En su edición del sábado 28 de enero, el diario Página 12 informa que el gobierno, en respuesta a un pedido de los organismos de Derechos Humanos, promoverá la repatriación del avión de la Marina con el que se realizaban los vuelos de la muerte, y que entre otros cuerpos arrojó al río o al mar los de las tres Madres de Plaza de Mayo iniciadoras del movimiento.
La medida alienta debates alrededor de la memoria que la Asociación Madres de Plaza de Mayo, que lideró Hebe de Bonafini hasta el día de su muerte, planteó a contracorriente de los discursos y las prácticas con mayor circulación.
Me la imagino a Hebe preguntándose: “¿Queremos que las próximas generaciones sepan que la dictadura tiraba personas vivas al río, o queremos que sepan la justiciera lucha que esas personas llevaban adelante para que la continúen?”
Porque, claro, no es lo mismo.
Ambos desafíos se parecen, son primos hermanos, pero no son lo mismo.
Me dirán: que sepan las dos cosas. Que un objetivo está en el otro. Que no se contradicen.
Está bien, pero, ¿dónde ponemos el foco? ¿Cuál es el objetivo principal y cuál el secundario? ¿Qué demanda ubicamos como prioritaria, detrás de la cual se alinean las demás?
¿No exige estrategias diferentes uno y otro objetivos? ¿No colisionan a veces, incluso muchas veces? ¿No deben esos objetivos tomar en cuenta la compleja relación Estado-sociedad civil, es decir, gobierno-organizaciones?
¿No puede, acaso, haber gobiernos que desde el Estado promuevan políticas tendientes a contar que la dictadura tiraba personas vivas al río, pero no instaran a la sanción penal de esas conductas y, en simultáneo, condenaran, ningunearan y tergiversaran la lucha revolucionaria que llevaron adelante esas personas?
Puede. De hecho, los hubo.
Alfonsín y sus dos demonios (pero el Juicio a los Comandantes); Menem y sus indultos (pero el pago de indemnizaciones económicas); Macri y el 2X1 (pero su visita con Macron y Obama al Parque de la Memoria).
Para salir por arriba de estos laberintos, las Madres de Plaza de Mayo se definieron por un objetivo superador: reivindicar y continuar a su modo la lucha revolucionaria de sus hijos. Socializar la maternidad. Salir de la memoria individual de la muerte para honrar la memoria colectiva y fértil de la lucha.
En ese camino no participaron siquiera de los juicios reabiertos tras la anulación de las leyes durante los gobiernos de Néstor y Cristina, tarea que dejaron “a los abogados”, como tantas veces dijo Hebe citando la enseñanza de Azucena Villaflor, que ordenó no detener la publicación de la solicitada del 10 de diciembre de 1977 ni siquiera para buscar a las 2 Madres secuestradas dos días antes, en la iglesia de la Santa Cruz: “Para eso están los abogados, Hebe”.
En ese camino, tantos años después, incluso después de Hebe, continúan las Madres, las compañeras de Azucena, Mary y Esther.
Ojalá sigan por mucho tiempo más. Pero cuándo ellas ya no estén, esa lucha habrá que continuarla.
Y para eso se necesitará no sólo memoria del horror, sino, esencialmente, claridad sobre la rebeldía. Ideología revolucionaria. Generosidad para socializar la vida y no particularizar el dolor.
Llenar el yo de gente. Como hizo Hebe al frente de ese extraordinario colectivo que presidió hasta hace tan pocas semanas.