El atentado contra Cristina Fernández de Kirchner hizo explícita la necesidad de abordar la problemática de los discursos de odio en la Argentina, que de un tiempo a esta parte han escalado en la escena política y mediática. Mientras en el Frente de Todos comienzan a oírse voces que plantean la necesidad de debatir y pensar en estrategias concretas, en la Cámara de Diputados de la Nación se presentó un trabajo realizado por el Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA), de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), que le puso porcentajes al fenómeno de los discursos de odio, con datos alarmantes:
– Si bien casi el 57% de la población critica y desaprueba estas expresiones, un preocupante 43% las promueve y aprueba (26,20 %) o no las condena (17 %).
– En términos generacionales, la mayor circulación de estos discursos se da entre los llamados millennials (25 a 40 años, 31 %) y centennials (16 a 24 años, 26,3 %).
– El principal objeto de los mensajes de odio está referido al ejercicio de la política, tanto en lo que toca a funcionarios, exfuncionarios y candidatos, como a identidades político-partidarias.
– Hay un claro sesgo de género: las mujeres son el principal blanco de las ofensas (73,9 %).
Si se cruzan estas dos últimas tendencias, queda claro cómo en la figura de la vicepresidenta de la Nación se intersectan las principales categorías que son objeto de odio.

Estos y otros resultados son parte de una encuesta nacional sobre 3100 casos, con 30 grupos focales, 12 entrevistas en profundidad y trabajo de archivo, entre otros recursos, llevado adelante por un equipo bajo la dirección del doctor en ciencias sociales y en filosofía Ezequiel Ipar. Los resultados preliminares del estudio fueron presentados en la cámara baja durante una actividad convocada por la diputada nacional del Frente de Todos Florencia Lampreabe.
En cuanto a qué son los discursos de odio, el Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos los definió como “cualquier tipo de discurso pronunciado en la esfera pública que procure promover, incitar o legitimar la discriminación, la deshumanización y/o la violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de la pertenencia de las mismas a un grupo religioso, étnico, nacional, político, racial, de género o cualquier otra identidad social”. Se trata de manifestaciones que “frecuentemente generan un clima cultural de intolerancia y odio y, en ciertos contextos, pueden provocar en la sociedad civil prácticas agresivas, segregacionistas o genocidas”.
Con respecto a las redes sociales, el trabajo de la UNSAM señala que si bien la mayoría de las personas entrevistadas reconoce su existencia en esos ámbitos “el rechazo explícito es minoritario y el desacuerdo no deja huellas”.
El equipo encabezado por Ipar también advirtió que “la adolescencia aparece como un momento de alta permeabilidad del yo a los discursos y referencias exogámicas, siendo un momento de alta fragilidad y alta importancia en la vida de un sujeto”. En ese sentido, “la presencia de discursos gordofóbicos, homofóbicos, racistas, xenófobos puede tener alto impacto y consecuencias subjetivas graves que se expresan en sintomatologías de mayor riesgo, como las autolesiones, los intentos de suicidio, los trastornos de ansiedad y los trastornos de la conducta alimentaria”.