Hay un apólogo freudiano que merece ser tenido en cuenta.
Un señor concede limosna a un pobre y luego se irrita cuando lo encuentra comiendo un plato de salmón.
Al señor le ofende que el pobre no se atenga rigurosamente a su estado de necesidad, no soporta que el deseo exista en el hombre pobre.
Los niños que se pusieron la camiseta de Messi para arriesgar su vida cruzando el Estrecho, aquellos que vi con esa camiseta en medio de las bombas, aunque fuese la única que tenían, ¿no tenían derecho a amar lo bello en el fútbol? ¿Tiene sentido llorar por una música, por una película, sufrír por el amor o la soledad, en medio de la afrenta que implica la máquina de matar con hambre a millones de seres humanos?
Si es así que nadie recuerde un instante donde sintió alegría.
Tal vez los progres escandalizados deberían saber que amar a un ídolo no refiere a su situación concreta personal. Es un homenaje a un instante de gloria colectiva que se quiere preservar de la feroz apisonadora del olvido.
* Tomado del muro de Facebook del autor.