Los alcances del escándalo de la red de espionaje que montó Cambiemos parecen no tener fin. Todos los días surgen nuevos datos, nuevas pruebas que confirman los cuatro años de terror que vivió la Argentina, en manos de un gobierno totalmente desquiciado que, en el fondo, se había autoconvencido de su perpetuidad en el poder.
Esa sensación de impunidad no solo se expresó en el espionaje a personajes de la política, periodistas y dirigentes sociales, sino también en las escuchas ilegales realizadas a presos políticos a los que ni siquiera se les concedió el derecho a hablar con sus familias sin ser espiados.
Sobran los ejemplos de todo lo que se animaron a hacer. Hoy se sabe que aquel famoso allanamiento que el juez Claudio Bonadío ordenó sobre el domicilio de Cristina Fernández de Kirchner, y que al final resultó ser de otra persona, tenía entre sus ejecutores a personajes que eran asiduos concurrentes a la Casa Rosada para dar explicaciones a la entonces secretaria presidencial, Susana Martinengo, que era como hablar con el propio Mauricio Macri.
“Macri no tiene moral. Por eso, quizás pueda pensar que no constituye un delito el haber armado una banda para robar y tergiversar la vida de la república”.
Todo esto remite al comunicado del PRO, difundido el pasado fin de semana, en el que se planteó una supuesta búsqueda de impunidad, como si no estuvieran todos los datos a la vista. ¿Acaso pueden demostrar que fue mentira todo lo que los espías confesaron ante la justicia y el Parlamento sobre su presencia en la Casa Rosada? ¿Cómo hacerlo si está debidamente documentado que tal día y a tal hora se presentaron en la Casa de Gobierno para reunirse con la secretaria de Macri, en una recorrida por despachos oficiales que también incluía los del Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich? ¿Cómo deslindar de responsabilidad a Macri en toda esta red de espionaje ilegal?
Ocurre que Macri no tiene moral, carece de ella. Por eso, quizás pueda pensar que no constituye un delito el haber armado una verdadera banda para robar y tergiversar completamente la vida de la república.
El accionar de la mesa judicial, que ahora está opacado con el escándalo del espionaje, fue parte de la misma maniobra. Tomaban lo de los espías y lo convertían – a través de personajes como Juan Bautista Mahiques, el actual cancerbero de Horacio Rodríguez Larreta – en persecuciones, privaciones de la libertad, humillaciones y estigmatizaciones de personas, para lo cual contaban con el auxilio de la otra pata judicial, que era el periodismo.
En efecto, los informes de TN y las tapas de los diarios Clarín y La Nación fueron utilizados en forma recurrente como elementos de presión para apuntalar causas armadas y promover injustas detenciones. La lista de víctimas es extensa, aunque valen los ejemplos de lo ocurrido con Amado Boudou, Juan Pablo Schiavi y los dueños del Grupo Indalo que terminaron en la cárcel por no aceptar poner a C5N al servicio de Mauricio Macri.
Fue demencial el accionar de esta mesa judicial, que funcionó como una verdadera banda con lazos directos con la Casa Rosada, el Ministerio de Seguridad, el juez Claudio Bonadío y el fiscal Carlos Stornelli.
Se manejaron con un absoluto sentido de la impunidad. Y esa fue su trampa.
Comentario editorial de Víctor Hugo en la AM750