La familia Pampín es dueña de uno de los proyectos culturales más antiguos y, a la vez, vigentes del país: la editorial Corregidor, que en 2020 cumplió 50 años. En todo ese tiempo, esta pyme atravesó distintas crisis políticas y económicas, incluidas las dos más recientes: el Covid-19 y el impacto que para el sector significó el gobierno de Cambiemos. “Los años de la pandemia sin virus, o sea, los años del macrismo”, grafica Juan Manuel Pampín, director de Corregidor y vicepresidente 1º de la Cámara Argentina del Libro (CAL), que reúne a más de 500 editores, distribuidores y libreros.
En una entrevista con el programa Socios a la fuerza, emitido por Radio La Ciudad de Ituzaingó, Pampín se refirió al tipo de vínculo que las pymes tienen con los autores y autoras, al proyecto para crear un Instituto Nacional del Libro y a lo difíciles que serán los años por venir: “Después de una crisis –aseguró–, una de las pocas seguridades que tenemos es que vamos a vender menos libros”.
– Atravesado ya un año y medio de pandemia, con todo lo que eso significa para el mercado local, ¿cómo se fue adaptando la industria editorial de la Argentina para poder sobrevivir?
– En nuestro caso, somos una pyme argentina promedio de nuestro gremio. El año pasado, en julio, cumplimos 50 años y parte de eso en nuestro país, con una estructura por lo menos muy similar a la que teníamos originalmente, tiene que ver con la capacidad de adaptación. Como todos, tuvimos que irnos adaptando. Si me preguntás si cumplimos el plan original de hace dos años, no, claro que no. Pero sí estamos cumpliendo metas más cortas, más concretas, y creo que no nos quedó ninguna en el medio. Siempre, por supuesto, va a haber alguien disconforme; quizás, al que le tuvimos que decirle “che, mirá, tu libro va para 2022 o 2023”. Pero por una cuestión de cintura e instinto de supervivencia de las pymes argentinas, acostumbradas a las crisis recurrentes, acá estamos. A las grandes empresas les cuesta más readaptarse, tienen lo que yo llamo una cintura de un elefante.

– ¿En qué cambia el vínculo con los escritores y las escritoras en una editorial de tipo pyme?
– En principio, en la personalización, en el trato. Nosotros lo entendemos como algo natural, pero son los autores quienes lo notan diferente. El hecho de no tener del otro lado a una persona con la que hablar es una queja muy recurrente, sobre todo de autores que vuelven. Ninguno puede evitar irse. Son muy pocos los que mantienen la cabeza fresca como para, en el momento determinado, decir “no, no acepto” ante una oferta jugosa por su nueva novela, libro de cuentos o de ensayo sobre política argentina. Pero al segundo o tercer libro, se dan cuenta de que no todo en la vida es dinero, digamos. Sobre todo, pasa con los autores de ficción. De hecho, ahí hay gran parte de nuestro trabajo como editores pymes, porque las grandes editoriales nos dejan el scouting y ellos después van y son grandes compradores del segundo libro. O sea, ahí vemos los grandes descubrimientos de Planeta, Sudamericana o de Ediciones B, es decir, de las editoriales más grandes. Lo que pase es que hoy es difícil nombrar editoriales sin que estén adentro de Planeta o Sudamericana, ¿no?
– El coronavirus impone condiciones muy duras para el sector, pero ya antes, con el gobierno de Cambiemos, también hubo problemas. ¿Cómo fue la gestión de Pablo Avelluto en Cultura?
– Nefasta. Creo, sin temor a equivocarme, que fue la peor gestión de un secretario de Cultura en la historia de la democracia. Encima, con el agravante de que Avelluto venía del gremio, es decir, había trabajado en editoriales y demás. La verdad, su tarea dejó muchísimo que desear, de hecho, logró que el área sea degradada a secretaría. Pero también había con él un grupo de personas que no veían a la Cultura como una inversión sino como un gasto, y eso ya era toda una definición de las cosas. La realidad es que los últimos seis o siete años de la industria no venían siendo buenos. A eso, posteriormente, se le sumaron los años de la pandemia sin virus, o sea, los años del macrismo, que para para nosotros, por lo menos, fueron terribles. Me refiero al impacto en la industria editorial. Y luego, finalmente, cuando las cosas comenzaban a avanzar, cuando de nuevo en Cultura volvíamos a hablar de inversión en lugar de gasto, surgió esta pandemia que nos cayó encima todos. Y como siempre, después de una crisis, una de las pocas seguridades que tenemos es que vamos a terminar vendiendo menos libros que antes, es decir, que el mercado se va a terminar achicando.

– Con el macrismo, uno de los proyectos que quedó trunco fue el de crear un Instituto Nacional de Libro. ¿En qué consiste esa idea y en qué situación se encuentra actualmente?
– Sí, hace un tiempo, con Daniel Filmus, estuvimos charlando sobre esa posibilidad. Así como están los institutos del Teatro y de la Música, desde la Cámara Argentina del Libro queríamos trabajar en un Instituto Nacional del Libro. Desarrollamos el proyecto con la gente de Filmus durante tres o cuatro años. Después, la idea se quedó un poco y ahora estamos esperando que nos vuelvan a llamar para darle forma. Nosotros creemos en la necesidad de encontrar un lugar donde podamos charlar todos nuestros problemas, intereses y cuestiones comunes. Es decir, un espacio natural de discusión que hoy por hoy no tenemos. En los próximos días, nos vamos a reunir con la Unión de Escritoras y Escritores para ver si logramos unificar posiciones y darle un nuevo impulso a la idea.
– Si repasamos el premio Rómulo Gallegos, uno de los más importantes de la literatura en habla hispanoamericana, vemos que son todos autores que publican en grandes editoriales, pero en el medio se cuela uno de Corregidor, Eduardo Lalo, un escritor portorriqueño que en 2013 ganó con su novela Simone. ¿Qué significó para ustedes que Lalo obtuviera ese premio?– En principio, fue algo simbólico, fue refrendar el trabajo que ya veníamos haciendo. Y después, la apertura de un montón de puertas en un montón de lugares. Significó que los libros de Corregidor llegaran a Rumania, Italia, Francia, España. Eduardo Lalo, un autor fresco, un autor nuevo, se editó en Inglaterra, en Estados Unidos, y lo hicimos desde una pequeña editorial de la Argentina.
Foto de apertura: Betsy Cohen