El gobierno revirtió el desastre de las PASO y convirtió el disgusto en una esperanza de absoluta gobernabilidad. Es país es completamente distinto de lo que hubiera sido de mantenerse el resultado anterior. Es una primavera como la que disfrutamos en estos días. ¿Vendrá un verano con menos inflación? ¿Habrá un crecimiento del 8% o del 9 % cuando se haga el anuncio a fin de año? ¿Entre diciembre y marzo estará el turismo dando una posibilidad enorme de recuperación?
Ayer parecía un día peronista. Lo fue hasta cierto punto. El sueño de cambiar el PASO fue posible. El trabajo cuerpo a cuerpo con los que no habían votado, como un boxeador que elije ir a las cuerdas para hacerse fuerte, permitió que los golpes recibidos fueran asimilados. Y hasta pudo colocar una buena piña en la provincia de Buenos Aires. Ahora hay un segundo tiempo, como el que promocionaba con su libro el ex presidente, pero ahora para el gobierno. Que deberá jugarlo mucho mejor.
“Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”. Estas palabras resonaron en el teatro Moscú, el sábado, en la voz del extraordinario actor Horacio Roca, en la obra Tibio, de Mariano Saba. Recita el discurso de Miguel de Unamuno en 1936 frente a los brutos que se habían sublevado ante los republicanos. Y comparé con los que podía suceder pocas horas después: si se daba la victoria de la derecha con los números de las PASO. Aunque las cosas fueron mejor de lo previsto, es bueno recordar que pueden vencer en nombre de la fuerza, de la prepotencia, de los medios desquiciados que nunca detienen su furia. Pero todavía hay pueblo. Y ese es el mensaje.
El sueño de cambiar el PASO fue posible. El trabajo cuerpo a cuerpo con los que no habían votado, como un boxeador que elije ir a las cuerdas para hacerse fuerte, permitió que los golpes recibidos fueran asimilados.
De todas maneras no me da la sensación que el gobierno entienda totalmente el juego. Al menos, de un modo muy distinto a ciertas realidades que uno creer ver. Pensar que en los centros de poder más importantes están, de casualidad y sin gravitar, en esos medios concentrados y mafiosos es absolutamente inocente. Al cabo de años han conseguido derechizar a provincias como Mendoza y Córdoba hasta límites insoportables. Es inocente pensar que el tontón de Mauricio Macri, que no hace pie ni entre los suyos, es el adversario, el hombre a enfrentar. O que lo es Rodríguez Larreta con sus limitaciones y sus chantadas.
Si la izquierda gobernante no le da pelea a los medios concentrados, no tiene futuro. Pero lo más grave es que condena, no a este gobierno, sino al propio país cada día más a la derecha. Hay que ver el esfuerzo que fue necesario en la provincia de Buenos Aires para salir de la injusticia que significaba que lo que aportó extraordinariamente Axel Kicillof, pudiera finalmente lucir, aunque sea hasta lograr un empate técnico.
Son esos medios que juegan a que el gobierno presenta la victoria como una derrota. Miremos sino la tapa de la mafia de Héctor Magnetto y también de los Saguier.

Fue un triunfo excepcional en provincia, derrotar a los medios, con lo que hicieron en la semana previa, con el asesinato, con la cuestión económica, con el dólar. La performance de Kicillof entra en la verdadera lucha contra el poder real. La actuación de Leandro Santoro también es inolvidable dentro del marco fatal que significa una Ciudad totalmente volcada a la derecha. Es desilusionante para la condición humana que estos medios impongan a un Alfredo Cornejo en Mendoza. A un Luis Juez, en Córdoba. Tiene tanta fuerza la grosería, el descrédito a la política, la violencia, el insulto: todo eso nos habla de un retroceso tal que ni siquiera es objeto de análisis. No hay un escándalo alrededor de la brutalidad que significa toda esa violencia de la que fueron objeto esos candidatos, y también los Milei, los Espert… Todo pasa, todo les resulta tolerable, de qué política hablamos. La derrota es haber perdido los valores a tal extremo, y que, el gobierno, según el discurso postelectoral no piensa hacer nada contra el poder verdadero. Y si es así, nos está entregando a todos.
Porque lo que hay que entender es que un dato horrendo de la realidad es el tipo de periodismo que se hace hoy día en la Argentina. Único caso en el mundo. Mal periodismo, periodismo amarillo, lo hay en todas partes. Pero no es un periodismo concentrado, malicioso, interesado, ladrón, corrupto como de acá representado por el grupo Clarín y el de La Nación. Ese discurso del presidente, este domingo, no contempla que la posibilidad de que haya algunos cambios en ese aspectos. Parece demasiado ingenuo que ponga una carrada de dinero en Clarín, de pauta publicitaria. Es una forma muy débil de proceder y no parece que eso se vaya a corregir.
Al principio, pensaba que los de Clarín, tan corruptos, podrían ser algo gentiles con quienes le dan tanto dinero. Lamentable como concepto, pero podría ser. No. No es así. Le han pegado de todas maneras. Lo que pasó esta semana es atroz.
Si la izquierda gobernante no le da pelea a los medios concentrados, no tiene futuro
He leído un libro todavía inédito de la escritora Blanca Lema, llamado Incompletitud. Hay una imagen inicial que me pareció extraordinaria y bellísima: va el camión de la basura y hay gente, 20 al principio, 50 al siguiente día y al otro, 100. Van caminando detrás del camión tratando de recuperar algo que tiraron y se han arrepentido de haberlo hecho. Una marcha silenciosa que me hizo trasladar a la idea del periodismo. Imagino a una buena parte del periodismo de la Argentina caminando detrás del camión de la basura, buscando los manuales de periodismo, que han arrojado al vacío, a los tachos de la basura.
Mire que nos han pasado cosas en estos días. Mire que hablar de 75 millones de dólares que estaban en el sur, allá perdidos, y que después de haberlo puesto en tapa y en los 300 canales de televisión, no hayan dicho nada porque era una mentira con la que querían trabajar un tiempito. O después de haber usado hasta el cansancio el crimen tan doloroso y espantoso del quiosquero Roberto Sabo, para golpear en la sensibilidad de la gente, para asegurar el resultado de la elección. Que el gobierno de la provincia de Buenos Aires debió luchar por salir a flote después de la pandemia, es un dato política de real magnitud, porque debió confrontar hora por hora con cada momento televisivo de quienes lo cubrían y obligaban al resto a seguir en esa agenda, en una cobertura excedía ampliamente la que se le ha dado a otros episodios, Pero se estaba cerca de las elecciones.
Entonces, veía esa caravana silenciosa, me resultó muy romántico, porque todos tiramos de lo que luego nos arrepentimos. Metafóricamente se puede jugar de mil maneras con la idea, pero no pude evitar trasladarlo como imagen potente de lo que pasa con el periodismo.
Pero a ellos no les sucede. Hace minutos que un editorialista tituló: “Una bala al corazón de Cristina Fernández”. Y a pocos centímetros muestran el episodio ocurrido en el bunker de Milei, cuando un custodio hizo alarde de un arma de fuego. Son unos canallas sin remedio.
La derrota es haber perdido los valores a tal extremo, y que, el gobierno, según el discurso postelectoral no piensa hacer nada contra el poder verdadero. Y si es así, nos está entregando a todos.
Claro que todo esto es parte de lo que se le deja hacer, de lo que les permiten porque no los ponen en el lugar en que se corresponde. De vez en cuando señalan cuando aparece una mentira y sacan un tuit, cuando al menos se requiere u pronunciamiento de Estado para decir que ese periodismo daña al país, daña a la cultura, a la credibilidad de la gente y sobre todo a la democracia. Y reordenar lo que se entrega de pauta publicitaria, a quienes tienen toda la publicidad privada porque se fueron quedando con todo a través de la extorsión que fueron manejando frente a todo tipo de gobierno. ¿Para cuándo una actitud que tenga, además de la ocasional calentura de un gobernante, de un ministro, de un presidente, una declaración de cuatro líneas: “Hoy leí tal título en Clarín, y no es verdad”? No alcanza. Necesitamos otra enjundia, otra manera de enfrentar a esa inmundicia de periodismo que debemos sobrellevar.

No nos damos cuenta que nunca vamos a saber cuál es el resultado verdaderamente democrático. O alguien piensa que es casualidad que Los Andes sea Clarín en Mendoza, que La Voz del Interior sea Clarín en Córdoba. Y que se potencie con sus canales de tv, en lugares totalmente tomados por la derecha al cabo de una concientización y de un trabajo cultural que marca una inmensa victoria sobre la democracia.
¿Es aceptable que un gobierno que debió pelear contra una pandemia tremenda y que ha hecho un esfuerzo significativo por mantener en pie al país, algo que nadie le puede quitar, tenga tanta desventaja en los títulos, en las coberturas periodísticas, en las sesgadas y maliciosas opiniones?
A Alberto Fernández o a Wado de Pedro los recuerdo molestos con alguna cosa que salía en Clarín. No lo piensen a título personal ni a título de gobierno: piénsenlo a título de la democracia.