Adelanto del libro “¿Qué ha pasado en Cuba?, Jóvenes en la Isla opinan a partir de los sucesos del 11 y 12 de julio de 2021”, publicado por Ocean Sur.
Los disturbios y las protestas que tuvieron lugar en Cuba los días 11 y 12 de julio de 2021 han sido ampliamente difundidos y manipulados por los grandes medios de comunicación. Muchas personas han aprovechado los incidentes para expresar en las redes sociales de internet su odio y desaprobación hacia la Revolución Cubana con líneas de mensajes que han ido desde denunciar la «represión» de una «dictadura» que está «masacrando al pueblo» hasta solicitar una intervención militar liderada por Estados Unidos. Detrás de toda esta estrategia comunicativa, empiezan a aparecer las pruebas de cómo se ha orquestado contra la nación caribeña una operación de guerra de cuarta generación, anteriormente ensayada en países como Venezuela y Nicaragua.
A propósito de los incidentes ocurridos, este libro recoge análisis, opiniones y valoraciones diversas de jóvenes cubanos que viven en la Isla. Los autores no solo se refieren a los hechos, causas o consecuencias, sino que comparten su más sincera reflexión acerca del presente que se vive hoy en Cuba y de su futuro inmediato.

En las redes (anti)sociales, sin intermitencias ni desganos, se han publicado cientos de historias sobre lo sucedido el pasado 11 de julio en Cuba. Historias de todo tipo, contadas desde bandos contrarios, según sea el cristal con que se mire la realidad de un país que parecía no recordar, por lejana, la intensidad con que pueden estremecerse las calles.
Cual tsunami de conspiraciones, una parte no despreciable de las narraciones se ha «teñido» con fakes, bulos, verdades a medias y añadidos lamentables, que pretenden agregarle «pre- sión a la caldera» desde afuera, a ver si Estados Unidos «ofrece» una intervención humanitaria definitiva, con toda la carga de misiles, bombas, desembarcos, que ello conlleva… Al parecer, eso es lo que exigen quienes se han disfrazado de «buena voluntad» frente a la Casa Blanca, para imponer nuevas medidas contra Cuba —como si el bloqueo no fuera suficiente—; «si tuviera que correr la sangre, pues que corra…». Más o menos eso dicen sus carteles belicistas, levantados hacia las ventanas de Biden.
Las causas de las manifestaciones del 11 de julio, generadoras de una violencia inusual en la Mayor de las Antillas, son tan disímiles como las motivaciones de cuantos participaron en ellas. Como yo lo veo, ni todo el que se manifestó era mercenario, ni se oponía a la Revolución, ni estaba confundido… Lo que sucedió fue el resultado de «muchos poquitos»: el desabastecimiento de alimentos y medicinas, el estrés enorme impuesto por la COVID-19 en medio de un ascenso exponencial de los contagios, las roturas en centrales térmicas expresadas en sofocantes apagones, la consecuente falta de agua… Todo esto tiene el plus que significa la asfixia económica de nuestro pueblo por un bloqueo que nos corta los nexos con el mundo, y todo nos sale más caro, incluso cuando algunos amigos, valientes, se atreven a evadir el cerco para vendernos lo que nos hace falta.
El origen de las manifestaciones del 11 y 12 de junio no tuvo nada de espontáneo.
Si a eso usted le suma la operación subversiva —totalmente declarada— contra la Revolución Cubana, se entiende que en algún momento puede darse un disturbio social, sobre todo si falta o se demora la información oportuna, la medida precisa, la explicación transparente y revolucionaria que demandan las complejas circunstancias que vivimos.
Ese es el antídoto inicial —no el único— contra la mentira, la provocación y el oportunismo, que son esencialmente manipuladores, tendenciosos y anticubanos… De esa malsana intención por propiciar un cambio de sistema social en Cuba ya había pruebas evidentes, y por estos días nos obsequió nuevas evi- dencias El Estornudo, uno de esos medios patrocinados desde el exterior, que tuvo a bien publicar cómo se gestaron los distur- bios en San Antonio de los Baños y quiénes estuvieron detrás de las primeras protestas, lo que habla de la génesis de un suceso que fue tan espontáneo como la explosión de El Maine o de La Coubre, salvando las distancias.
En tres palabras: de espontáneo nada. Desde hace tiempo hizo suya la arenga un grupo de Facebook nombrado La villa del humor (refiriéndose a San Antonio de los Baños), administrado por Danilo Roque y Lázaro González (los suyos son perfiles falsos, por supuesto), junto a Alexander Pérez Rodríguez, que sí le puso rostro, desde afuera. Ellos se han dedicado a instigar a la población para que salga a la calle y proteste por las más disímiles causas, que van desde la plaga del caracol africano hasta los baches de la comunidad.
Desde perfiles falsos en las redes sociales, se ha instigado a la población para que salga a la calle y proteste por las más disímiles causas.
Los administradores de este grupo han expresado a los cua- tro vientos que son seguidores de aquellos Clandestinos que ultrajaron los bustos de Martí hace un par de años. También han apoyado las ideas de la organización opositora Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), comandada por José Daniel Ferrer, aquel que se golpeaba la cabeza en la mesa cuando la policía lo detuvo, y culpaba a un oficial de apellido Quiñones de hacerlo, cuando todo el mundo vio la autoagresión. Y se han hecho eco, también, de las desacreditadas huelgas de hambre del llamado Movimiento San Isidro. Esa pérfida corriente de pensamiento los llevó a alentar una nueva manifestación el último 10 de julio, con el propósito de vandalizar las tiendas, trancar las calles, tomar Radio Ariguanabo… Y afirman que, al día siguiente, el 11, ni ellos mismos asistieron en un primer momento, porque no pensaron que nadie fuera a participar.
Pero la gente fue a expresar sus reclamos. Y también fue el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, a atenderlos, a responder, a explicar por qué sí o por qué no, que es lo que corresponde en estos casos, porque en política se sabe que el pueblo tiene la última palabra.
Lo que intento decir es que la espontaneidad no fue el rasgo inicial de las protestas de los días 11 y 12. Los golpes blandos no son espontáneos ni se diseñan con ingenuidad, a ver qué pasa. Toman tus emociones y pretenden jugar con ellas, usando pedazos de tu realidad; eso hace que a menudo las motivaciones reales para adoptar una posición u otra no estén muy claras, sobre todo si no tienes un ojo entrenado contra la manipulación.
Los golpes blandos no son espontáneos ni se diseñan con ingenuidad.
Que los disturbios fueron preparados? Sí, ya se demostró. ¿Que cuentan con el respaldo del gobierno de Estados Unidos? También se sabe. ¿Que hay una estrategia bien diseñada, montada en las redes sociales, para quebrar a la Revolución Cubana? Es la más pura verdad. Como también es verdad que las lecciones de lo sucedido en esas jornadas merecen un análisis particular de los acontecimientos.
Un análisis de los cambios perentorios que precisa la aten- ción a la ciudadanía; de las quejas y preocupaciones que no son culpa del bloqueo y sí de nuestras propias trabas, insuficiencias, burocracias; de la inefectividad del control político y adminis- trativo sobre tantos procesos en tantos lugares; de las respuestas que demanda un pueblo que no comulga con la marginalidad, ni con el atraso, ni con los formalismos, ni con la desidia.
La credibilidad de la Revolución ha sido construida sobre la base de la participación del pueblo como eje de la transformación social. Pero esa credibilidad no puede entenderse como un suceso logrado o una conquista definitiva. Hay que comprender que todos los días está en juego esta proeza social que millones defendemos, pero que debe enfrentar, en medio de la carencia de recursos, los fantasmas tenebrosos de la decepción y la desesperanza, reales o inducidas. Y no hay derecho a cansarse, ni a admitir menos entrega y menos resultados, porque no solo vale con las buenas intenciones: hay que demostrarlo.
Con la Revolución pasa como en el amor, que se construye todos los días, poco a poco, en medio de alegrías y tristezas; necesita pruebas contundentes, se apoya en el diálogo cons- tante, no está de acuerdo en todo, y acepta las críticas porque no significa que dejemos de amarnos. Si queremos que la felicidad sea completa, a la Revolución hay que ponerle corazón y, sobre todo, latir con ella.
*Para descargar el libro completo: https://oceansur.com/catalogo/titulos/que-ha-pasado-en-cuba