“Queréme… que las disculpas se han perdido/
Marilina Ross – Queréme
como perdida estoy sin vos, y tengo frío.”
Lo cursi en la poesía lésbica en Instagram
Desde Marilina Ross hasta Lesbodrama
Es 25 de diciembre, llueve. Mis gatos y mi perro son mi única compañía. Recuerdo un hit de hace décadas, que es parte de la herencia cultural lésbica hasta hoy: desde la pantalla creada por Alberto Migré, Marilina Ross canta fragmentos de “Queréme” sola en una habitación, por un amor que desea pero del que la aleja el mandato del matrimonio contraído con otra persona. Una mezcla certera de romanticismo y drama, un melodrama que se ata a la escena, la precede y también la continúa en el imaginario colectivo más allá de su época.
Los versos de esa canción, una de las más recordadas de Ross, hablan de un sentimiento de necesidad de la persona amada, una necesidad que potencia la angustia y acaso el deseo cuando quien se quiere no está. En la novela Piel Naranja[1], el personaje de un joven Arnaldo André encarnaba el sujeto de deseo, un amor que solo puede ser vivido en la clandestinidad ya que ella, Marilina, estaba casada con un hombre que la doblaba en edad.
Oída entonces con el filtro heterocisnormativo de una Argentina más conservadora que la actual y que estaba a pasos de atravesar una dictadura cívico militar, Marilina generaba murmullos sobre su orientación sexual. Los comentarios serían aún más fuertes más tarde: con Puerto Pollensa, casi al tiempo de que Sandra Mihanovich y Celeste Carballo cantaran “Soy lo que soy”, su producción empezaba a ser señalada por lesbiana, aunque el estado de la discusión no permitía decirlo explícitamente y mucho menos considerarlo en lo público una forma posible de orientación sexual. Casi cuarenta años después de ese sollozo melódico junto a su guitarra desde Canal 13, Marilina se casaba con Patricia Rinci y su lesbianismo se “oficializaba”, en un contexto político que ya había logrado la ley de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género.
“Una tarde, un té frío, una espera/ y esta casa buscando tú presencia./ Te espero entre los discos,/ los libros y la radio,/ te espero como siempre te he esperado.”, canta Ross que, como artista popular, dejó sus versos en la memoria de muchas personas y de allí su aporte a la significación emocional de la población “diversa”. La añoranza del corazón amante, el frío del cuerpo y del alma que necesitan abrigo, casi como en este atípico día de Navidad. Lo cursi, que era parte de las historias heterosexuales -aun cuando se burlaban de ello desde medios con gran cantidad de seguidores como la revista Humor- se volvía parte de la forma de amar. Y, desde el secreto a voces de la orientación sexual de Marilina, su aporte trascendió la década del setenta.
“¿Acaso el amor no es cursi y, cuando no, resulta sospechoso?”, respondía Alberto Migré cuando apelaban a ese calificativo como crítica a su obra, indiscutidamente instalada en la memoria de la sociedad porteña y, en gran medida, nacional, desde la década de 1960 en adelante, cuando se ubican sus mayores éxitos. Lo cursi era parte de lo cotidiano pero negado, era buscado en la pantalla de televisión en cada producto de Migré pero era justificado como accesorio del éxito, era consumido por personas de todas las edades y géneros pero colocado en la vidriera de lo “femenino” y la cultura rosa.
Cuando Alberto Migré lleva a protagonizar Piel Naranja a un actor y una actriz cuya homosexualidad era susurrada, abrió implícitamente la potestad de desear a otras identidades y orientaciones sexuales. No en el plano de lo explícito y aceptado, ya que entonces eran hábitos etiquetados como desviados o lascivos desde el discurso imperante, pero sí funcionó como llave para el deseo en el imaginario colectivo. Las lesbianas, bisexuales o pansexuales de 1970 y las que le seguimos desciframos en Ross alguien que nos guiña el ojo con palabras como claves, enigmas, contraseñas a dilucidar desde el propio registro del deseo. Y entonces es desde allí, desde la deconstrucción cultural de lo sensible, que sumamos herramientas para pensarnos amantes, deseantes, también cursis, también destinatarias/es de la lírica y la canción.
“Lo cursi, aun entendido como amenaza al buen gusto y a la razón, transmitía una promesa de ingenuidad, de que esa embriaguez declamatoria entregada a los brazos del poema malo o de las lágrimas en el teléfono le concediera al mundo, cada vez más ajeno, una dimensión humana e íntima”[2], ahonda Liliana Viola en su libro Migré. El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país. Y si se trata de llanto, amar a escondidas, arder de deseo o clamar por una ex, la expresión poética del amor lésbico es portador de lo cursi.
En este trabajo, analizaré cómo la cursilería es una característica de la poesía lésbica -esa que muchas veces idolatra a “Santa Marilina Ross”- que se encuentra, a partir del boom de Instagram, en numerosas usuarias de esa red que la emplean como ventana de difusión de sus textos, incluso como antesala de la publicación de un libro en formato analógico. Especialmente, tomaré como referencia a las influencers @caroconisomnio (109 mil seguidores), @proyectotijeras (21.200 seguidores) y @lesbodramas (19.900 seguidores), de Argentina. A modo comparativo, también me referiré a la española Elvira Sastre, que en Instagram es @elvirasastre y cuenta con 395.000 followers.
Amar, ese gesto cotidiano
“No sé/ cuál fue el momento exacto/ en que me enamoré de vos./ Si fue cuando nos dimos/ nuestro primer beso./ Cuando te vi preparar el mate a las seis de la mañana/ Cuando me cantaste una cumbia/ o cuando miré la hora/ en el teléfono/ y me di cuenta de que nuestra/ primera cita había durado/ cinco horas”. [3] Así de cotidiana e intensa es una declaración de amor contemporánea, que se autodefine como poesía con identidad lesbiana desde un JPG en Times New Roman que recibió 11.309 corazones al momento de escribir este trabajo desde el usuario @caroconinsomnio de Carolina Peralta.
La nueva poesía lésbica, heredera de una sufriente Alejandra Pizarnik de la que estudios posteriores quisieron demostrar su pasión por las mujeres, se autodefine orgullosa y fuera de la heteronorma. Y lo hace en perfiles públicos desde Instagram, la red que logró duplicar su cantidad de miembros en los últimos dos años[4] y que ubicó en 2019 a la Argentina en el puesto 16 del ranking mundial en cantidad de personas que la utilizan. [5] Desde la pantalla de un smartphone, comparable por lo popular y accesible a la televisión abierta de hace décadas, se construye sentido: un significado de cómo se declara el amor, de cómo se vive el deseo, de cómo se atraviesa la ruptura de una relación amorosa, y cómo hay duelos que se resisten a concluir. De cómo se es cursi en la era de la hiperconexión.

“Cursi es una categoría barrial más que académica, más cercana al insulto que a la descripción, pero a su vez inequívoca en su carácter local. Solo se puede ser cursi en castellano y no cualquiera, mucho menos si se lo propone”[6]. Así lo señala Viola en una de sus definiciones. Anclado en lo sentido de lo cotidiano y próximo, la poesía instagramer torta tiene ese factor, porque está constituida desde una voz como una amante cualquiera y, por lo tanto, representante de un universo general de voces que se desgarran, gozan, sueñan o se excitan.
“Qué linda que sos/ cuando tenés los ojos bien chinos/ gusto a porro/ y se me desborda/ de agua el mate”, dedica un poema anónimo desde el perfil @proyectotijeras que se define como “Lesbianas compartiendo palabras” y recolecta, justamente, poesías, prosas y fotografías de colaboradoras de toda la red. Entonces, ¿qué es la belleza? ¿Dónde está lo bello en la literatura torta contemporánea? El discurso lésbico instagramer hace un culto a lo bello del detalle, lo hermoso de lo microcotidiano compartido. Y lo hace cursi, porque es dramático y meloso a la vez y, ante todo, auténtico.
Este último rasgo es una de sus principales diferencias con el concepto de lo kitsch, entendido como una acumulación de códigos de lo cotidiano entendidos como vulgares -hasta a veces barroco- entendidos como falso, pretencioso pero vulgar, y en ocasiones irónico. Ramón Jimenez de la Serna estudió a lo cursi como descendiente de un Barroco pero en contacto con lo que hace ‘esencial’, según se desprende de su lectura, a lo humano.
“Viene lo cursi del momento que el hombre civil y aposentado se encuentra más consigo mismo y con sus seres amados y quiere hacer un microcosmos de su casa para cobijar en ella la paz, los tormentos íntimos y la felicidad”[7], define. Lo hace mucho antes de que ese concepto se instalara en la pantalla televisiva de Argentina con los éxitos de Migré para poner en la esfera del espectáculo las prácticas cursis de la población y así legitimarlas, aun contra la oleada de críticas que consideraban lo cursi como sinónimo de producto de mala calidad.
En la poesía lésbica que se distribuye en Instagram, los factores de lo cotidiano que se vuelven bandera del amor y el deseo abundan. “Uso palabras cotidianas, y expresiones con las que me manejo día a día”, define Carolina Peralta sobre qué elementos componen su obra[8].
Otro ejemplo: “Ya perdí un poco/ la costumbre de hablarte/ pero querida/ cada vez que te escribo/ un poema/ soy un dos corazones/ derretido”, escribe Camila Milagros (@camilamilagros.h) desde @lesbodrama, un perfil que comparte memes lésbicos -esa otra forma de la lírica contemporánea- y poesías de autoras/es que envían sus escritos o los leen en los ciclos con micrófono abierto que organizan en el centro cultural y bar diverso Feliza.
“Querida/ y yo no le puedo escapar a la norma/ de mirarte/ con azúcar en los ojos”, recita el mismo poema. En vivo, Camila Milagros es una de las celebrity de un universo disidente, quizás aún pequeño, que escribe y comparte lesbianismo en forma de versos. De hecho, es una de las autoras que publicó un libro en papel (“Rota”) tras haberse hecho conocida en Instagram. Así, los guiños de lo diario o mundano se vuelven metáfora de un deseo intenso, encendidamente dulce, también sufriente por la ausencia.
Con un alcance mucho más masivo, la escritora española Elvira Sastre se convirtió en bestseller con su libro Cuarenta y tres formas de soltarse el pelo (2013) a partir de llegar a miles de lectores y lectoras desde Instagram[9]. Ese trabajo está dedicado, según relató, a una mujer de la que se enamoró y fue su método para transitar el dolor una vez que esa historia había finalizado: un lesbodrama a la española que en Argentina llevó al público a agotar entradas en Buenos Aires (por ejemplo, participó de la Feria del Libro), Córdoba y Rosario. En sus poemas el recurso es la belleza poética de un amor muchas veces sufriente, otras esperanzado.
“Día dos sin ti:/ no salgo de la cama,/ aún estás conmigo, tan guapa/ aunque sea en pesadillas”, escribe Sastre[10]. O también: “Te vi follar y fallar y no sé cuándo/ me gustaste más:/ cuando te contemplé proclamándote diosa/ o cuando te observé confesándote humana”.[11] El registro de lo ilusorio o falible que puede ser un vínculo amoroso se encuentra explotado en sus textos, con el efecto de la simpleza que lo vuelve más cercano y más eficiente en la intención de atraer a quien lee, de generar empatía. Lo cursi es el recurso que lleva a estas cabezas del otro lado de los versos a sumar seguidores.
Es que las figuras de la nueva lírica son comparables con aquello que Liliana Viola llama el “Método Migré” al definir la forma que tenía el padre de lo cursi de generar productos exitosos y convertir a actores o actrices en personas por las que el público deliraba.
Lo primero era captar aquello que en la sentimentalidad cotidiana causaba estragos como manera de acceder a la empatía de las personas del otro lado de la pantalla y borrar ese límite, entrar a su casa. “Busca en el mundo real aquello que ha captado la atención del público. Cuando lo encuentra, lo disecciona. Sabe discernir qué es exactamente lo que causa el morbo o la emoción del público masivo”, explica la autora.[12] En la poesía lésbica que analizo, ocurre que son objeto de lo escrito sentimientos que pueden identificar la mayoría de las personas y son sus hacedoras las que, por esa cercanía vuelta palabras, tienen el reconocimiento de quienes las siguen.
Como lo cursi es aquello vivido por todas o casi todas las personas en la intimidad de sus sentimientos o del encuentro con el otro, es auténtico en términos de que permite la identificación. En ese punto, el registro de lo cotidiano toma la forma de lo lírico y permite que quien lee o escucha se sienta en el lugar del yo poético.
La profundidad del drama
Lo cursi es tan cotidiano y auténtico como profundo y urgente. Lo sintetiza el mismo Jiménez de la Serna: “Está de pésame y al mismo tiempo congratula la vida”[13]. Ello se puede encontrar en los textos que analizamos.
“Me pone nerviosa simular que apenas te conozco, después de haberte comido a besos el fin de semana, nunca fui muy buena actriz.”[14], plantea desde Proyecto Tijeras una voz anónima. En los posteos, hay versos y prosas para amantes ocasionales de las que alguien se quedó prendida, amores platónicos que suceden en el colectivo o en algún taller de activismo lésbico, amores ‘clandestinos’ porque alguna de las dos sostiene una relación.
Hay referencias constantes al sexo, al fuego que se traduce en agua. Hay escritos sobre miradas que se cruzan y se detienen, y cuerpos imaginados o recordados al calor de lo íntimo. Lo doloroso, prohibido o lejano, la llaga que genera la ausencia y el cuerpo del deseo conforman la mística de los textos estudiados. También, su matriz cursi. Porque doler es amar, y viceversa, como un feriado bajo la lluvia.

“Digo ojalá pero no espero nada./ Todos los lugarcitos de mí/ que esperaban amor del tuyo/ Hoy se rellenan con penas”, se lamenta @camilamaugis desde Lesbodramas. Desde ese perfil, se resaltan con cierto tono jocoso algunos patrones reiterados en las relaciones lésbicas: no poder dejar de pensar en una ex o montar historias de amor idílicas tras apenas cruzar una mirada con alguien son algunas de las historias que se repiten a lo largo de los posteos. Y lo “intenso” en esos vínculos, duraderos o esporádicos.
“Vos me ves muy tranquila/ pero en mi cabeza ya te escribí/ tres poemas”, resume Carolina Peralta, por si hace falta explicar por qué ese registro se mueve “entre lo intenso y lo arriesgado”, define Sofía Arriola, una de las administradoras de Lesbodramas[15]. Pensar e imaginar al ser amado es un condimento infalible de lo cursi, célebremente plasmado en la obra de Alberto Migré que, como se mencionó, es un parámetro de medición de qué merece ese calificativo. En sus novelas eran marca de ello los primeros planos donde se acentuaban los gestos o los monólogos interiores de los personajes. La ensoñación llevada al extremo se ve en uno de los capítulos[16] más recordados de Piel Naranja donde Clara, interpretada por Marilina Ross, está recostada en una cama frente a Juan Manuel, Arnaldo André. Aunque él acaricia su rostro y le habla, ella cree que está soñando una vez más con que esa cercanía fuera real, y durante minutos alimenta su propia ficción.
Ser cursi es no quedarse en la superficie del deseo sino mostrar lo hondo, representar un corazón abierto frente a ese sentimiento. A veces en la profundidad de una relación que no puede ser, y otras en la belleza de un gesto cotidiano, como describe en este poema Peralta desde Instagram: “Y al final/ creo que lo más sincero/ fue/ cuando de noche/ dormida/ libre de miedos me abrazabas fuerte/ como quien quiere/ que alguien/ realmente se quede”[17].
Aguas cálidas
En un contexto cultural donde se empiezan a aceptar que otras formas de relacionarse son posibles, como el poliamor o el “amor libre”, el discurso lírico lésbico cursi también roza lo erótico, ya que el sexo y la corporalidad son cada vez más parte del registro público. Ya en la pantalla abierta de las novelas de Migré había intimidad sexual -en diferentes dosis de acuerdo a la época y el marco político de cada producción-, deseo y pasajes melosos. En la actualidad, desde las redes sociales, la receta combina esos ingredientes en las cantidades particulares que permite el discurso mediático actual, pero siempre es lo cursi, aggiornado, lo que convoca a lectoras y lectores. La poesía sostiene en lo público un deseo no heteronormado que el patriarcado condenó, en nombre de lo inmoral y anormal, a la oscuridad de lo secreto.
“Y cuando me doy cuenta/ que estás dormida/ recién ahí/ doy por acabado todo:/ el día,/ la noche,/ el sexo,/ la risa,/ la lágrima,/ la transpiración”, enumera @beibisound en un posteo de Proyecto Tijeras que superó los 1100 corazones.[18] Por momentos, la poesía se vuelve erótica y no por eso abandona lo cursi, aún en plena discusión por la muerte del amor romántico: “Mosca que zumba, mosca en mi boca. Hoy estoy rota, si te acercás, me mojas”.
En términos más próximos a la lírica del romance, el mismo Jiménez de la Serna sitúa a lo cursi (que diferencia aquello que es palabrería falsa) en lo íntimo: “Prepara panales de mimos al tiempo que revolotea, que quiere anidar, que pide resquicios, que quiere desmelenamientos y minuciosas trazas”.[19]
El deseo llevado al límite entre lo cursi y lo puramente erótico es también parte de la educación sentimental que configura esa herramienta que habla desde un Smartphone o desde eventos organizados en espacios diversos: los cuerpos que se corren de la heterocisnorma no solo se desean en silencio.
“Mojada/ me voy contra los muebles/ con las yemas pulsando/ mis yemas son balas” dibuja @meela.sg desde Lesbodramas. Las formas del sexo lésbico, o entre personas con vulvas, desconocidas para gran parte de la población hétero, se describe más o menos explícitamente en esta literatura que está disponible para todo el público en una red que censura desnudos pero aún lo logró ir contra todas las expresiones artísticas disidente. Lo erótico así enunciado se vuelve cursi en la añoranza en la descripción romantizada de ese fuego, en el volver al climax.
“La segunda noche/ nos tiramos en el pasto/ nos besamos desenfrenadamente/ nos hicimos agua/ y vimos las estrellas”. [20] La húmeda sensación de placer en el relato lésbico, que, abordado por escritoras “lesbodramáticas”van y vienen desde lo puramente corporal a una sensación metafórica del placer, de alguna forma de lo meloso y lo onírico, sin vaciar de fuego, pero yendo más allá de lo puramente genital que podría ser parte de algunas maneras de lo porno.
“Y posiblemente esto suene a cosificar, pero linda, sos la fantasía de piba”.[21]
La educación sentimental
En el estado actual de las discusiones, en una Argentina donde fue sancionada la Ley de Identidad de Género y la de Matrimonio Igualitario, pero donde siguen denunciándose travesticidios o transfemicidios, o siguen cayendo en el fuero penal de la Justicia el acto humano de besarse cuando las protagonistas son, por ejemplo, dos mujeres[22], apoderarse de lo cursi tiene un valor de resistencia. Significa decir “nosotres, diverses y disidentes política y sentimentalmente a la heterocisnorma, también amamos”. Un amor en la esquina de un bar, con sábanas enredadas y lagañas, o frente al río. Un deseo que lleva a compartir compras en el supermercado del barrio, a sacarse la ropa despacio o furiosamente. Un amor en lo público -en la calle y en las redes- y en lo privado.
Los productos televisivos de Migré que lograron “parar al país” para poder verlos, como solía decirse con Rolando Rivas, taxista, tuvieron responsabilidad en la constitución de cómo y a quién amar en las clases populares de Argentina. Borrar el límite entre la realidad y la ficción también tenían que ver con llevar lo cotidiano del amor y el deseo de la vida palpable a la pantalla, así como elementos constitutivos de lo social y lo político del momento, pero también con convertir en éxito personajes que esencialmente amaban en un marco de sinsabores y con obstáculos que hacían de esa trama una campana de Pavlov para el público.
El “Padre de la Lágrima” y de lo cursi en la industria cultural local supo desarrollar la “gramática del amor romántico” y combinar en la medida justa sus elementos, según analiza Viola en su libro. Por eso funciona y también legitima, en alguna medida moldea, lo válido de las relaciones por fuera de la televisión. Querer a la otra persona “como es”, vivir en estado de enamoramiento, soñar despierto con el rostro o la voz de quien se ama, reforzar paradigmas sociales como parejas heterosexuales donde el varón, muchas veces de más edad que su compañera, detentaba la capacidad de decidir: algunas de las variantes de lo cursi en Migré como manual de la forma de amar.
En la época actual, donde lo que se muestra en las redes sociales es validado como ‘auténtico’, la poesía lésbica discute lo heterocisnormado con un registro feminista o transfeminista y apela a una forma diferente de aceptar el deseo. Lo hace desde las descripciones más explícitas del acto sexual disidente y también desde la añoranza de un vínculo romántico entre personas LGBTTTIQ+. También, desde el lenguaje inclusivo que cuestiona el patriarcado en la definición binaria de los géneros al reducir las identidades posibles a lo femenino o masculino. Una poesía que suele no usar el recurso de la rima ni preocuparse por formatos tradicionales de la métrica, que emplea términos coloquiales y suma figuras de lo popular y cotidiano a sus versos.
Además de sus producciones literarias, los tres perfiles analizados suelen compartir historias o posteos que denuncian actos de homolesbotransodio, o convocan a actividades diversas. Durante la Marcha del Orgullo 2019 realizada en Buenos Aires o el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans que se organizó ese año en La Plata, replicaron las publicaciones de sus seguidores y se convirtieron en foro de debate o espacios digitales para encontrarse con personas que compartieron esos eventos.
Desde Instagram, las (y les) lesbianas(es) que escriben consiguen cada vez más seguidores, por lo que disputan un espacio de legitimidad. Llevan a la lírica una forma disidente en la que el acto performativo del lenguaje constituye lo identitario. Llevan lo que sucede en sus cuerpos y sus mentes a un espacio virtual, donde sus producciones son recibidas y compartidas y, al multiplicarse, se vuelven parte de lo que sucede en la cultura. Suman corazones y también molestan, son denunciadas y criticadas, porque discuten las formas tradicionales de vincularse.
Así como lo personal es político, el arte también lo es. Las poesías que se comparten como imágenes desde perfiles con miles de seguidores se vuelven tanto una forma de expresión como una forma de resistencia, y muchas veces es un caballo de Troya para un público que empieza a preguntarse qué características puede tener el deseo.
Lesbianas, trans, mujeres que escriben. Que existen en su acto humano de sentir y desear, en el ejercicio simbólico de nombrarse, en la elección de expresar públicamente el amor hacia otra persona, en el derecho vital a salir del closet. El de la vida real, el de las redes sociales y también el del arte tradicional.
- [1] Novela creada por Arnaldo André y dirigida por Carlos Berterreix que fue televisada por Canal 13 en 1975 y se convirtió en el programa más visto de ese año.
- [2] https://www.jotrabadezapa.es/l/sin-paz-entre-los-muertos/
- [3] Carolina Peralta @caroconinsomnio 17 de noviembre de 2019 https://www.instagram.com/p/B4_JMmEn6We/
- [4] Digital 2019 Global Digital Overviewhttps://www.slideshare.net/DataReportal/digital-2019-global-digital-overview-january-2019-v01
- [5] Digital 2019 Global Digital Overviewhttps://www.juancmejia.com/marketing-digital/estadisticas-de-redes-sociales-usuarios-de-facebook-instagram-linkedin-twitter-whatsapp-y-otros-infografia/#2_Usuarios_activos_de_Instagram
- [6] Viola, Liliana. Migré. El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país. Sudamericana. Buenos Aires, 2017.
- [7] Jimenez De la Serna, Ramón. Lo cursi y otros ensayos. Página 12. Sudamericana, Buenos Aires, 1943.
- [8] Ver en el Anexo la entrevista realizada a Carolina Peralta a los fines del presente trabajo.
- [9] “Elvira Sastre pasó de la poesía en Instagram a llenar teatros”. Diario El País https://www.elpais.com.uy/domingo/elvira-sastre-paso-poesia-instagram-llenar-teatros.html
- [10] Sastre, Elvira. Baluarte https://www.instagram.com/p/BnN3Vy6AbEw/
- [11] Sastre, Elvira. Cuarenta y tres formas de soltarse el pelo. https://www.instagram.com/p/BkcjKHBgAo1/
- [12] Viola, Liliana. Migré. El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país. Sudamericana. Capítulo I.
- [13] Jimenez De la Serna, Ramón. Lo cursi y otros ensayos. Página 40. Sudamericana, Buenos Aires, 1943.
- [14] Proyecto Tijeras https://www.instagram.com/p/B3Xczf6pBld/
- [15] Ver en el Anexo la entrevista realizada a Sofía Arriola y Camila Alfie, administradoras de Lesbodrama.
- [16] Se puede ver la escena en https://www.youtube.com/watch?v=v7JLZ_V0NiM
- [17] Poema publicado en Lesbodramas https://www.instagram.com/p/B0MbFG2AoVg/
- [18] Proyecto Tijeras https://www.instagram.com/p/B2nUNjun-JO/
- [19] Jimenez De la Serna, Ramón. Lo cursi y otros ensayos. Página 38. Sudamericana, Buenos Aires, 1943.
- [20] Fragmento de “Astrodrama” de @_bbelena publicado en Lesbodramas https://www.instagram.com/p/ByDfzQQA7zl/
- [21]P royecto Tijeras https://www.instagram.com/p/B3Xczf6pBld/
- [22] El último caso más conocido fue el de Rocío Girat y Marian González https://www.pagina12.com.ar/203159-un-ano-de-prision-por-el-beso-entre-mujeres-en-constitucion