A 50 años del lanzamiento de La Biblia de Vox Dei.
“A mí me hubiera costado tres horas explicar qué es Dios y vos apenas con un silogismo lo conseguiste”. Con esas palabras dirigidas a Ricardo Soulé, líder y cantante del grupo Vox Dei, el cardenal Antonio Caggiano elogiaba a La Biblia. Fue en 1972, en el teatro Alvear, durante el lanzamiento de ese álbum. Desde entonces, sentados en primera fila, los miembros de la plana mayor de la Iglesia Católica estuvieron allí cada lunes de julio en que se presentó el disco, no sin previamente haber “invitado” a los miembros del grupo a que les mostraran las letras de las canciones.
La obra fue tan bien recibida por la cúpula eclesial que Caggiano no solo les hizo a los Vox Dei aquel elogio en vivo, sino que también confeccionó una carta para que acompañara el interior de los discos, incitando a los jóvenes a escuchar las canciones.

La Biblia fue editado en 1971, en formato doble, con un cuidado diseño de tapa y cubierta. Junto a lista de canciones y los créditos, había un dibujo realizado para la ocasión por el bajista Willy Quiroga, donde se puede ver a un hombre que crece desde el suelo, con pies en forma de raíz, mientras eleva sus manos como ramas hacia al cielo, acompañando un texto de Soulé:
Siento que crezco
y que subo
y que me veo por dentro
y me toco y me reconozco
y que a mi lado estoy yo
que me hablo y me entiendo
y que ahora soy sueño
y me acerco y no muero
El álbum vio la luz por el sello Disc Jockey, a instancias de Jorge Álvarez, un incansable productor cultural que fue artífice y promotor de la modernización argentina de los años 60. Por sus características, el disco se constituyó en la primera ópera rock editada en el país y también en Latinoamérica, además de ser la primera obra conceptual del género realizada en estas latitudes.

La Biblia apareció en un momento propicio para la banda, ya que para ese año la trilogía de grupos que supo inaugurar el rock en castellano en la Argentina (Los Gatos, Manal y Almendra) y que ocupaba el centro de la escena, había desaparecido. Eso seguramente le facilitó a Vox Dei una visibilidad de entrada, que tal vez unos años antes no hubiera tenido. Como sea, el disco rápidamente tuvo una gran aceptación de parte de la crítica y el público, sorprendiendo a propios y extraños.
La originalidad de la temática elegida, sumada a la complejidad y al desafío que representa meterse con semejante mito, más la potencia de la banda a la hora de hacer un rocanrol combinado con aires de música clásica, catapultaron a La Biblia como uno de los mejores discos del rock local.
Su modo particular de leer aquel texto sagrado, en especial con fragmentos del Antiguo Testamento, asombró tan gratamente a todos que no solo muchos de quienes habían rechazado la invitación a sumarse al proyecto luego se largaron a hacer otra versión, en 1973 –con mucho menos éxito, por cierto–, sino que por décadas algunas de sus canciones fueron repertorios en misas católicas y encuentros de jóvenes cristianos.
II
Cuando le preguntaban a Ricardo Soulé por aquello que los había llevado a componer La Biblia, el cantante repetía una y otra vez que, en los comienzos, ellos entendían que debían hacer algo de gran envergadura y de mucha potencia para abrirse camino, viniendo de donde venían. El joven músico sabía muy bien que las fronteras geográficas también funcionaban como fronteras sociales. Es que los Vox Dei eran oriundos de Quilmes, una pequeña ciudad emplazada al sur del gran Buenos Aires, mientras que todos los demás grupos de rock y de música beat que había en ese momento salían de la entonces llamada Capital Federal. Esa diferencia hacía que los rockeros suburbanos tuvieran que demostrar con más esfuerzo que se merecían un lugar en el centro de la nueva música joven, si es que no querían ser relegados a un segundo plano.

Por otra parte, los Vox Dei conocían bien el texto bíblico. Eran practicantes católicos de base, en los tiempos en que parte de la iglesia iba hacia el marxismo –Concilio Vaticano II mediante– y “Evita bailaba con Freud”, como decía Joaquín Sabina. Eran los tiempos de “la juventud maravillosa” y de la modernización cultural de Buenos Aires, y para demostrarlo ahí estaba “la manzana Loca”, donde se emplazaba el bar Moderno, la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y el Instituto Di Tella. Y un poco más allá, en el Once, el bar La Perla, refugio en las noches y madrugadas para los rockeros, cuando Buenos Aires era una ebullición, ávida de novedades, y sus cafés y teatros producían la bohemia porteña.
Es que, como siempre, Dios atendía de ese lado de la General Paz, y por eso hacia allí se dirigieron los Vox Dei, que aunque eran tenidos en cuenta y tocaban en todo festival que se armara, durante mucho tiempo no tuvieron otra opción que ser teloneros de las grandes bandas, ya sea en la ciudad como en las giras por el interior del país.
También esas condiciones son las que explican el despliegue de producción, composición y arreglos que tiene la obra, lo que hace que cuando la escuchamos no queden dudas de que estamos frente a un disco sin igual. En efecto, el director y arreglador Roberto Lar convocó para la ocasión a una orquesta de veinticinco cuerdas, entre violas, violines, cellos y bajos, más un nutrido coro femenino, sumado a las diferentes flautas ejecutadas por el propio Soulé. Esto, más el rocanrol que despliega la banda, consiguiendo por momentos un verdadero álbum de hard rock, coloca a la música en una escala de complejidad sonora sin par.
III
Los meses de grabación que demandó la obra, entre abril de 1970 y enero de 1971, no estuvieron para nada exentos de problemas. Hay que recordar las tensiones que se generaron en la banda, cuando por ejemplo el segundo guitarrista, Juan Carlos “Yodi” Godoy, cansado de los roces con los otros integrantes y promediando el trabajo, intempestivamente dejó los estudios.
Un buen día, según contó el bajista Willy Quiroga, Yodi le dijo: “Yo me voy”, y él les contestó: “Bueno, andá, nos vemos mañana”. Pero el guitarrista se refería a otro tipo de partida: “No, no, me voy de la banda”, le aclaró. A pesar de lo aturdidos y desconcertados que quedaron, el resto del grupo se repuso pronto, se incorporó Ignacio Esmilari y la grabación siguió adelante.
A esto hay que sumarle que un día se perdieron los master, es decir, las cintas originales, que solo aparecieron luego de una furiosa búsqueda, con denuncia policial incluida, evitando justo a tiempo que el barco naufragara quizás de forma definitiva. Por último, producto de las idas y vueltas con la discográfica, la compañía mandó a prensar los discos antes de tiempo, dejando inconclusa la obra, más precisamente la canción “Apocalipsis”, que recién se pudo terminar de forma definitiva en 2005. También hubo un error en la lista de temas del disco, donde la canción “Libros Sapienciales” aparecía como “Profecías”.
Así, lo que debería haber sido una bendición, por momentos se transformó en una pesadilla. Pero aún con todos esos tropiezos, el esfuerzo valió mucho la pena, porque, como quería Soulé, los Vox Dei se hicieron un lugar –enorme– en el rock nacional. La Biblia trascendió su época, tuvo varias ediciones, se vendieron miles de copias y hoy, a 50 años de su lanzamiento, sigue siendo un clásico.
Se cumplió, en definitiva, eso que la banda profetizaba en uno de los temas del álbum: “Si crees lo que dices seguro que se hará”.
* Sociólogo, docente e investigador (UBA/UNSAM), becario post doctoral Conicet.