Maia le puso un rostro a las políticas del desamparo y exclusión que se aplicaron con dureza durante la gestión de Mauricio Macri, corriendo al Estado en su función de garante de derechos para los que menos tienen y poniéndose al servicio de la especulación, la timba y la concentración de las riquezas.
En este sentido, la Ciudad de Buenos Aires con Horacio Rodriguez Larreta como Jefe Porteño y discípulo de Mauricio Macri, tiene según el último informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) 7251 personas en situación de calle, de las que 5421 viven en la intemperie y 870 son niñes.
Hoy Maia apareció. Pero muchas aún siguen secuestradas por la pobreza, otras están en cautiverio a la espera de políticas públicas que las rescaten y las que quedan ya no las vemos porque nadie exige por ellas.
La Ciudad de Buenos Aires tiene 7251 personas en situación de calle, de las que 5421 viven en la intemperie y 870 son niñes.
Parecería que recién algunos entendieron que hay pobreza en nuestros país, que hay niños y niños viviendo en la calle, que las condiciones y oportunidades no son iguales para todes y que los sueños solo son esperanzas de pocos. Lo que aún les falta entender, a todos esos medios que hicieron el “The Maia show”, es que en la Argentina coexisten dos modelo de país, el que busca privilegios para las minorías y el que busca la ampliación de derechos para las mayorías, el primero se llama neoliberalismo, el segundo es el peronismo.
Muchos de los que montaron esta espectacularidad mediática pidiendo encontrarla de forma urgente y echándole la culpa al gobierno nacional, son los mismos que repiten el marco conceptual que las mujeres de bajos recursos se embarazan para cobrar un plan o adhirieron a la frase de Pichetto de quitarles la AUH a familias que tengan más de 2 hijos. De nada sirve los datos aportados por el propio ministro Arroyo que dan cuenta que en los once años de existencia de esta excelente política universal de inclusión no aumentó la tasa de natalidad en las madres que lo reciben. Sólo siguen los prejuicios, que en parte son de clase, pero también responden a una matriz ideológica de aquellos y aquellas a los que la dignidad humana poco les importa. Los casos como Maia sirven para que la ciudadanía comprenda cómo ayudan estas políticas de transferencia de ingresos.
Muchos de los que montaron esta espectacularidad mediática pidiendo encontrarla y echándole la culpa al gobierno nacional, son los mismos que repiten que las mujeres de bajos recursos se embarazan para cobrar un plan.
Pero como también venimos diciendo desde hace bastante tiempo en el Grupo Artigas, el dinero es fundamental, ya que dotar de ingresos a las familias en situación de vulnerabilidad es una necesidad, pero hay que ser capaces de darnos cuenta que debemos superar la lógica del mercado tras las imágenes que vimos de la casa en que vive Maia.
Hay que profundizar y traspasar esa lógica para solucionar las cuestiones de pobreza estructural pendientes desde hace muchas décadas, y que más allá de los intentos realizados entre 2003 y el 2015 para revertir cierta inercia en esta materia, que logró poner cierto freno al círculo de reproducción de la pobreza, pero no de manera sustentable en una parte importante de esos sectores marginales, tarea pendiente que no debemos dejar pasar, porque además implicará un esfuerzo de mediano y largo plazo, un compromiso en la construcción de una sociedad más justa.
Más aún, que la feliz aparición de esta niña no nos tape el bosque y sirva para darle vida a todas esas demás historias que habitan en la ciudad más rica del país en las que hay 300.000 viviendas precarias y muchas Maias sin techo y muchas más sin un hogar para vivir. Situación que se repite en muchas áreas urbanas y rurales de nuestra extensa geografía.
No perdamos el norte y sigamos buscando incorporar a la agenda la necesaria inclusión de niños, niñas y adolescentes para sacarlos de las calles, de las esquinas y que no haya más Maias presas de la pobreza.
*Antonio Colicigno es Magíster en Políticas Sociales.
** Mauro Brissio es Magíster en Comunicación.