Jacinto Benavente, premio Nobel de literatura en el año 1922 y ferviente franquista, escribió uno de los mejores libros de la literatura hispanoamericana: Los intereses creados. En su trama, Crispín y Leandro llegan a una ciudad italiana del siglo XVII solo con vestimentas caras, y haciendo uso de su apariencia, Crispín hace pasar a Leandro por su criado y logra que las puertas de la aristocracia local se abran, al igual que sus bolsas de monedas de oro, con las que Crispín se da la gran vida. Como se recuerda en la serie “Inventing Anna”, “toda esta historia es completamente cierta. Excepto por las partes que están completamente inventadas”. La verosimilitud es la línea borrosa entre ficción y realidad.
Esta serie de Netflix se le animó a una sucesión de hechos que realmente ocurrieron: Anna Sorokin, rusa migrante a Nueva York desde Alemania, aterrizó con un costoso vestido de marca en la urbe estadounidense y tejió una historia de relaciones con fondos de inversión, galeristas, artistas y banqueros, proclamándose heredera de un fideicomiso que cobraría en poco tiempo.
Como recuerda “Inventing Anna”, “toda esta historia es completamente cierta. Excepto por las partes que están completamente inventadas”. La verosimilitud es la línea borrosa entre ficción y realidad.

La actriz Julia Garner interpreta a Anna Delvey (el nombre usado por Sorokin), la Crispín de esta historia que no necesita un Leandro que corra la voz. Para eso, Anna tiene Instagram: a través del hilvanado de una historia, ella misma trama su propia imagen, con la que abre las puertas hasta de los más conservadores brokers.
La historia es contada por la periodista Vivian Kent, encarnada por la actriz Anna Chlumsky, de la inexistente revista Manhattan, que en realidad es la sí circulante The New York Magazine, mientras que la periodista de carne y hueso es Jessica Pressler, quien entrevistó a Sorokin en una cárcel del Estado neoyorkino durante el juicio por defraudación y estafa que le valió la cárcel y la extradición de EEUU.
Buena presencia, mejor vestido, uso exquisito de redes sociales, inteligencia y audacia hicieron de Anna Sorokin una Leonardo Cositorto, pero con onda. Ya en el clásico libro El mundo como voluntad y representación, Arthur Schopenhauer alertaba cómo en la modernidad la representación era ya la misma realidad.
“Inventing Anna” es una excelente miniserie producida por Shonda Rimes y no tiene que ser incluida por ningún algoritmo en el género “estafadores”, tal como la presenta Infobae, sino en la sección “negocios”, por más que les pese.