Y entonces les dice: “¿Quién quiere ser presidente? Yo tengo una fórmula… Me gusta ‘Rosatti-Rozenkrantz’, ¿qué les parece?”. Y lo deja afuera a Lorenzetti. Y los apura para votar: ¿A quién vota, señor Rozenkrantz? A mí. ¿A quién vota, señor Rosatti? A mí.
¿No dan mucha vergüenza?
Son integrantes de la Corte Suprema de Justicia. Se odian entre sí. Unos a otros, mientras nosotros estamos en manos de esa gente. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con las tarifas de la delincuencia mediática de Clarín, de Cablevisión, de Telecom, pero también de los otros operadores del mundo de las telecomunicaciones, debe ser resuelto por la Corte Suprema… ¿Cómo va a ser esa resolución?
Son una vergüenza muy grande estos tipos.
Nuestras conciencias ciudadanas deberían estar “alertas, preocupadas, defraudadas”, alerta Rusconi.
Maximiliano Rusconi, en Identidad Colectiva, en una de sus formidables intervenciones que representan un interesante comentario de época, dijo: “Siempre esperamos con renovada fe, a veces frustrada, que quienes van a integrar la Corte Suprema, ese lugar de tanta sensibilidad desde el punto de vista de garantizar el Estado de Derecho, vayan a ser personas de enorme calidad jurídica, de enorme prestigio, de una vida intachable. Tan cercanos a la comunidad como lejanos a la coyuntura política, personas generosas en lo institucional y austeras en lo personal, valientes en todo el ancho sentido de la expresión y blindadas de los efectos en su ánimo del elogio y la crítica mediática (esos ‘dos impostores’, diría Rudyard Kipling)”.
Impecable apreciación. También acierta en que por ello, nuestras conciencias ciudadanas deberían estar “alertas, preocupadas, defraudadas”. Inclusive porque ese Tribunal posee una integración de solamente cinco miembros, a la que Rusconi calificó con muchísimo acierto como “raquítica”.
Claramente es una barbaridad que sean cinco los miembros, así fueran buenos. Así no fueran Rosatti, Rozenkrantz, Lorenzetti y toda esa runfla. Son pocos. Es muchísimo el material que les llega. Lo que tienen que leer y todo aquello que deben dictaminar, además, de muchas áreas de la Justicia. ¿Saben de todo? ¿Saben lo mismo de todo?
Ese es un tema que muy acertadamente analizó el ex integrante de la cámara, Raúl Eugenio Zaffaroni, en las últimas horas, justamente tras reconocerse públicamente este bochorno que sucedió en el seno de la Corte, un sitio que él tan bien conoce. “Es obvio que existe una fuerte tensión interna que se exterioriza con esta forma de elección. Ignoro cuáles serán los motivos, aunque no es la primera vez en estos años: cuando se desplazó a Lorenzetti fue también público el conflicto. Por cierto, parece que ahora se alinearon de diferente manera”. Luego, puntualmente sobre lo que representa esta forma de constitución de lo que debería representar el máximo organismo de la Justicia de la Nación, apuntó que “se trata de una concentración de poder muy poco republicana”.
“Es obvio que existe una fuerte tensión interna que se exterioriza con esta forma de elección” (Zaffaroni).
Con su habitual lucidez y perspicacia, Zaffaroni explicó que “nadie puede creer que haya un tribunal que emita una sentencia por hora durante los siete días de la semana sin dormir. Tenemos una de las Cortes más reducidas, diría que la más chica de América y Europa”. Define de la misma manera que “tres personas deciden la institucionalidad del país, detienen la vigencia de cualquier ley del Congreso y deciden en última instancia cualquier causa de cualquier materia. Sean quienes fuesen sus jueces, los mejores y más sabios del mundo, eso siempre es un peligro”.
Cualquier otra explicación está absolutamente de más, porque no se puede mejorar semejante descripción.
Es increíble que esos miembros hayan decidido, como subrayó Rusconi, que “era una excelente oportunidad para aprovechar la ausencia del 40% de la integración del máximo tribunal (dos miembros), y mediante el artilugio de baja calidad moral -para ser generoso- de votarse a sí mismos, ‘designaron’ al presidente y al vicepresidente. Todo pasó como decía mi abuelo Quicho, ‘entre gallos y medianoche’”.
No había urgencia. Lo que sobra en ese ámbito es mezquindad. ¿Definitivamente qué razones transparentes, honestas, se pueden tener para lanzarse con tal actitud? Ellos juegan con el poder y lo manejan de un modo absolutamente arbitrario, mezquino, ruin.
“Los ‘designados’ – ¿casualmente? – son aquellos miembros que aceptaron ser elegidos hace algunos años, por el Presidente anterior, a través del escandaloso camino de un decreto del Poder Ejecutivo. Este sí es un tema en el que los autodenominados ‘constitucionalistas’ podrían y debieran opinar”, opina Rusconi. Aunque yo, con el mayor de los respetos y las consideraciones, me permito agregar que la mayoría de los constitucionalistas merecen un rechazo muy grande porque son serviles del poder. Cada vez que hablaron desde su ‘constitucionalismo’ y su supuesto conocimiento, lo hicieron para ser serviles del Grupo Clarín. Por supuesto, que de todos modos, sería interesante “escuchar la opinión de aquellos que de modo usual aparecen en coyunturas políticas para ofrecer una pátina de pseudo justificación académica a los posicionamientos de los multimedios dominantes. La situación no podría ser más grave y demuestra la necesidad de incluir a la Corte Suprema en las dimensiones que requieren una reforma urgente”.
¿Van a seguir mirando lo que pasa en la Corte Suprema y que se arreglen ellos?
Pero, como respeto profundamente la capacidad tanto de Maximiliano Rusconi como de Raúl Zaffaroni, me permite agregar un llamado urgente: ¿De verdad, el gobierno no va a mirar como corresponde a este tema de la Corte Suprema? ¿No hay elementos que permitan entrarle a algo que podría poner en suspenso, por lo menos, el descrédito de estos impresentables de Rosatti y Rozenkrantz y de todos los integrantes de la Corte? Por supuesto, incluido Lorenzetti, quien ahora denuncia a sus colegas, como que hicieron algo rayado con lo jurídico, cuando él transitó una y mil veces los mismos recorridos ignominiosos.
Cada uno de ellos abochorna y avergüenza a la Justicia.
Y me quedo con la incógnita: ¿nadie va a hacer nada? ¿No van a hacer nada?
Ya están pasando algunos días. No se advierten declaraciones por ningún lado. ¿Van a seguir mirando lo que pasa en la Corte Suprema y que se arreglen ellos? ¿No está el país, en muchísimos de los temas fundamentales, en manos de estos tipejos? ¿O no fueron ellos los que determinaron la presencialidad de los chicos porque era una cuestión política y viable, al servicio de Clarín, de la derecha y del gobierno de la Ciudad, mientras que ellos mismos siguen sin trabajar en forma presencial?
El gobierno está muy bien en muchas de las cosas que hace, pero pregunta demasiado cómo caerá en este periodo preelectoral hablar de la Corte y decir que es un bochorno y que eso se tiene que arreglar. Por más que Magnetto y el Grupo Clarín salgan a decir “se quieren meter con la Justicia”. Lo saben muy bien: son una runfla de delincuentes los que quieren esta Corte Suprema de Justicia que, por ende, funciona de acuerdo a esa expectativa de la delincuencia mediática.
Algo hay que hacer. Este es el momento. Este es el tiempo.