“Todos sabemos que la Villa 31 obstaculiza a un sector de la Ciudad de Buenos Aires”, solía declarar Mauricio Macri, en una elocuente señal de sus conocidas intenciones de erradicar el barrio de un lugar estratégico, de indudable valor inmobiliario. Aquellas afirmaciones quizás ayuden a encontrar a los verdaderos responsables del actual padecimiento de los vecinos por la falta de agua y, sobre todo, seguramente contribuyan a desnudar las falsas promesas del actual jefe de gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, un dirigente que hoy se aprovecha de una enorme protección mediática para mostrarse como si fuera un estadista.
En esta situación de emergencia por el coronavirus es imposible no dirigir nuestras miradas hacia los barrios populares. Los especialistas se cansan de recomendar el lavado de manos, pero resulta que los vecinos de la Villa 31 de Retiro no tienen este elemento vital, fundamental, para la prevención de la pandemia. Y queda claro que el máximo responsable de esta vergonzosa situación es el gobierno de la Ciudad, tal como lo reveló, con sumo cuidado, la titular de Aysa Malena Galmarini.
“La empresa Aysa llega hasta el límite del barrio con un caudal suficiente de agua, pero es importante aclarar que la red interna es operada por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Dentro del barrio la red tiene problemas porque se estaban terminando las obras de un troncal, pero tuvieron que parar todo cuando empezó la cuarentena”, dijo Galmarini.
Larreta había prometido finalizar las obras en la Villa 31 en 2018. Malena Galmarini lo dejó en evidencia en medio de la cuarentena.
La falta de agua ya había sido denunciada por Nacho Levy, el referente de La Garganta Poderosa, pero los grandes medios lo silenciaron y prefirieron seguir con su protección a Larreta, un chanta feroz que ahora intenta mostrarse como si fuera un estadista, aprovechando sus apariciones públicas junto al presidente Alberto Fernández.
Desenmascarar las falsas promesas de Larreta a los sectores más desprotegidos es una tarea sencilla para aquellos que quieren hacerlo, por supuesto. Alcanza con revisar su archivo y recordar algunas de sus declaraciones públicas: “Lo importante para el barrio es lo que no se ve, lo que está bajo tierra, la infraestructura. Eso es lo que no tenían los vecinos. Porque no tenían acceso a los servicios básicos, al agua potable o al tendido de cloacas. Le estamos dando prioridad a todo eso. Para el fin del año que viene, de 2018, todo el barrio va a tener tendido de infraestructura”.
Sobran las palabras al confrontar lo que decía Larreta sobre el final de las obras en la Villa 31 y las recientes declaraciones de Malena Galmarini, explicando que aquellos trabajos que iban a concluir en 2018, debieron suspenderse hace semanas por el comienzo de la cuarentena del Covid-19.
¿Cómo entender que los medios no denuncien a Larreta por no haber cumplido con sus promesas? ¿Cómo avalar desde el silencio la desidia de las autoridades porteñas hacia los grupos más vulnerables de la población?

Es una atrocidad lo que no hizo Larreta. Y es una atrocidad también el blindaje gigantesco que le dan las grandes corporaciones periodísticas. Parece ser que la única preocupación de algunos comunicadores es reiterar, una y otra vez, el supuesto 50 por ciento de imagen positiva de este personaje insólito, un respaldo que vaya uno a saber de dónde obtiene.
Lo que sí sabemos es que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es el responsable de la infraestructura para que el agua llegue a todos, sin excepciones. Es por eso que Horacio Rodríguez Larreta debe dar una urgente respuesta a los vecinos de los barrios populares, donde los contagios y muertes por el Covid-19 se aceleran a un ritmo frenético.
Para entender en su real dimensión lo que ocurre debemos recordar que la Villa 31 de Retiro es uno de los lugares más apetecidos de la ciudad por su alto valor inmobiliario. Esta gente siempre quiso armar en esos terrenos una suerte de Puerto Madero II. Precisamente, Eduardo Valdez me comentó una interesante anécdota vinculada con los reiterados intentos de erradicar el barrio: fue el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, quien evitó esta maniobra al trasladar el cuerpo del padre Carlos Mugica desde el cementerio de La Recoleta a la parroquia Cristo Obrero, convirtiendo en intocable al nuevo lugar eclesiástico de la ciudad.
El jefe de gobierno porteño goza de un fuerte blindaje mediático. Intentan mostrarlo como si fuera un estadista, con una creciente imagen positiva en la población.
Estamos hablando de un barrio en el que viven unas 40 mil personas, con generaciones enteras que se han criado en el lugar. Es una ciudad dentro de la ciudad y todas las propuestas de urbanización siempre fueron erosivas para los vecinos. Porque cuando se planteó alguna obra, siempre se limitó a las fachadas.
Sabemos que en los cuatro años de ajuste del gobierno de Macri, los más perjudicados fueron los habitantes de estos barrios populares. Fue una situación de inequidad absoluta, que quedó al desnudo en estos tiempos de pandemia.
“Todos los vecinos tienen que tener los mismos derechos”, señaló en varias oportunidades Larreta. Sus palabras no merecen calificativos ante la falta de agua en los barrios más vulnerables de la ciudad.
Reitero: dicen que hay que lavarse las manos, pero los vecinos de la Villa 31 están más indefensos que nunca porque el gobierno de la Ciudad no les garantiza el acceso al agua. Así de dramático.
Frente a esta situación no hay que dejarse engañar. Larreta es el de siempre, el de las falsas promesas. Lo único que cambió ahora es que usa barbijo.