El Frente de Todos parece el Frente de Poquitos cuando hay que denunciar el lawfare. De Lambaré a Dolores, Operación Cóndor I y II.
Esta semana que pasó se estrenó “Operación Cóndor”, el documental político de Andrea Bello y Emiliano Serra, inspirado en la tremenda investigación que llevó adelante -casi en soledad- esa tremenda periodista que es Stella Calloni sobre el plan de eliminación de dirigentes y militantes políticos coordinado por las dictaduras militares del Cono Sur en los años ’70.
Pasaron casi 20 años de impunidad antes de que Caloni diera con una serie de documentos en la ciudad paraguaya de Lambaré que, además de probar la organicidad de esta operación, fueron la base de su libro “Los años del Lobo”, editado en 1999, donde se relataron con talento y detalle los alcances regionales del terrorismo de Estado financiado y apoyado por la CIA y el Pentágono.
Otros dos décadas pasaron desde la publicación del libro y, mientras esa historia intenta cosechar nuevas audiencias como documental en la plataforma Cinear, la analogía entre aquel plan urdido en Washington y la cacería mediática y judicial sufrida por dirigentes populares de diversos países latinoamericanos en los últimos años parece cada vez menos forzada y, a todas luces, evidente.

¿Fue el “Lawfare” la “Operación Cóndor II” destinada a ejercer el sicariato de las reputaciones y la proscripción penal de los líderes regionales (Lula, Correa, Dilma, Cristina Kirchner) indeseables para el Departamento de Estado? ¿Acaso su declinación como potencia obligó a Estados Unidos y sus agencias a intentar desmalezar lo que considera su “patio trasero” para asegurarse, ante la nueva adversidad global, gobiernos política y económicamente subordinados?
La historia grande, en general, está precedida de una historia más chica. Una historia a escala humana antes de llegar a la estatura descomunal de un libro que trasciende su época. Los documentos que Caloni lanzó al futuro fueron hallados, casi por casualidad, a 11 kilómetros de Asunción, en una especie de comisaría que era una tapera. Literalmente. Pero que para los lugareños era el epicentro de un misterio trágico que, recelosos y atemorizados, sólo contaban a sus parientes estrechos, en idioma originario.
“No se acerque por aquí cuando vea relampaguear, porque durante las tormentas se escuchan las almas en pena de los chicos argentinos, uruguayos, chilenos y paraguayos asesinados”, escuchó, en guaraní y de boca de su abuela, allá por 1992, el abogado Martín Almada, presidente del Tribunal Ético Contra la Impunidad en Paraguay y ex presidente de la Asociación Americana de Juristas.
¿Fue el “Lawfare” la “Operación Cóndor II” destinada a ejercer el sicariato de las reputaciones y la proscripción penal de los líderes regionales indeseables para el Departamento de Estado?
Y allí dormían, en esa tapera, efectivamente, cinco toneladas de documentos que harían escalar la historia, de pequeña a enorme: 740 libros encuadernados, 115 libros de guardia, 181 archivadores y 204 cajas de cartón, 574 carpetas, 8369 fichas de detenidos, 1888 pasaportes y 10 mil fotografías de detenidos que demostraron, con la contundencia de las pruebas, que las dictaduras paraguaya, chilena, uruguaya, brasileña y argentina habían actuado en perfecta coordinación para eliminar a los militantes políticos considerados peligrosos o subversivos.
¿En el mañana, los cuerpos del expediente que el juez Federal Alejo Ramos Padilla instruye de manera casi artesanal en la localidad bonaerense de Dolores sobre el escándalo D’Alessio, podrá convertirse en algo tan importante como aquellas cinco toneladas de pruebas encontradas en una comisaría perdida de Lambaré, hace ya 28 años? Quizá. La historia chica, decíamos, incuba la gran historia por contar.
Por lo pronto, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, atiza la memoria. Un gesto para algunos incómodo en medio de la forzada cuarentena política que impuso la pandemia, con modalidad de tregua indefinida. No lo hace en soledad, eso está claro, pero tampoco son multitudes las que suscriben sus movimientos. El Frente de Todos, cuando de denunciar el “Lawfare” se trata, es el Frente de Pocos. O poquísimos.

Pareciera una tarea exclusivamente destinada a ser ejercida por las víctimas directas o por los que comprenden políticamente, como el presidente Alberto Fernández lo evidenció en sus discursos, que el capítulo argentino de esa grosera manipulación e influencia externa se esconde en “los sótanos de la democracia” a los que les disparó con una frase democráticamente fundante para las y los argentinos: Nunca más. De allí para abajo, corresponde alertar, la cosa cambia.
Tal vez porque la conexión local del “Lawfare” tiene protagonistas que perdieron las últimas elecciones nacionales pero no su formidable capacidad para instigar el sicariato mediático y judicial desde las sombras. O desde el gobierno de la CABA. Siempre con “tapabocas”, por supuesto.
El periodista Mariano Martín, en su programa de radio sabatino Toma y Daca, que se emite por la AM 750, recogió el testimonio de la camarista Ana Figueroa, quien reveló que durante el gobierno de Mauricio Macri recibió presiones para sostener las prisiones preventivas de dirigentes opositores en la causa por el Memorándum de la AMIA decididas por el extinto juez Federal Claudio Bonadío, entre ellos, la de Héctor Timerman, Carlos Zannini, Fernando Esteche, Luis D’Elía y, entre varios más, nada menos que la de Cristina Kirchner.
El periodista Mariano Martín denunció públicamente el apriete que sufrió de parte de Hipólito Nosiglia, el vocero de Mahíques.
Sin mencionarlo directamente, Figueroa se las ingenió para apuntar elípticamente a quien fuera la mano derecha del entonces ministro de Justicia Germán Garavano, Juan Bautista Mahíques, ex secretario de Asuntos Penales e integrante clave del Consejo de la Magistratura, actual jefe de los fiscales de la CABA, por pedido de Horacio Rodríguez Larreta, el minigobernador que se sentó a la derecha del presidente Fernández en la último anuncio de extensión de la cuarentena.
Las revelaciones de la camarista Figueroa sobre la manipulación macrista viajaron desde la casa que alguna vez habitó Manuel Belgrano en San Telmo –sede de la radio del sindicalista de los porteros Víctor Santamaría (dueño de cada vez más medios de comunicación), precisamente, la AM 750- hasta la capital de los Estados Unidos, donde están las oficinas de la Comisión Interamericana de DDHH (CIDH).
Instancia en la que los abogados de Timerman y Kirchner, Graciana Peñafort y Alejandro Rúa, ya en 2016/2017, dejaron constancia del mecanismo utilizado por Macri y su ministro de Justicia, Germán Garavano, para perseguir opositores mediante el armado de causas judiciales sin ningún otro sustento legal que la atmósfera punitiva construida por Clarín y La Nación desde sus coberturas escandalosamente incriminatorias.
El periodista Martín, puente del testimonio de Figueroa, no salió indemne de la situación. El vocero de Mahíques le reprochó lo ocurrido. Y cuando Martín, siguiendo el protocolo que la deontología profesional indica, quiso hablar con Mahíques, el actual procurador de Larreta, para ofrecerle el descargo correspondiente, el vocero Hipólito Nosiglia, lo apretó: “Vas a tener que pedir disculpas”, lo conminó.

Dice Martín, retuiteado por Cristina Kirchner: “Voy a contar la historia de un apriete. Nada nuevo, pero esta vez me tocó a mí”. En el hilo de tuits en que Martín reveló este hecho, calificó lo ocurrido de “preocupante” y aseguró que en 25 años de profesión “esto no me había pasado”. Manifestó que el hecho de que “un funcionario a quien no conozco y con el que nunca había tenido trato me mande un mensaje así para mí fue inédito. Resulta que a algunos los sospechan por aprietes y responden… apretando”, concluyó.
¿Quién es Hipólito Nosiglia? Según Google, uno de los hijos del histórico dirigente radical alfonsinista Enrique “Coti” Nosiglia. Además, Hipólito fue vocero en su momento de Garavano, hoy vocero de Mahíques. El sitio Primereando.com reconstruyó lo ocurrido: ‘Una vez finalizada la nota, Hipólito Nosiglia, ex vocero del Ministerio de Justicia en tiempos del ex presidente Mauricio Macri, se contactó conmigo por whatsapp’”, contó Martín en un hilo de twitter. ‘Al parecer era el jefe de prensa de Mahíques. El intercambio fue por cierto breve pero bastante al grano’, agregó con unas capturas de la conversación en donde el Nosiglia le recrimina la nota y dispara: ‘Vas a tener que pedir disculpas’”.
Siguió Martín: “Hace hace 25 años laburo de esto y me toca lidiar con gente pesada pero esto no me había pasado. Que un funcionario, a quien no conozco y con el que nunca había tenido trato me mande un mensaje así para mí fue inédito. Y preocupante”, dijo sobre la advertencia de Nosiglia. “Desde ese día supe que habíamos pateado un hormiguero casi sin pretenderlo. Operaciones de prensa de todo tipo, mensajes que invitaban a no seguirla y otras señales en el mismo sentido. Pero como el tema había llegado al carril político dejé pasar aquel mensaje. Hasta hoy”, agregó en otro twitter.
Cristina retuiteó el relato de lo que había ocurrido con Mahíques y, claro, la acusación se viralizó. Se convirtió en un hecho político de envergadura.
“Mientras hacía otra vez el programa hoy se me ocurrió contactar a @jbmahiques por DM, en vista de que el propio funcionario lo había mencionado por tuíter el otro día, por si quería dar su versión. Derecho a réplica, le dicen. Parece que a @hipnosi tampoco le gustó eso así que volvió a la carga. Resulta que a algunos los sospechan por aprietes y responden… apretando. Eso es todo. Quería que lo supieran”, concluyó el periodista Mariano Martín.
Minutos más tarde, su hilo se volvió carne de redes. Y obtuvo un retuit de la propia Cristina Fernández de Kirchner. “Hola, qué tal?”, escribió en su cuenta personal la vicepresidenta, antes de viralizarlo. Con todo el peso que tiene la recomendación de una figura de su talla. Es decir, se convirtió en un hecho político de envergadura.
Un llamado, también, a no confundir la unidad de la gestión en el combate contra el coronavirus, que debe salvar la vida de las y los argentinos, independientemente de cómo hayan votado en octubre pasado, y la confusión de que todos, en política, son lo mismo, como si no existiera pasado ni futuro.
La pandemia va a pasar. Si todo sale bien, con la menos cantidad de víctimas posibles. Pero esto es un intervalo. Un paréntesis.
Después la historia, como casi siempre ocurre, vendrá a reclamar lo suyo.