Siempre es un buen momento para parar la pelota y detenerse a observar el escenario económico actual. En primer lugar, echar un vistazo hacia atrás para ver de dónde venimos, y, a la luz de los últimos datos de actividad e industria, poder vislumbrar hacia dónde vamos. Es evidente que la pandemia a escala mundial modificó cualquier proyección o expectativa que pudiera tenerse sobre el despeño económico de Argentina y de cualquier rincón del mundo. Ya pasados varios meses de esta “normalidad”, muchas actividades se han retomado y se han adaptado protocolos para un funcionamiento que permita que la rueda vuelva a girar. Con esto se torna posible una primera evaluación de los principales indicadores para imaginar el camino que está por venir.
Tras la parálisis casi total de la actividad, periodo en que solo se continuó la producción de los bienes y servicios más esenciales, uno de los principales desafíos ha sido que la inevitable profundización de la recesión económica, sea lo menos desigualadora posible. Es decir, mitigar los efectos regresivos de la continuidad de la ya extensa recesión que sufre la economía nacional. Para cumplir ese rol se ha implementado el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP).
La construcción será uno de los caballitos de batalla para lograr, por sus encadenamientos, capacidad de empleo y así retomar los niveles de actividad.
El primero ha sido fundamental para sostener el ingreso de muchas familias que, por encontrarse en la informalidad vieron disminuidas sus formas de trabajo y fuentes de ingreso. Un informe interministerial[1] indica que el primer pago del IFE logró cubrir al 89% del primer decil (el 10% con menores ingresos). El mismo informe estima que este permitió evitar un aumento de entre los 5 y 6 puntos porcentuales del nivel de pobreza, del mismo modo que logró contener entre 4 y 7 puntos porcentuales el aumento de la indigencia. De esta forma también se contribuyó a sostener la demanda de los bienes más esenciales, como alimentos y bebidas. A su vez, los sucesivos ATP, en combinación con normativa de prohibición de despidos, generó una rigidez suficiente en el mundo del trabajo formal con relativo éxito. La variación del empleo privado formal ha disminuido 2,5% entre mayo y febrero, dato que toma valor en relación a lo observado en otros países como Brasil (-7,5%), Chile (-12,2%), Estados Unidos (-13,8%) o Canadá (-19,2%).
Esto último puede ser muy útil para una pronta recuperación: como existe capacidad ociosa y también empleos ociosos, puede ayudar a pensar que la recuperación desde el piso del mes de abril puede ser rápida, como muestran los primeros números. Sin embargo, este desacople entre la caída de actividad y de empleo hace pensar que los puestos de trabajo no crecerán al mismo ritmo que la actividad. Por este motivo, parece esperable que desde el poder ejecutivo se motoricen actividades que sean intensivas en trabajo y, además, tengan bajo o nulo impacto negativo en la cuenta corriente, dado el contexto del comercio internacional y la historia de crisis de balanza de pagos en Argentina. Dicho motivo hace pensar que la construcción será uno de los caballitos de batalla para lograr, por sus encadenamientos, capacidad de empleo y así retomar los niveles de actividad.
La combinación de un superávit comercial, con los primeros signos de recuperación no dejan de ser un signo esperanzador. Hacia adelante, el principal desafío estará en la generación de empleo.
El plan federal Argentina Hace, con pequeñas obras en todo el país; los hospitales modulares de emergencia y las obras en la infraestructura de salud; el programa Nacional de Infraestructura Universitaria (con 63 proyectos para universidades nacionales); el PROCREAR recientemente relanzado (con la intención de construir 14 mil nuevas viviendas además de los múltiples créditos baratos para refacciones y ampliaciones para el hogar); las obras de agua potable y cloacas de AYSA; son algunos de los programas ya anunciados que comenzaron a expandirse en mayo y se suman a las obras de hospitales que se realizaron intensivamente en los últimos meses.
Con esto, los números verdes en los indicadores de construcción no se hicieron esperar. Si bien la demanda de materiales de la construcción fue en parte incentivada por el bajo precio en moneda dura, que ayuda a motorizar la demanda de bienes durables como autos o “ladrillos”, los impactos de estos planes comenzaron a sentirse. El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró dos meses consecutivos de crecimiento, situándose en junio a solo 6,6% del nivel de febrero. Mientras tanto, el índice elaborado por grupos privados (Índice Construya), tras el crecimiento de 27% del mes de julio, ya se encuentra en su mayor nivel de 2017.
La actividad industrial, medida por el Indicador de Producción Industrial (IPI), también mostró un crecimiento significativo los meses de mayo y junio y, si bien se encuentra a un 13% de los niveles pre pandemia (febrero), es una distancia menor a la caída ocurrida durante los últimos dos años del gobierno de Macri. Medida por el mismo indicador, la actividad industrial cayó un 14% entre noviembre de 2017 y diciembre de 2019, sin ninguna pandemia mundial en el medio.

El Estimador Mensual de Actividad Económica también mostró un fuerte rebote en forma de “V”, tras los datos de mayo y junio. En su serie desestacionalizada este indicador mostraba en abril una caída de 26,1% desde febrero. Dos meses más tarde esta ya fue recortada a 12,9%. De este indicador, que mide la actividad económica en su conjunto, vale la pena destacar la variación por sector ya que el impacto de la pandemia ha sido sumamente heterogéneo, siendo algunos sectores más afectados que otros. El desempeño de los últimos meses parece mostrar el crecimiento más bien generalizado. De los 15 grandes sectores en los que se divide el EMAE, solo pesca vio empeorada su variación interanual de junio respecto de la de mayo.

Con todo, lejos estamos de un escenario ideal. Sin embargo, la combinación de un superávit comercial, con los primeros signos de recuperación no dejan de ser un signo esperanzador. Hacia adelante, el principal desafío estará en la generación de empleo. En primer lugar, por la necesidad de las personas desocupadas de tener una actividad y un ingreso. Pero, además, será necesario para incrementar la demanda agregada y que tenga lugar el círculo virtuoso entre consumo e inversión para el cual, hoy por hoy, no hay restricción en el corto plazo.
*Economistas UBA y UNdAv.