El gobierno busca neutralizar a los fundamentalistas del establishment negando contradicciones. El pliego de condiciones del que habló Bonelli. El “aporte solidario”, en el ojo de la tormenta.
El gobierno del FdT hace esfuerzos notables por establecer algún diálogo más o menos conducente con el establishment local, pero por ahora no despierta demasiada euforia entre los tan acaudalados como recelosos destinatarios de su convocatoria. Esta es la verdad.
Por caso, funcionarios de alto rango marcharon casi en procesión esta semana al antes vedado piso de TN. Más precisamente, al programa “A dos voces”. En una misma noche, Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano pudieron legitimar su constante lobby opositor, esta vez con el concurso en simultáneo del viceministro de Justicia de la Nación (a través de un zoom), del ministro de Seguridad bonaerense (en piso), de un asesor clave del presidente Alberto Fernández (en piso) y de la titular del Inadi (en piso). Nada menos.

Para peor, a la espera de su turno para hablar, los estoicos enviados oficiales debieron escuchar el militante, y por momentos pandémicamente divagante, discurso pro-devaluacionista del ex titular del Banco Nación macrista, Carlos Melconian, cuya duración bordeó los 20 minutos, prácticamente sin interrupciones -que en la tele es una eternidad- sin que nadie le recordara su responsabilidad todavía fresca en el modelo reciente que quebró económicamente a la Argentina. Insólitamente, Melconian habló como un paracaidista polaco recién arribado al Río de la Plata que tiene las soluciones que el país anda necesitando.
Con igual espíritu predicante y esa misma voluntad sacrificial, Emilio Pérsico, el actual secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, además de líder del Movimiento Evita, se trasladó ayer hasta Barracas para someterse a un reportaje de cuatro páginas con Jorge Fontevecchia donde evocó su pasado de combatiente montonero y ex dirigente piquetero para intentar persuadir al empresario dueño del Grupo Perfil de que el FdT no busca ni quiere “agudizar las contradicciones”, sino invitar a los poderes fácticos a resolver de manera conjunta los problemas que tornan ineficiente al capitalismo argentino.
Un lúcido Pérsico puso como ejemplo del fracaso nacional, que un país donde sobran tierras y gente que necesita tierras para construir su vivienda, no pueda siquiera organizar la oferta y la demanda desde la más básica economía de mercado, y hasta se mostró dispuesto a hablar con el desarrollador de Nordelta, Eduardo Constantini, para hallarle una salida definitiva al asunto en formato de fideicomiso.
Las apelaciones de carácter moral, los llamados a una gesta patriótica o los modales herbívoros, por el momento, chocan con una verdadera muralla.
Pero ni estos arranques concertadores, ni la rebaja de las retenciones al agro, ni la nueva renovación de los ATP que reciben las empresas para pagar salarios, ni los encuentros reservados que el presidente mantuvo en Olivos con dirigentes de la AEA, la UIA y Adeba –según publicó Bonelli en su panorama-, nada, absolutamente nada pareciera enternecer al impenetrable bloque del poder económico que hace casi cinco años convirtió a Mauricio Macri en presidente y hoy estimula las embestidas opositoras que perturban al gobierno del FdT.
Las apelaciones de carácter moral, los llamados a una gesta patriótica o los modales herbívoros, por el momento, chocan con una verdadera muralla. No hay razón que logre conmover a sus dirigencias, que a pesar del expreso pedido del diputado Eduardo Valdez no quisieron emitir un comunicado de repudio al alzamiento policial que llegó a rodear la Quinta de Olivos con armas y patrulleros, hace dos semanas. Así están las cosas.
Los “capitanes de la industria” -así los bautizó Bonelli, igual que como se los llamaba desde el mismo diario Clarin durante el gobierno de Raúl Alfonsín- no están de acuerdo con el rumbo que los Fernández le imprimen a su gestión. En otras palabras, pretenden que hagan algo distinto a lo que prometieron en campaña. Un poco lo que pidió “el loco” Eduardo Duhalde: que gobiernen los que perdieron la elección, porque es la única manera de garantizar gobernabilidad antes de que se venga “un golpe de Estado”.
El establishment exige que Cristina Kirchner se vaya o “deje de avanzar políticamente sobre el gobierno con sus ideas anacrónicas”.
El plan del establishment, según la nota de Bonelli que cita al presidente en reuniones sucesivas no desmentidas por el presidente, se resume así: que cese “el clima anti-empresario”, que Cristina Kirchner se vaya o “deje de avanzar políticamente sobre el gobierno con sus ideas anacrónicas”, que baje la presión impositiva, que se apruebe la “ley del conocimiento” (la internet de las cosas, derivada del 5G) y, fundamentalmente, que no salga como ley el “aporte solidario extraordinario” de las grandes fortunas, bajo el pretexto de que “beneficia a las multinacionales” y perjudica a los empresarios nacionales. Se pusieron creativos, parece.
Bonelli escribe que el presidente escuchó todos estos reclamos, y que en un caso mandó al empresario Héctor Motta a hablar directamente con Carlos Heller, autor del proyecto junto con Máximo Kirchner, para que lo convenza de lo mala que sería la legislación para los grupos locales. Heller, a quien estos hombres de negocios llaman irónicamente “Robin Hood al revés” porque –siempre según Bonelli- “salva a las multinacionales” y no a los connacionales, escuchó pacientemente (como para no agudizar las contradicciones, tomando a Pérsico) y le dijo que estaba de acuerdo, que hicieran una declaración contra las multinacionales y que propusieran por escrito los cambios que querían. Todavía está esperando.

El que apareció para hablar con Heller, con idénticos argumentos, fue el banquero Jorge Brito, dueño del Banco Macro. No quiere saber nada con “el impuesto a la riqueza”. Esta escena quizá sirva para comprender por qué una ley que alcanza por única vez a 9 mil altos contribuyentes que seguirán siendo ricos después de pagar el aporte, irrita tanto al establishment. No es la plata. Es el antecedente. Que en una crisis como la actual el Estado invoque la emergencia para cobrarles a los que más tienen una ayuda excepcional, es visto por los dueños de la riqueza como una “confiscación”, una “exacción” o “un avance sobre los patrimonios”, inaceptable. La medida rompe con el orden establecido hasta ahora. Invierte la carga de los esfuerzos habituales, y eso es imperdonable. ¿O acaso estos grupos enriquecidos se horrorizan cuando descubren que pagan lo mismo de impuestos en un paquete de fideos que los pobres de toda pobreza del tercer cordón del conurbano? Eso está naturalizado. Pero hasta el FMI recomienda evitar los impuestos al consumo y promueve ahora los tributos al patrimonio.
Que el gobierno tropiece con esta cada vez más atrevida rebeldía empresaria, que amenaza con no invertir un peso en el proyecto productivista del FdT, parece sorprender a algunos funcionarios. Se preguntan cómo es posible que los que más tienen no quieran poner el hombro en una situación tan difícil. Tal vez la rutina áspera que les toca resulte de utilidad para descubrir -con algo de demora, es cierto- que el problema nunca fue Cristina Kirchner ni sus modales arrogantes, sino las políticas distribucionistas (orientadas al reparto de la renta) que Pérsico menciona como algo positivo en su encuentro con Fontevecchia, uno de los tantos empresarios que creyeron beneficiarse con la estrepitosa caída del salario real, la única política pública “exitosa” que llevó adelante el macrismo, y que sólo sirvió para destruir el mercado interno que compraba las revistas que imprimía el mismo Fontevecchia. Ahora depende de la pauta publicitaria oficial para pagar los sueldos.
Hasta el FMI recomienda evitar los impuestos al consumo y promueve ahora los tributos al patrimonio.
¿Por qué ciertos empresarios, después de haber maximizado su renta en lo últimos años, viendo que el país no puede emitir ni endeudarse, mientras enfrenta una tremenda emergencia, se niegan a poner el hombro y hasta alientan desestabilizaciones de un gobierno que no pretende voluntariamente, y así lo expresa donde haga falta, agudizar las contradicciones, ni las principales ni las secundarias?
Hay una sola respuesta a eso. Por ideología.
La ideología existe. Es una manera de ver el mundo y cuál es el lugar que ocupa cada uno en ese mundo, donde nada se pierde y todo se transfiere. A pesar de la buena voluntad oficial por creerlo, no todos están del mismo lado del mostrador.
Están los que pagan impuestos porque no les queda otra que hacerlo. Y los que pueden impedirlo, incluso, jaqueando gobiernos. Porque no les interesa otro país más que el suyo: uno donde los dueños del dinero son, también, los dueños del poder. El de verdad.