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“La Serpiente”: jamás llegaron a Sanghri-La

Por Flavio Rapisardi

Hechos y ficción. Hatchand Bhaonani Gurumukh Charles Sobhraj nació en Saigón, Vietnam, en 1940. Madre vietnamita, padre francés, efecto del colonialismo francés, hijo y madre viajan a París. En las tierras imperialistas, se dedicó al delito, por lo que fue encarcelado en la prisión de Poissy en 1963. Luego de su liberación, en el año 70, vuela a Bombay, India, con su esposa francesa e hija. En la capital hindi, realiza un millonario robo y es nuevametne encarcelado. Su esposa e hijas vuelven a París, pero Charles Sobhraj, como se lo conoce, se queda en Asia y recorre Afganistán y Pakistán, hasta llegar a Tailandia, donde comienza su carrera de asesino serial de jóvenes hippies que en aquellos años hicieron de Katmandú, el budismo y el hachís un horizonte de libertades. Y en esa aventura no estuvo solo, su cómplice fue una oriunda de Quebec, Marie-Leclerc, con quien drogaban y/o envenenaban turistas de la ruta pelilarga para robarles pasaportes y dinero con el que vivían en fiesta permanente, en un país más preocupado por el comunismo, que en aquella época avanzaba en el continente asiático, que por una pareja a lo Bonnie and Clyde que, por lo que se sabe, asesinaron a más de 30 viajeros desprevenidos.

Charles Sobhraj recorre Afganistán y Pakistán, hasta llegar a Tailandia, donde comienza su carrera de asesino serial de jóvenes hippies.

El asesinato de una pareja holandesa de mochileros puso en alerta a un empleado de segunda línea de la Embajada de los Países Bajos, que se cargó la investigación del delito frente a la inacción policial y de otras embajadas que contaban con muertos en la macabra lista de “La Serpiente”, como se lo conoció a Sobharj, y Leclerc.

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Si bien la serie de Netflix bautizada con el pseudónimo del serial killer pretende, por momentos, reducir el raid sangriento a una niñez con poco amor maternopaternal de Charles y una debilidad por la fama de una canadiense de poca autoestima, lo cierto es que en las huellas de un solo asesinato se pueden reconstruir los entramados sociales de una subjetividad siempre aposentada en condiciones culturales, sociales, económicas y políticas que la habilitan.

En un país más preocupado por la represión a sus fuerzas populares en lucha contra los restos de un brutal sistema de opresión imperial y que reaparecieron como bandera por la liberación de Vietnam, que por la seguridad de sus ciudadanos/as, no resulta extraño que los llamados de atención sobre Charles “La Serpiente” no fueran escuchados ni por embajadores.

En las huellas de un solo asesinato se pueden reconstruir los entramados sociales de una subjetividad siempre aposentada en condiciones culturales, sociales, económicas y políticas que la habilitan.

Fuera de esta  reducción psi, la serie recorre todos los casos de asesinato conocidos por distintas investigaciones que llevaron a la cárcel a Sobhraj, que hoy, con sus 80 años, sigue cumpliendo su pena en un presidio en Nepal.

Una serie para no perderse ninguno de sus ocho capítulos, donde otros personajes y avatares de la historia la convierten en una radiografía del sistema diplomático, policial y de la política “pos” colonial en un país que aún tiene rastros del aroma de la bota francesa.

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Tags: colonialismoLa SerpienteNetflixReseñaSeries
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