El poder real no se detiene nunca. Suele despreciar a la democracia. Intenta aniquilarla. Utiliza múltiples formas para opacarla. Uno de sus brazos ejecutores son los medios, que corrieron la línea, pasaron los límites, no tienen ningún prurito. Es muy enfermante, muy triste, lo que sucede con el periodismo argentino, convertido en una mafia que hace muchísimo daño.
Hugo Muleiro, en su condición de presidente de Comuna (Comunicadores de la Argentina), definió como “desenfreno” lo ocurrido en estos días electorales, las tapas y títulos gemelos que abundaron; o darle impacto nacional al triunfo radical en Corrientes; la afirmación en Infobae, Clarín y La Nación sobre que el aumento de las acciones argentinas en el exterior se debe a que el mercado espera la posible derrota electoral del Frente de Todos… Y si no es derrota será empate, y si no es empate será un triunfo mezquino, amargo… Eso dicen.
Van corriendo el límite y ya no tienen tierra firme dónde pararse. Si no, reparemos en una nota increíble de las últimas horas. A dónde ha llegado el grupo de Héctor Magnetto. El título general es “la pandemia en azul y magenta”. Y se preguntan: “¿Por qué las gráficas de las campañas de vacunación de Putin y Kicillof son tan parecidas?”. Luego se refieren a “un análisis de la cartelería y los colores elegidos por los rusos y los bonaerenses”. Mencionan a supuestos “expertos” que explican lo insólito de esa cuestión. “¿Casualidad, inspiración, o es un homenaje?”. Cada paso en el que avanzan es adentrarse aún más en la ridiculez. Recordemos cuando el diario La Nación, en los primeros ataques a Kicillof, lo acusaban de ser nieto de un rabino marxista. Ahora salen con esto. ¿Se puede ser más idiota?
Clarín menciona a supuestos “expertos” que explican las similitudes entre las campañas de Kicillof y Putín. Un delirio absoluto.
Son capaces de llegar al infinito. En otro medio mafioso, un periodista presuntamente serio ha llegado a escribir: “Nadie ignora que han debido medicar al presidente…”. Este sujeto le dice a la República, en la semana de las elecciones, que el presidente está enfermo. Agrega, sin vergüenza: “Y ahora lo marcan de cerca (véase el término: lo marcan) dos profesionales. Pero esos límites no impiden su mínimo apego a las rutinas. A disponer del tiempo en forma extravagante. A pasar trasnoches con comunicaciones telefónicas múltiples…”. Yo pregunto: ¿está tan mal que puede cometer esos “excesos”? Todo es un sinsentido. Sigamos: “…depresiones mal embebidas por el resultado de la tómbola de la política. Actitudes de soberbia como salir a manejar su auto, solo, para distenderse, por Puerto Madero, tomar un helado…”. Sí, leyeron bien: ¡le reprochan tomar un helado! Y luego incluyen: “… solicitar un churrasco con huevo frito al despertarse tarde, una mañana, en lugar del café con el desayuno”.
La locura es infinita. Y funciona como una desenfrenada, cruel, enajenada bola de nieve. Es muy enfermante lo que sucede. Esa nota, en el colmo de la locura imperante, motivó un diálogo descabellado entre una periodista con cierta trayectoria y el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, quien no pudo sino demostrar una más que lógica ofuscación:
-¿Cómo está el presidente hoy? Leí el otro día a Roberto García en el diario Perfil contando cuán errático está, que cuando se levanta, en lugar de tomar un café con leche pide un bife con papas fritas y huevo…
-Si vos le creés a ciertas notas, problema tuyo… Es un absurdo.
-¿No te puedo preguntar?
-Sí, podés preguntarme sobre noticias falsas y sobre descalificaciones que le hacen al presidente… Ahora, me parece que es un error tuyo tomar eso como información. ¿Pensás que es cierto? ¿Pensás que es información? ¿O pensás que es una descalificación al presidente?
-No se lo pregunté al periodista pero lo publicó en un medio que es conocido, como Perfil. Y por eso te lo pregunto.
-¿Si se publica cualquier cosa, vos decís cualquier cosa?
-Yo le pregunto al Jefe de Gabinete sobre algo que se publicó.
-Y yo pregunto si vos creés eso. Me llama la atención que crean esas cosas. Pero bue…
-Está bueno que salgan a decir que ‘la verdad es que el presidente no se levanta y pide un bife’…
-Pero vos pensás que este gobierno debe salir a contestar todas las estupideces que se escriben…
Me recuerda esa película Detrás de las noticias, cuando alguien le reprocha al editor: “Pasaste todos los límites, pasaste la línea de la ética”. Y él se defiende: “Qué se yo, la corren todos los días”. Claro que a esta altura, me pregunto: ¿el problema es el periodismo o es la política? ¿Dónde hay responsabilidades mayores? ¿Dónde, un desvío ético más pronunciado?
Un periodista de Perfil publicó que Alberto Fernández pide un bife con papas fritas y huevo en el desayuno.
Los políticos tienen mucha mala prensa, que trata de destruirlos, porque de ese modo se destruye a la política, y consecuentemente a la democracia. Es un juego en el que muchas veces entran sin darse cuenta. Por supuesto, Magnetto sí lo tiene claro y los Saguier lo saben perfectamente. El que escribió lo del churrasco del presidente sabe muy bien a qué está jugando, como lo sabe gente como Morales Solá y tantos otros. Pero debe haber algunos que entran casi ingenuamente a colaborar con el desprestigio de su profesión.
Desde hace unos años, la situación es de una enorme tensión entre lo periodístico y lo político. Hay una acechanza a los políticos, fundamentalmente a aquellos del lado de la vida que se opone al establishment, que a su vez integran la inmensa mayoría de los periodistas que no quieren a los políticos, sin darse cuenta de que los políticos, en general, son muchos mejores que los patrones a los que ellos defienden. ¿Alguien puede pensar de los que atacan a Cristina Fernández de Kirchner, que ella es peor de Magnetto, el que se queda con todo y que nunca se preocupa de otra cosa que de destruir a la democracia, contra una mujer que deja la vida tratando de defender sus convicciones y su país, cuando muchas veces pudo haber elegido caminos muchos más fáciles para vivir? ¿En serio se puede pensar que los Saguier son mejores que Alberto Fernández, o que Kicillof, o que Gollán?
Estamos hablando de verdaderos truhanes. Que viven en una impostura formidable, acusando a la política, porque justamente la política es su enemiga, la que de vez en cuando tiene la chance de decirle que no a determinadas cosas. No muchas: el poder real es tremendo. En este marco, se dio el siguiente enfrentamiento de Victoria Tolosa Paz con un periodista de TN. Empieza ella:
-Yo comparto que hay que lograr un estado eficiente. Hay que construirlo.
-Propongo algo: tratemos de pensar qué es lo que no se hizo bien desde el regreso de la democracia. No vamos a hacer una tesis, pero veamos qué políticas se pueden corregir para pensar esto sin “pero Macri…”.
-Si me invitan a un programa, lo único que pido es que me dejen hablar…
-Si no te ponés un casete…
-¿Vos querés condicionar lo que yo quiero decir? Me preguntaste algo y no querés que mencione la palabra Macri… Ustedes mencionan Cristina, Cristina, Cristina… Y yo no puedo mencionarlo a él y lo que se construyó bajo cuatro años de gestión…
¿En serio se puede pensar que los Saguier son mejores que Alberto Fernández, o que Kicillof, o que Gollán?
¿Dónde está el problema ahí? ¿Por qué los periodistas no se plantean qué hubiera sucedido en la Argentina si hubiéramos tenido un periodismo distinto? Uno que no mienta, uno que en la semana de las elecciones no haga un curso acelerado de la infamia ¿Cómo sería esta sociedad? ¿Cómo sería nuestra cultura? ¿Los periodistas que trabajan para Magnetto no se hacen ese planteo? Un solo día que dijeran ‘vamos a hacer un periodismo distinto, honesto, digno’. Una sola vez que no dejen correr sangre por esos ríos diabólicos e imaginarios que parecen surcados por aves con los carontes que llevan la muerte en los botes. Un periodismo que le preguntase a los Saguier, a sus jefes, si es verdad que recibieron 15 millones de dólares de Macri. Ni qué hablar que les dijeran: “Caramba, no debieron aceptarlo?”
¿Cómo sería el país? Podemos imaginar un país sin Macri o sin Cristina, pero ¿si imaginamos mejor un país sin periodismo como el que tenemos ahora? ¿Qué sería mejor: ¿un país sin Tolosa Paz o un país sin los Saguier, sin lo que significa cada uno de ellos? ¿Cómo habría más cultura, mejor calidad humana?
El drama es el tipo de periodismo que se practica hoy día en la Argentina.
Los dueños de los medios, que fijan la línea editorial, podrían mejorar este periodismo ridículo, absurdo, de interrupciones, de prepotencia, que se lleva todo por delante, escandaloso, mentiroso. Que cuando no miente por sí mismo, toma mentiras de otros y las convierte…
Deberíamos plantearnos seriamente si nuestro drama son los políticos, no sólo los que no nos gustan. O si nuestro drama es el periodismo que se ha quedado a vivir en la Argentina…