Con el humor como sherpa, Pedro Saborido se propuso construir un pasado conjetural para ese territorio inabarcable que él define como “el pueblo yendo hacia la urbe”. Es el punto de partida para Una historia del conurbano (Planeta), un libro satírico y preciso a la vez, desopilante primero y no tan imposible después, y sin pretensiones de cosa juzgada. Como explica el propio Saborido en la introducción, “si la Argentina tiene todos los climas, el conurbano tiene todas las Argentinas. Y todos los continentes. (…) Demasiado territorio para poder abarcar en un libro”.
Guionista, productor, director y compañero creativo del actor Diego Capusotto, la misma voz en off que Saborido le pone a Peter Capusotto y sus videos resuena también en las páginas de su libro, así como lo hace en el spot La cuidadanía, donde se ensaya un abordaje desde lo humorístico para los dilemas de la pandemia.
“En nuestra cultura hay arraigo, hay orgullo. Negar los orígenes está mal visto”.
A lo largo de más de 200 páginas y cientos de escenas típicamente conurbanescas, Saborido traza un territorio incompleto, de valores relativos y que cambia según quién lo cuente, con una historia difusa, donde “vos sabés la formación de Deep Purple o de Vox Dei y no sabés el nombre de tu partera”, y siempre bajo la mirada de los demás. “De la misma manera que las mejores partes de Buenos Aires se parecen a Europa, lo otro se parece a África. Nada es Latinoamérica, ¿no?”, se pregunta.
– En el libro aparecen muchas situaciones bien características del conurbano que son difíciles de imaginar bajo otro registro que no sea el humorístico. ¿Puede decirse que existe una relación entre el conurbano y un cierto tipo de humor?
– La relación que puede haber es que simplemente a veces los territorios cotidianos de uno son motivo de gracia, de la misma manera que nos podemos reír de nosotros mismos. Uno se puede reír, con cariño, de sus imperfecciones, y nosotros vemos al conurbano como una gran imperfección, como un país imperfecto, y nos reímos de esa parte, y ese choque lo ponemos en comparación con aquello que admiramos. Entonces, Berazategui se pasa a llamar Berazachussetts, Caseros es Carero City, Gerli es Gerlifonia y así todo. Es tratar de ponerle humor a esa condición de sentirse un lugar subsidiario en el mundo, que es lo que nos hacen sentir muchas veces: sentirnos berretas, de segunda. Ahí aparece este hacer humor con el conurbano, porque de alguna manera nos representa, porque somos nosotros mismos en ojotas, y sentimos que eso es mucho más argentino que el Hotel Alvear o Puerto Madero.

– Al hablar del conurbano siempre surge una cuestión de costumbrismo y de humor compartido, que parece venir a aportarle realismo al relato, ¿no?
– Claro, las cosas humorísticas, los personajes barrio. Es verlo de una manera para acercarlo más a tu felicidad, porque sabemos que no es todo lo perfecto que debería ser: los cables cruzando, los palos de luz, el polirubro de la esquina que vende cinco mil cosas distintas, el club que empezó a hacer la cancha y se quedó con la tribuna a mitad de camino porque se terminó la plata. Es lo que nosotros vivimos en el conurbano, que siempre está en transformación e incompleto. Sin embargo, nos criamos y fuimos felices ahí, con unas infancias y adolescencias en las que aprendimos a querer el lugar porque era el que teníamos. Eso no idealiza al lugar, simplemente uno lo ama porque ahí estás y es la mejor manera de aceptar el mundo.
– ¿Eso genera algún tipo de autoestima frente a lo que se supone que es “mejor”?
– Podés tener distintas actitudes. Podés negar de donde viniste, podés odiar al lugar en donde naciste ahora que se supone que estás en un lugar mejor. No todos tienen una actitud cariñosa o romántica, porque por ahí la pasaron muy mal, otros simplemente por conocer algo mejor lo desprecian. No creo que haya una actitud. Es más fácil que la gente se anime a decir que quiere a su barrio, a que lo odia. ¿Cuántas veces se puede decir que querés a tu barrio? Un montón. ¿Y que lo odiás? Ya está, te fuiste a otro lado. El odio ahí se amortigua con el olvido. Querés olvidar lo que no te gustó.
“Si la Argentina tiene todos los climas, el conurbano tiene todas las Argentinas”.
– Además, en la Argentina existe toda una tradición de pertenencia al barrio.
– Está bien visto. En nuestra cultura hay arraigo, hay orgullo. Negar los orígenes está mal visto. Cada uno hará lo que quiere y lo que pueda con su pasado, pero hay un lugar donde sentimos que por algo, cuando vos no te olvidás, quizás sea más fácil que ayudes a que eso de alguna manera también mejore. No sé por qué estoy diciendo esto, no lo tengo muy claro, eh. Pero, como vos decís, respondemos a una cultura del arraigo, pero no es absoluto, quizás sea mayoritario pero no total. Te pueden haber pasado cosas feas y también hay gente de mierda en los barrios y pasan cosas bravas. Por eso, en lugar de tomar una postura a favor o en contra, yo creo que todo el tiempo es como una duda. Con esta duda quiero decir que ahí hay algo que es dinámico y diverso, y que es mucho más difícil sentir que estás suelto en medio de toda esa incertidumbre que suponer que todo lo podés tener muy claro y ordenado.
– ¿Casi como si fuera una mirada de antropólogo, por así decirlo?
– Sí, que quiere clasificar y rápidamente establecer categoría en las cuales las cosas son de esta manera, y eso da una ilusión o la fantasía de manejarlo cuando en realidad hay una gran parte que es la incertidumbre de estar abandonado. No sabemos para qué lado puede funcionar, de dónde viene, a dónde va, a dónde estuvimos. Y cómo la incertidumbre crea angustia, queremos rajar de eso. Pero me parece que uno termina eligiendo en determinado momento para simplificar y cerrar la etapa de tu vida. ¿Volverías al barrio? Y, lo quiero mucho al barrio pero la verdad es que estoy mucho más cómodo acá. Hay valores relativos. Mucha gente dice ahora tengo más plata pero me voy a hacer una linda casa acá, porque me gusta el barrio. Y otra dice tengo unos mangos y yo me voy a otro lado. Pero irse de un lugar no quiere decir desaprobarlo u odiarlo, quiere decir que estás más cómodo en otro lado según el momento de la vida.

– Hay situaciones en que parece que siempre se trata de irse del barrio, ¿no?, como si en ese irse ya se estuviera haciendo algo.
– Irse te hace sentir que estás haciendo algo, que progresás. Y por ahí irse es al pedo, te va peor, pero parece que esa es la sensación. Así como hay una educación del arraigo, hay también una educación que supone que siempre hay que buscar metas y lugares distintos y desafíos.
– Cuando se dice algo sobre el conurbano, está el riesgo de caer en una larga tradición de mirarlo como un objeto exótico de estudio. ¿Cómo fue trabajar eso en el libro?
– Mirá, todo el tiempo me guiaba simplemente por los fantasmas sobre el tema. Es decir, no romantizar, pero de pronto te ponías a hablar con alguien y te decía pero mirá que acá también la pasamos bien. O te dice que el conurbano no es este, el conurbano es donde es más pulenta, donde no hay asfalto. Y otro te dice que el conurbano es en realidad la fábrica abandonada. Hablando con gente amiga del conurbano, mi di cuenta de que cada uno tenía una mirada. A algunos les viene la imagen de un montón de casas bajas hechas por tanos, mucho cable, un colectivo arriba del 400. Y a otro se le viene un tema de Vox Dei, y para otro el conurbano tiene más verde, más plantas, y tiene la calle de tierra, y para otro es el barrio de chalets, un barrio inglés. Y otro dice que el conurbano tiene todavía esas cosas de pueblo y que acá se conoce todo el mundo. Pero después hay zonas en que la gente, digamos, ya tiene una cosa más urbana. El conurbano es el pueblo yendo hacia la urbe, por decirlo de alguna manera. Y de pronto muchos te pueden decir que “está lleno de gente que no es de acá”. ¿Qué es “está lleno de gente que no es de acá”? Que nació gente, que vino, que se mudaron, que no son los mismos que cuando vos eras chico. Siempre pasa eso: el gran choque que hasta es visto como un fenómeno muy consultado en niveles terapéuticos, que es “no entiendo el lugar al que vuelvo”. El tango, el folklore y toda una tradición de tratar de volver a un pasado y no está, el barrio que ya no está. Y en el conurbano vas a ver las dos partes: barrios que cambian totalmente y barrios que siguen igual que hace 40 años.
“Vos sabés la formación de Deep Purple o de Vox Dei y no sabés el nombre de tu partera”.
– Siguiendo con ese dilema de qué sería el conurbano, hay algunos barrios que no se ajustan a un supuesto estereotipo, por ejemplo, Ramos Mejía, en La Matanza, y entonces parecen como un enclave porteño, por así decirlo.
– Claro, pero nosotros asociamos a porteño a todo eso que tiene un par de veredas parejas, pero eso también es el conurbano. El teatro Coliseo, de Lomas de Zamora, hace años que está ahí, no lo trajeron la semana pasada, y hay boliches y hay parques. Entonces, “ay, parece la Capital”. ¿Y por qué se parece a la Capital? ¿Porque está todo terminado y funciona? No, es parte del conurbano. De la misma manera, y en el libro hablo mucho de esto, en la Capital escuchás “ay, esto parece el conurbano”, porque no tiene empedrado, porque tiene mucho cable y porque hay un baldío. Es simplemente una declaración en la cual se estipula que es de Capital Federal todo lo que está bien y es del conurbano todo lo que está mal.
– ¿O incompleto, no?
– O incompleto. Entonces, una universidad del conurbano ya tiene la palabra conurbano: es una universidad del conurbano. No es la UBA. Y por ahí no es la UBA, pero tampoco es una porquería, tiene muchos menos años también. Hay una carga de valoración.

– Yo soy egresado y docente de la Universidad Nacional de La Matanza, y cuando invito a dar charlas a colegas que vienen de la Ciudad de Buenos Aires la reacción es siempre la misma: se sorprenden positivamente al ver la universidad, no se lo esperan.
– ¡Pero me pasó a mí! Fui a dar una nota para el canal de la universidad y en un momento dije algo a conciencia, dije voy a decir una cosa espantosa: no parece que estuviéramos en el conurbano. Cuando vas por una autopista, ves que en Berazategui, Quilmes, Avellaneda, Bernal, San Justo hay pilones de edificios, pero no asociás la idea de los edificios con el conurbano. Sin embargo, Ramos Mejía está lleno de edificios y San Martín también. Cuando yo fui a la Universidad de La Matanza, vi la pileta, el gimnasio y encima comí bárbaro por dos mangos. Estaba chocho. También es verdad que es un mojón en un territorio. Cuando voy en el conurbano lo que me pasa es que digo cuánta gente que hay, porque no termina más. Andás y andás y hay gente y gente. Y seguís y seguís y seguís, hasta que en un momento, de a poquito, de a poquito, de a poquito, de pronto se hace campo, pero a los 35 kilómetros de que saliste. O sea, hay algo pero lo describimos a partir de esa cosa mayoritaria. Si yo te digo jóvenes del conurbano a vos no te aparecen un montón de rugbiers, te aparecen un montón de chabones que escuchan rock o son hiphoperos o cumbieros. Pero hay un pibe que está leyendo a Foucault en La Matanza y nadie asocia a Foucault con La Matanza. Y este otro es un cheto de acá, pero dice “yo soy de Ramos Mejía, no soy del conurbano”, “yo soy de San Isidro”. Pero Parque Leloir es el conurbano. Y si yo te digo un yate, no lo asociás con el conurbano, pero hay yates estacionados en el puerto de Olivos. Entonces, obviamente, de todo lo que viene de La Matanza, vos te vas a enterar más de la rosca, del peronismo, de las quejas o de que mataron a alguien en San Justo. Y eso no quiere decir negar los problemas, que no haya inseguridad. No lo estoy negando, lo que digo es que estamos viendo siempre esa parte.
– ¿Y cómo opera el carácter eminentemente porteño de la mayoría de los medios de comunicación, con periodistas que muchas veces desconocen los lugares de los que hablan?
– Yo ahí no lo veo como una intención. El problema es que es más interesante y más apasionante para observar el conflicto que la armonía. Y la noticia, en el plano del entretenimiento, es más dramática cuando se trata de un hecho de violencia, no cuando pasa algo que está bueno. ¿Cuántas veces podés contar que tal universidad está buena? La gente se aburre y pide algo más divertido, y divertido es un asesinato. No digo que un asesinato es divertido para el que lo sufre, sino que es divertido para el que lo ve, no porque se ría, sino porque se entretiene más, se apasiona, porque vive la noticia como si viera ficción. ¿Por qué hay páginas de policiales y no hay páginas científicas? Un suplemento de ciencia cada tanto, que habla de cinco mil cosas que se hacen en el mundo. Porque también hay un mercado consumidor del periodismo que responde a eso, al quilombo, al conflicto, a los títulos pesados, dramáticos.
“El conurbano es el pueblo yendo hacia la urbe”.
– Uno de los momentos más atractivos del libro es cuando propone historias alternativas para el origen de cuestiones muy presentes en el conurbano, pero de la cuales no se sabe mucho de dónde vienen.
– Y que quizás sean esas, quizás no, pero es obvio que tenemos un pasado, lo que pasa es que no nos sentimos reivindicadores de un pasado, de una tradición. O sea, sentimos un orgullo de pertenencia al barrio, pero olvidamos la historia. En general, a los historiadores de los barrios se les da poca pelota, son medio locos perdidos. Parece que hubiera cosas más importantes.
– Cómo si se tratara de una historia menor.
– Sí. Y es la historia del lugar donde vivís. Vos sabés la formación de Deep Purple o de Vox Dei y no sabés el nombre de tu partera. Y no hay duda que tu partera es más importante en tu vida que Willy Quiroga.
– ¿Qué te pasó cuando viste lo que escribió Pablo Sirvén acerca de un conurbano “africanizado”?
– Me parece que escribió para sus lectores, ya suponiendo que todos estaban de acuerdo en que África es sinónimo de pobreza, no de otra cosa, de salvajismo, que no es lo aspirable. De la misma manera que las mejores partes de Buenos Aires se parecen a Europa, lo otro se parece a África. Nada es Latinoamérica, ¿no? Pero esta es nuestra condición, para bien y para mal. ¿Necesitamos a África para hablar en términos de pobreza? ¿La palabra África es simplemente pobreza para vos? Para un africano, ¿es pobreza o es su hogar? ¿Qué siente un africano cuando vos decís africanizar? ¿Qué siente Sirvén si vos decís que están sirvenizando una nota? Pero hay un pacto emocional, narrativo, en sus lectores de una potencia importante y también en sus críticos, que estuvieron hablando de eso tres días seguidos. Nadie habla de la nota después. ¿De qué habla la nota? Nadie sabe.
– Sobre el coronavirus y el spot de La cuidadanía, la propuesta se aleja de esos mensajes que apelan a mostrar la crudeza del asunto. ¿Cómo funciona esta campaña?
– Son intentos de llamar un poco la atención en medio de un mar de campañas, de ruido infernal; una manera más elegante de cuidar al que se cuida, de que no se sienta un tonto. El humor funciona acá para satirizar a los que no se cuidan, mostrándolos más tontos a ellos que a vos que te cuidas. Un poco apela a eso y el humor suaviza la situación.