Desde pequeña me gustan las historias de desobediencias. Aquellas que ubican a su protagonista en una cornisa que sortea con gran habilidad e ingenio. Por eso esta historia que hoy escribo me conmueve hasta los huesos. Con ella descubrí que ser monja feminista no es un oxímoron. No para Ivone Gebara que hace ya mucho tiempo comenzó este camino desafiante de articular lo que parece incluso una dicotomía. Si la tuviese que dibujar, trazaría la figura de un gran puente en esta América Latina en lucha. Con su hablar pausado y sus 76 años ocupa lugares incómodos: en el feminismo siendo monja, y en la iglesia siendo feminista.
Profundamente crítica formó parte del movimiento de Teología de la Liberación de los 60, allí donde el Concilio Vaticano II auguraba una nueva-vieja iglesia con los pies en la tierra y el corazón en lo humano. Sin embargo, no le tembló la pluma para señalar la ceguera de género de la liberación prometida y se distinguió de aquellos grandes sacerdotes que veían un dios negro, un dios pobre, un dios indio, pero no un dios mujer, y mucho menos un dios trans.

Muchos dicen que los asuntos de género se caracterizaron por ser tomados como cuestiones secundarias, “del primer mundo” se ha dicho, “un problema de los ricos”. Probablemente el miedo de abrir los movimientos a la trifulca extrajera no permitió ver que desde el corazón latinoamericano emanaba una lucha justa, que como un mar incontenible cubrió las vastas tierras del Nuestramérica. Y así las cosas, una monja paulistana, que en 1967 había ingresado a la Congregación Hermanas de Nuestra Señora, fue dejando girones del feminismo religioso en sus libros y conferencias. Un rompecabezas para armar con tiempo, pero digno de ser amado.
En 1994 fue castigada por el Vaticano luego de sus dichos publicados en la revista brasileña VEJA[i]. Ivone frente a las preguntas de Naike Nanne y Mónica Bergamo respondió: “el aborto no es pecado. El evangelio no trata esto. El Evangelio es un conjunto de historias que generan misericordia y ayuda en la construcción del ser humano. La dogmática en relación al aborto ha sido elaborada a lo largo de los siglos. ¿Quién escribió que no se puede controlar el nacimiento de los hijos? Fueron los sacerdotes, hombres célibes encerrados en su mundo en el que viven confortablemente con sus manías. No tienen mujer ni suegra y no se preocupan de algún hijo enfermo; algunos hasta son ricos y tienen propiedades. Así es fácil condenar el aborto”. Así muy extenso pero preciso, como el feminismo de nuestra hora demanda para correr los umbrales de verdad de un mundo que aprisiona.
Como represalia, fue enviada a Bélgica a estudiar nuevamente. Más que ignorante, peligrosa, habrán decretado en ese momento desde la cúpula religiosa y la apartaron de su pueblo, de su rutina para encerrarla nuevamente entre libros y papeles. Una feminista en una torre, no se transforma en gato. Y por eso Ivone escribió su tesis “El rostro oculto de mal”, que para mí es su más maravillosa música y consiguió su segundo título de Doctora, esta vez en Ciencias Religiosas en la Universidad Católica de Lovaina.
“Fueron los sacerdotes, hombres célibes encerrados en su mundo donde viven confortablemente con sus manías”.
Diferente a Teresa Fourcades y a las exponentes de la teología feminista europea, Ivone escribió en Bélgica sus más preciosas reflexiones. Develó la antología sacerdotal acerca del mal encarnado por las mujeres bajo una liturgia de la culpa, el sacrificio y el padecimiento. Así derribó el símbolo de Jesús en la cruz, una imagen de la teología de la muerte: ¿por qué recuperar eso del movimiento de Jesús? ¿por qué no reparar en la ética de cada escena humana que aparece nombrada en el libro de las comunidades de la palestina mesopotámica? Allí, en cada acto, hay un componente ético: denunciar la acumulación, reconocer a les marginades, caminar hacia la justicia social. Son escenas concretas de la biblia, en donde todo lo malo, lo que está por fuera de las fronteras sociales de ese momento, es incluido y reconocido: un movimiento transformador contra las crueldades del Imperio Romano. Así la imagen de Jesús en la cruz, como un mártir de esta lucha no es el foco de una teología liberadora, sino más bien de la opresión.
Ivone nos dice que la clave se centra en tornar nuestras creencias en experiencias corpóreas más que en ideas abstractas que añoramos vivir como un sueño. Por lo tanto, no se trata solamente de desmantelar la simbología masculina que propone la hegemonía religiosa, sino de trastocar el sentido del símbolo: “obedecer me vuelve infeliz y desobedecer me convierte en culpable”[ii].
En ese libro, en tus textos anteriores y posteriores, la monja promulga un nuevo rostro del feminismo, que no repite ni impone estructuras, sino que tiende puentes en la diversidad. La Biblia, según ella, es una historia de las diversidades. Entiende que amar no es más ni menos que dejarle al otre ser otre por fuera de un parámetro preestablecido. Tomar las cosas con libertad, y desde un lugar incómodo, como buena feminista, propone que ampliemos nuestro horizonte: “no dedico mi vida solamente a quien habla el mismo lenguaje que yo”. Y casualmente a mí también me gustan mucho los desafíos…
[i] El aborto no es pecado: https://estudosnacionais.com/wp-content/uploads/2017/04/Ivone-Gebara-Entrevista-VEJA.pdf
[ii] Gebara,I. El Rostro Oculto del Mal. 2002. Pag 125.
Dra. Marianela García, Doctora en Comunicación. Directora del Observatorio se Comunicación, Estudios de Género y Movimientos Feministas FPyCS-UNLP. Integrante del Colectivo de Teología de la Liberación “Pichi Meisegeier”