Para celebrar los 44 años del comienzo de su lucha, las Madres de Plaza de Mayo convocaron a colgar en balcones, ventanas y puertas una bandera o pañuelo de las Madres junto a una bandera argentina, al tiempo que designaron el 30 de abril como “Día del amor maternal”. Los hechos desconocidos de la historia de las Madres.
El próximo viernes 30 de abril, las Madres de Plaza de Mayo cumplirán 44 años de lucha colectiva, llevada adelante en forma ininterrumpida, en la calle, con el cuerpo, a la intemperie de la dictadura y de los primeros 20 años de democracia que sobrevinieron después.
Esa periodización (primeros 20 años de post dictadura) marca los cambios que se produjeron a partir del 25 de mayo de 2003, con la asunción de Néstor Kirchner en la presidencia. A partir de ese recambio en la primera magistratura nacional, el escenario anterior se modificó profundamente y también la relación entre las Madres y el gobierno de turno: de la hostilidad y la confrontación totales pasaron a la comprensión y el apoyo mutuos.
Las Madres se definen a sí mismas como una organización política (y no como un organismo de Derechos Humanos), identificada claramente con el kirchnerismo, como comenzó a reconocer en forma explícita Hebe de Bonafini a partir del año 2010: “Me acusaron de que las Madres somos kirchneristas, que Cristina nos manda [a hacer el juicio ético y popular a los periodistas cómplices de la dictadura]. Ojalá. Si Cristina me manda a hacer algo lo voy a hacer y con muchísimo gusto. Por ahora las Madres lo hacemos solas, no precisamos que nos mande nadie. Pero si ella nos mandara a hacer algo, con mucho gusto lo haríamos. No es una ofensa. Nos dijeron ‘Madres de terroristas’, ‘Madres de subversivos’, y estamos orgullosas de ser Madres de revolucionarios. Ahora nos dicen kirchneristas, y estamos orgullosas también”, señaló la presidenta de las Madres en la marcha del jueves 22 de abril de 2010.
Ese recorrido de las luchadoras del pañuelo blanco deja muchas enseñanzas para el acervo de luchas populares argentinas, que es preciso rescatar. No lo hará seguramente la historiografía oficial, ni las lecturas de trazo grueso sobre ellas. Después de tantos años de recorrido liberador, a las Madres de Plaza de Mayo se les concede arrojo, valentía, generosidad, pero pocas veces se les reconoce racionalidad, lucidez y aportes subjetivos notables a la lucha de los pueblos.
En el presente artículo destacamos algunos pasajes de esa riquísima historia, que muestran en su envés el modo-Madres de entender y practicar la política, vinculado a la experiencia vital y no por ello menos compleja: luchar como se vive, expresar lo que se piensa, abreviar hasta la insignificancia la distancia entre lo público y lo privado, entre la cocina y la Plaza, entre el lazo filial (con cada hijo o hija desaparecido) y el vínculo colectivo, sostenido no en lazos sanguíneos, sino políticos, de clase; hacerlo todo a la luz pública, sin especulaciones ni dobleces.
Primera Marcha de la Resistencia
Es el año 1981. Las Madres, contrariando a quienes juzgan excesiva e inconveniente la palabra “resistencia”, convocan públicamente “al pueblo, a las Organizaciones Obreras, Estudiantes, Profesionales, Religiosas y Políticas a concurrir a la Plaza de Mayo el jueves 10 de diciembre, donde sostendremos una marcha, símbolo de resistencia de las Madres”. Es la primera Marcha de la Resistencia, que comienza el jueves 10 de diciembre y prevé extenderse hasta las 15.30 del viernes 11.
El reclamo central de la marcha es la “aparición con vida” de los detenidos-desaparecidos, una consigna muy cuestionada por los demás organismos de Derechos Humanos y los dirigentes de la Multipartidaria (espacio de “diálogo político” absolutamente condicionado, que permite la dictadura), quienes negocian con el poder militar la publicación de listas de muertos y algún grado de “verdad”.

Al llegar la noche del jueves 10, la presencia de uniformes azules parece multiplicarse. Las Madres resisten a pesar de que las fuerzas represivas les cortan la luz de la Plaza, pretendiendo acobardarlas. Pero si la prepotencia policial no puede con ellas, menos podrá la persistente lluvia de la madrugada.
Durante toda la noche permanecen en la Plaza entre 70 y 80 Madres. Apenas turnándose para descansar de a ratos, se juramentan no abandonar ni por un instante la marcha circular. Con los pies ampollados, algunas ya descalzas, acuerdan cumplir las 24 horas. La soledad y las amenazas son mitigadas con las numerosas adhesiones de solidaridad recibidas desde el extranjero: el grupo de mujeres holandesas solidario con las Madres (SAAM); la primera dama de Francia, Danielle Mitterrand; la filósofa y escritora Simone de Beauvoir y la actriz Catherine Deneuve, quienes promueven una demostración en la embajada Argentina en París al cumplirse, también, el aniversario del secuestro de las dos religiosas francesas.
El periodista francés Jacques Depres les dice entonces: “Si ustedes permanecen toda la noche ya nunca podrán sacarlas de la plaza”.
Al día siguiente, los titulares de los diarios no pueden ignorar la presencia de las Madres frente a la Casa de Gobierno. A pesar de la censura, los medios registran la protesta, aunque evitando puntillosamente citar la palabra “resistencia”, demostrando cuánta razón tuvieron las Madres en incluir ese término en el título de la actividad. Recién el viernes 11, tras la agónica madrugada y con los diarios nacionales impresos y ya en circulación, se suman los organismos de derechos humanos: la Liga, Familiares, y el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ).
Ayuno en la Catedral de Quilmes
Pero la jornada no termina allí. Eufóricas por el éxito de la Marcha, las Madres tienen previsto realizar un ayuno, en simultáneo a otro iniciado en la Catedral de Neuquén por el sacerdote Rubén Capitanio y que cuenta con el apoyo del obispo Monseñor Jaime de Nevares.
Las Madres tienen acordado cumplir la medida en la sede del SERPAJ, adquirida por Adolfo Pérez Esquivel con el dinero otorgado por el parlamento noruego cuando le concedió el Premio Nobel de la Paz, en octubre del año anterior. Pero el arquitecto y escritor se retrae y decide no facilitar el sitio.

El galardón a Pérez Esquivel había sido inicialmente promovido para las Madres de Plaza de Mayo, por un grupo de legisladores socialistas del Parlamento Europeo. Sin embargo, en octubre de 1980, el Comité Noruego del Nobel, un comité de 5 personas determinado por el Parlamento Noruego, lo concedió al activista luego de que Hebe de Bonafini declinara una premiación individual, para su persona, y no para la organización colectiva que ella presidía desde 1979.
“Adolfo iba a acompañar nuestro ayuno, pero quería que tuviera carácter religioso. Él quería ayuno y oración, y nosotras queríamos que fuera totalmente político”, recuerda Hebe. Y precisa: “Cuando terminamos la Marcha de la Resistencia, y fuimos a verlo para que nos permita entrar al lugar nos dijo que no”.
Ante la negativa de Pérez Esquivel, las Madres resuelven imprevistamente hacer el ayuno en la Catedral de Quilmes, a cargo del monseñor Jorge Novak, autoridad eclesiástica que había tenido manifestaciones públicas cercanas al reclamo por los desaparecidos.
Novak, sin embargo, tampoco autoriza la medida, al igual que el párroco a cargo de la catedral. Pero ambas autoridades de la Iglesia se enteran de la protesta cuando las Madres ya están dentro del templo y no pueden impedirla. Mientras una decena de Madres se dispone a ingresar a la catedral, otras actúan de apoyo convocando a los medios, aunque sin explicarles para qué.
Una de ellas, Juana de Pargament, se adelanta y avisa a la prensa el motivo de la convocatoria antes de que las Madres irrumpan por sorpresa en la catedral.
El apresuramiento de Juanita provoca que las Madres tengan que correr para evitar que las autoridades católicas cierren la puerta de ingreso, lo que hubiera abortado la medida.
“Estábamos en la plaza, frente a la catedral, comiendo unos palitos helados de agua, y cuando la vemos venir a Juanita nos desesperamos –cuenta Hebe 40 años después-. ‘¿Qué hacés acá, Juanita?’. Tiramos los helados al piso y entramos corriendo”.

Tras el ingreso, las Madres disponen todo lo necesario para comenzar la jornada de ayuno, que se extiende durante doce días, sorteando infinidad de hostigamientos, como la vista nocturna de uniformados, que ingresan al templo por una puerta lateral contigua a una dependencia de la policía, y el cierre de los baños, que las Madres resuelven utilizando los floreros de la basílica. Al segundo día de ayuno, y por mediación del fraile capuchino Antonio Puigjané, que acompaña la medida, los baños son reabiertos.
“Llegó el sábado y venían los casamientos –recuerda Hebe-. Ahí aprendimos los negocios que hacen los curas. En el primer casamiento, el de los novios más pobres, que no te cobran nada, la Iglesia no pone ni siquiera alfombra roja; y de ahí va subiendo el precio hasta el más caro, con alfombra roja hasta la calle, raso, arreglos florales, órgano y coro”.
Es que mientras las Madres cumplen su medida dentro de la Catedral, el cura a cargo del templo continúa con sus actividades normales: bautismos y casamientos. Las Madres, en respetuoso silencio durante las ceremonias, no las interrumpen, pero mantienen firme su presencia.
La medida genera mucha solidaridad y adhesión. Las Madres son visitadas por representantes de los partidos políticos, pero fundamentalmente reciben el apoyo del pueblo, que les provee de elementos de higiene personal y líquido para infusiones calientes, que es lo único que ingieren. Durante los 12 días que dura la protesta, emiten comunicados de prensa y cursan telegramas al Papa Juan Pablo II y a la Junta Militar, reclamando la “aparición con vida” de los detenidos-desaparecidos.
El 22 de diciembre, finalmente, las Madres abandonan la catedral y marchan nuevamente, esta vez por las calles del centro de Quilmes, acompañadas por muchísimas personas. “Hubiéramos querido pasar la navidad en el ayuno, con los hijos que nos faltaban, pero las familias de las Madres insistieron para que saliéramos y pasáramos las fiestas en casa”, reflexiona Hebe.

Lo personal es político
Años después, el 31 de diciembre de 1999, las Madres sí celebrarán junto a sus hijos e hijas desaparecidos las fiestas de fin de año, que coinciden con el comienzo del nuevo milenio. Tras darlo a conocer en septiembre, las Madres concretan el anuncio y realizan su 19ª Marcha de la Resistencia desde las 6 de la tarde del 30 de diciembre y hasta las 0 horas del 1º de enero del año 2000, cuando Hebe comienza un histórico discurso.
Dos años después, el 31 de diciembre de 2002, Hebe tampoco pasa las fiestas de fin de año en su casa porque debe abordar un avión para presenciar la asunción del nuevo presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en representación de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Hebe asiste aunque no le guste “viajar sola a lugares donde todo es ceremonial, entre ministros, diplomáticos y presidentes; espero encontrar algunos compañeros, no me gustan los actos oficiales, espero sentirme bien”, según escribe en un cuadernillo espiralado, de hojas blancas sin renglones, donde registra sus notas de viaje.
“Llevo un reloj pulsera regalo de Ale, y un collar regalado por Toto, mi esposo, cuando cumplimos 5 años de casados, así que tiene 49 años –agrega-. Esto que escribo no es frivolidad –aclara Hebe-, sino mostrar cómo viajo acompañada por el afecto de todos”.
Algunas líneas más abajo, Hebe anota: “Me encontré con Pino Solanas, muy afectuoso; también estaba (Aníbal) Ibarra, a quien no saludé. Ruckauf me miró con odio y yo a él. Estela dijo que se debía saludar a todos”.
Ibarra, por entonces Jefe de gobierno porteño, había intentado unos días antes impedir la instalación del escenario sobre el cual las Madres hicieron el acto de cierre de la 22ª Marcha de la Resistencia, realizada entre el 11 y el 12 de diciembre de 2002.

Carlos Ruckauf, en tanto, es por entonces el canciller argentino, función a la que arriba de la mano del senador a cargo de la presidencia Eduardo Duhalde y luego de abandonar la gobernación bonaerense, una vez producida la caída de Fernando de la Rúa.
El dirigente peronista era el responsable político inmediato de las torturas que la hija de Hebe, María Alejandra, había sufrido en su casa, el 25 de mayo de 2001, cuando Ruckauf era gobernador de la provincia de Buenos Aires, y mientras Hebe se encontraba en gira de trabajo por, casualmente, Brasil, el mismo país donde ahora ambos se miran con odio.
“Cuando terminó la jura me encontré con Chávez y luego con Fidel, que muy cariñosamente me llevó abrazada un largo trecho del recorrido mientras me preguntaba por nuestro país y por quién creía yo que ganaría las elecciones”, comicios que, tras el ballotage que no fue, convirtieron presidente a Néstor Kirchner, en abril del año 2003, apenas cuatro meses después de la asunción de Lula.